Lo que ocurre con la cultura y el patrimonio en esta Ciudad es inaudito. Lo de la gestión desde el Ayuntamiento en lo que respecta a estos ámbitos no tiene nombre. Semana sí y semana también asistimos a una indolencia absoluta con nuestra identidad. No valoro otros temas, ni otras gestiones: hablo exclusivamente del maltrato y falta de voluntad para estas cuestiones. Por los de ahora y los de antes.
Modelo de sol – playa - inmobiliaria
Seguimos apostando por el rancio modelo de sol – playa - inmobiliaria. Solo hay que contemplar cómo han proliferado las vallas publicitarias anunciando la vivienda de ensueño en las diferentes urbanizaciones y edificios que están contempladas para su construcción.
Desde la vuelta de Madrid de Germán, estoy ansioso por conocer qué inversores pondrán los ojitos en esta ciudad, que se presenta como un caramelo a vista de especuladores y otras aves de rapiña. Y cuando lleguen —que llegarán —a ver qué se encuentran en la Administración, donde todo se complica cuando eres ciudadano de a pie sin contactos ni cartera.
Ciudad de los Cien Conciertos y Cabalgatas
Vamos a terminar siendo la Ciudad de los Cien Conciertos, las cien cabalgatas o los cien alojamientos turísticos. Tenemos confirmado un festival de música latina, otro de música electrónica y diferentes conciertos en la Plaza de Toros. Yo me alegro de todo y valoro el trabajo de estas gestiones, porque creo que son iniciativas fantásticas de cara a los hosteleros y el sector concreto de nuestra Ciudad, pero si miramos más allá no ofrecemos nada que no puedan ofrecer o estén ofreciendo otras ciudades de la provincia.
¿Saben los políticos de esta Ciudad qué podemos ofrecer desde esta ciudad que no tienen otras?
Otra oferta cultural es posible
Un Acueducto Subterráneo que fue la mayor obra hidráulica de la bahía. Un Yacimiento Fenicio que está sin excavar. Una necrópolis que se muere con sus hipogeos y sus muertos. Una bodega de hace tres mil años que da pena en vez de vino y alegrías. Un Museo de la Pesca que no llega por falta de memoria. Un Museo de la Cantería que ni se ha planteado por falta de orgullo. Una Fiesta de los Patios por la que no se han interesado desde el consistorio, aunque aparezca en prensa internacional. Un Museo de Cargadores a Indias que acaba de salir dinamitado por la ventana gracias a la gestión del Ayuntamiento.
¿Qué pasa con el Museo de Cargadores a Indias?
Precisamente a colación de esta noticia viene todo esto. Es de vergüenza que El Puerto de Santa María una vez más pierda por culpa de la nefasta gestión de sus dirigentes en materia cultural. Ya dura demasiado la broma. Ustedes, los de ahora y los de antes. Solo arrimáis las ascuas a vuestra sardina, la que os vaya a dar de comer durante cuatro años y, el que pueda, durante los años venideros, aunque sea en otras esferas vendiendo otras bondades.
Luego vendrán en redes a decirnos que todo va genial, todo va viento en popa y que están a pie de calle, mientras nuestra identidad y lo que somos se desdeña, se condena al olvido y no se posiciona lo más mínimo. Vendrán a vendernos que se asfalta tal o se arregla cual, como si no fuera eso lo que han venido a hacer, como si no fuera eso para lo que los hemos votado.
‘Tenemos el lomo curtido a palos’
Tenemos el lomo tan curtido a palos por parte de nuestros políticos y estamos tan acostumbrados a no ver avances en esta Ciudad que cualquier miseria o migaja la agradecemos, endiosando a quienes no están haciendo otra cosa que su trabajo, por el que todos les estamos pagando. Yo en mi oficina me he abierto un Facebook para promocionarme y proclamar a los cuatro vientos cuando acabo un informe, pero mi jefe no me da giro. Será derrotista el tío.
No queremos influencers, queremos gestores responsables. Ya está bien con la modita, que la corriente de la foto a pie de calle recorre toda la carta de color política. Nuestra identidad, nuestra historia y nuestra cultura como portuenses está por encima de cualquiera de vuestras siglas y vuestros colores, a ver si de esto también nos vamos enterando.
Un olvido que dura más de 3000 años
Cierta corriente histórica cuenta que la ciudad de Doña Blanca se condenó al ostracismo y a la desmemoria por su apoyo a Cartago durante las Guerras Púnicas. Los vencidos que, como suele ser habitual, no salieron nunca más en la fotografía, se condenaron al destierro y la ciudad se abandonó, evitando que ningún historiador o geógrafo romano hiciera alusión a la misma y, por el contrario, glorificando lo que hoy conocemos como Cádiz. Fue la primera campaña de marketing exitosa de la historia de la Bahía, hasta el punto que en 2022 seguimos los propios portuenses sin saber apenas nada sobre dicho yacimiento y su repercusión.
A vista de los hechos, por donde está el Ayuntamiento —en la zona del famoso Portus Gaditanus fundado por los vencedores— y por cómo se comportan los políticos portuenses y, nosotros —los propios ciudadanos— debemos de tener aún mucho de aquellos genes romanos: exiliamos a los nuestros en busca de trabajo, condenamos la cultura al olvido, nuestra urbe queda para que los cives romani de la capital del Imperio disfruten durante la temporada estival y somos la mar de felices con el pan y el circo que nos hacen tragar como si fueran galeras de coral y fino coquinero.
Yo —debo tener más de fenicio que de romano— me niego a pronunciar aquello de alea jacta est en lo que a identidad y patrimonio portuense se refiera. Queda mucho por batallar antes de perder la memoria. | Viñeta y texto: Alberto Castrelo.
Completamente de acuerdo con Alberto Castrelo. El abandono de la riqueza cultural del Puerto es vergonzoso.
Cuando era alcalde de nuestra Ciudad Hernán Díaz Cortés , sugerí desde Bruselas rescatar unas casas-palacios de cargadores a Indias y amueblarlas con muebles y enseres de época. El último palacio amueblado con muebles de éoca fue el de los Marqueses de Villarreal de Purullena del que no quedan como original algunos de sus muros y poco más.
Cuando me hablan de centro de interpretación que es lo que quiren hacer, me echo a temblar. Todo terminará con mucho techo falso de escayola y focos y una sala para proyectar vídeos con sillas blancas de plástico, de Carrefour.