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El Padre Macario. ¿Un clérigo alcahuete? #5.131

| Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.

En nuestra búsqueda de personajes locales inéditos o poco conocidos no siempre nos tropezamos con personas rectas, de edificante y admirable conducta en el desempeño de su profesión o actividad cultural. También los hay de signo contrario, como el caso de este cura cuyo origen atribuye el periódico El País (1905) a nuestra Ciudad, si damos credibilidad al contenido de este artículo que he reproducido fotográficamente para evitar malas interpretaciones. Confío que nadie se escandalice por el titular, pues esa es la definición de la persona que procura, encubre o facilita una relación amorosa entre otras dos personas. | Foto: Imagen figurada. El actor Mario Martín encarnando a don Anselmo, en ‘El Secreto de Puente Viejo’ de Atresmedia.

Hay en Madrid una [puerta] que dio mucho que hablar y reír, se llama la Buena Dicha, y está en la calle de Silva con puerta principal a ésta y una de escape que da a la de Ceres, [cerca de la Gran Vía de la capital].

Dicha puerta falsa no es del templo, sino de un patio grande, al cual avoca la escalera conduciendo a las habitaciones del rector, y una puertecita que hay a mano izquierda en el marco De la Iglesia

Nada más sencillo, por ejemplo, que el hecho de entrar una dama en el sacro recinto, deslizarse por esta puertecita y atravesando el patio, subir a la casa del rector. A la misma puede llegar un caballero que entrado por la puerta del patio que da a la calle Ceres. La salida… la misma; la señora al templo y de allí a su coche, si la está esperando; el caballero a la calle de Ceres y por la del Marqués de Leganés a la de San Bernardo… | En la imagen, texto de 'El Pais' (1905).

| En la imagen de la izquierda, iglesia de la Buena Dicha. Madrid.

Estas admirables condiciones fueron aprovechadas durante muchos años por un rector de la Buena Dicha. ¡Y tan buena como fue para él!, llamado el P. Macario, viejo cuco gaditano, o del Puerto de Santa María, esteta él, avaro, y en apariencia ñoño, muy ñoño, muy meloso, adulador, y rastrero que sabía introducirse en las casas de los grandes para sacarles el dinero, halagando sus pasiones y puesto a disposición para todo.

Su iglesia fue con tales circunstancias una mina en manos de aquel venerable sin vergüenza. Allí, en aquella verdadera buena dicha, se dieron cita damas y galanes muy encopetados y conocidos, xxx, uniformes, sotanas moradas y carteras, que entraron y salieron por la puerta de los carros de la calle Ceres, subieron por la desvencijada escalera de la rectoría, y en ella, bajo la égida del bonete sacerdotal, rindieron culto al Dios ciego y travieso del arco y de la aljaba, dejándose, es claro, el dinero a manos llenas

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