Andaba yo por los 12 o 13 años. Vivía en los pisos de la Junta de Obras del Puerto (junto al Bar Delfín) y, justo detrás, un retamal donde acampaban los gitanos con sus carretas cuando llegaba la Feria de Primavera que se instalaba en aquellos años por Crevillet. Había una gran laguna –donde hoy se encuentra el Polideportivo—y con bidones y tablas hacíamos barcazas y jugábamos a guerras de piratas y siempre terminábamos empapados y con nuestros buenos chanclazos al subir a casa.
Un inmenso columpio colgaba del eucalipto mas grande desde donde tocábamos el cielo. Mas quisiera Ícaro llegar tan alto. Grandes fogatas, sin miedo a nada, donde tostábamos las piñas anteriormente recolectadas a golpe de marinear mientras los arrieros cargaban sus burros de arena para la fabrica de botellas, --donde hoy están las viviendas unifamiliares de puertas azules-- junto al campo de futbol ‘Eduardo Dato’, hoy los pisos verdes frente a la Comisaría de Policía.
Mas allá, sólo los desaparecidos Baños Termales, los hilaores haciendo las mayetas para los barcos, Crevillet y la barriada de la la Playa… Abajo de casa nuestro campo de futbol; como portería dos grandes eucaliptus y el bar de Rita. De muy a lo lejos: El Puerto.
Pero fue en ese verano cuando llegaron a nuestra zona de confort los de las caseta de la playa, y una tarde que llegamos de buscar camaleones --se los vendíamos a los Flechas-- al llegar a los columpios: ahí estaba ella con sus primas, columpiándose y riéndose y gritando… cada vez volando mas alto.
A mí se me paro el corazón cuando se paró el columpio. Me miró y me dijo: “--Te toca a ti, rubio”. Entre una cosa y otra quedamos para el domingo en la plaza del Polvorista, que es donde vivía. “--Ve con amigos que yo voy con mis primas”, me dijo. Justo ese domingo se empeñó mi madre en ponerme pantalones cortos ¿Cómo iba a ir yo a un guateque en pantalón corto?
Güenijimo, sigue ...