A Francisco Tomeu Navarro se le recuerda en El Puerto como alcalde y concejal republicano entre 1931 y 1936[1], pero este humilde y autodidacta barbero portuense es mucho más que eso y debe ser recordado con respeto y admiración por el movimiento obrero, librepensador, socialista y republicano de nuestra ciudad.
Francisco Tomeu Navarro nació en el n.º 51 (actual n.º 57) de la calle Pozuelo (Federico Rubio) el 4 de febrero de 1873, una semana antes de que se proclamara la Primera República. Fue el primer hijo del matrimonio formado por el marinero portuense Antonio Tomeu Astarloa y la también portuense Carmen Navarro Rendón, ambos analfabetos. Su siguiente hermana, Rosario, falleció a los pocos meses de nacer, y en los años siguientes nacieron su hermana María Manuela, y sus hermanos Antonio y Pedro, este último en 1890, con el que se llevaba nada menos que 13 años de diferencia.
En el Padrón de habitantes de 1888, y en la misma casa donde nació, Francisco tenía 15 años de edad y ya constaba con la profesión de barbero ayudando a la pobre economía familiar. Esta sería su profesión durante más de cuarenta años. Su hermano Antonio, poco tiempo después, trabajará de marinero como su padre.
Su primera aparición pública como librepensador
Desde el año 1884 hay constancia de que la célebre revista librepensadora y republicana dirigida por Antonio Lozano (Demófilo) y Ramón Chíes, Las Dominicales del Librepensamiento (Madrid), se distribuía ampliamente en El Puerto de Santa María de manos del joven «conductor» de la Escuela Superior de la calle Luna, José Donadeu Sánchez, que actuaba como corresponsal, así como en la librería e imprenta de la Viuda e Hijos de Mariano Caire, situada en el antiguo n.º 121 de la calle Larga.
Con fecha de 1 de enero de 1891, escribían desde El Puerto para Adherirse a Las Dominicales, en primer lugar, Román Jiménez Ruíz, quien aseguraba que en el año que llevaba leyendo la revista había «robustecido mis convencimientos racionalistas y quiero hacer público mi librepensamiento». A continuación era Francisco Tomeu Navarro, con tan casi 18 años, quien aprovechaba la adhesión de su «amigo y maestro Jiménez» para declararse «nuevo librepensador» y terminaba saludando a la revista con un ¡Viva la República![2]. Este «maestro» de Tomeu, que le introdujo en el mundo del librepensamiento y del republicanismo, Román Jiménez, era un zapatero gaditano de 34 años, pero criado en El Puerto, que vivía en la C/ Santa María nº 6, casado con la portuense Manuela Moreno Carmé, y con cuatro hijos.
El 19 de octubre de 1892, después de haberse tenido que clausurar el Congreso Librepensador de Madrid por orden gubernativa, entre los numerosos telegramas de solidaridad que recibieron los directores de Las Dominicales, en calidad de organizadores, se encontraba uno de Francisco Tomeu enviado desde El Puerto, donde decía «¡gocen cuanto puedan los miembros del gobierno de la Restauración!, pero eso no detendrá en lo más mínimo las corrientes progresivas que darán paso a la tan suspirada Libertad. ¡Viva el librepensamiento! ¡Abajo la intolerancia!»[3].
Casi un año después, el 15 de octubre de 1893 falleció, en medio de una gran consternación del mundo librepensador, Ramón Chíes. Las páginas de Las Dominicales se llenaron de cartas, poemas y artículos recordando al insigne republicano de 48 años. Dos días después, desde El Puerto de Santa María, Francisco Tomeu se unía a las generales condolencias con una carta de la que extractaban lo siguiente: «Sorpresa y dolor me causó el leer en El País el fatal desenlace que ha tenido la enfermedad de Ramón Chíes. Día de duelo sería el de ayer para la España librepensadora. Ramón Chíes, el incansable propagandista, el gran repúblico, el apóstol del librepensamiento murió. ¿Quién llenará el vacío que deja en la sociedad?»[4].
En enero del año siguiente, comenzó en el semanario librepensador la campaña «Suscripción pública para honrar la Memoria de Ramón Chíes». Hasta el mes de mayo no aparecerá la donación de un portuense; se trataba del joven intérprete-traductor de Sanidad Marítima y posterior empleado cesante José BononatoHerrero[5]. Cuando la recaudación ya alcanzaba más de 5.500 pesetas, el 14 de septiembre de 1894, Francisco Tomeu y José Balbuena[6] hacían una donación de 1 peseta cada uno para el monumento a Chíes[7].
En los años siguientes, el barbero Francisco Tomeu seguía soltero y continuaba viviendo con sus padres y hermanos en la misma casa de la calle Pozuelo, aunque en los años 1897, 1898 y 1899 el domicilio familiar será San Bartolomé, n.º 33, en la esquina de su anterior vivienda. Su hermano Antonio había dejado la ocupación de la mar y ahora tenía la profesión de «chacinero».
Tomeu se acerca al socialismo libertario: Revista Blanca
Francisco Tomeu, siendo director de El Sudor del Obrero (El Puerto de Santa María) en su tercera época, julio de 1914, en el último número de dicho semanario tras su dimisión[8], decía que «al dejar de pertenecer a la Agrupación Socialista por el año 1901, hube de seguir y sigo siendo, socialista libertario; ya por aquella época hice en El Progreso y en La Revista Blanca mis primeros pinitos como tal».
No he podido comprobar sus colaboraciones en El Progreso, diario que Alejandro Lerroux fundó en Madrid el 31 de octubre de 1897, al dejar la dirección de El País (diario oficial del Partido Republicano Progresista de Ruíz Zorrilla), y que fue nuevo órgano de los republicanos progresistas hasta el 31 de mayo de 1898. Por tanto, en esos escasos seis meses Tomeu debió escribir en el periódico de Lerroux, sin saberse el alcance de tal colaboración.
Pero de lo que sí hay constancia es de sus escritos en La Revista Blanca, revista quincenal de «Sociología, ciencia y arte» que fundó en Madrid un matrimonio de conocida ideología anarquista y libertaria, que había vuelto del exilio tras ser acusado en los célebres Procesos de Montjuic contra los anarquistas: Teresa Mañé, que firmaba con el seudónimo de Soledad Gustavo, y Juan Montseny (Federico Urales), padres de la futura ministra de la CNT Federica Montseny. El primer número vio la luz el 1 de julio de 1898, casi dando el relevo a El Progreso, y donde colaboraron numerosos personajes no solo del anarquismo en su vertiente más obrerista y colectivista, sino también del republicanismo y del socialismo. En La Revista Blancahabrá espacio para una sección llamada Tribuna del Obrero, y ahí es donde publicará Francisco Tomeu Navarro en varias ocasiones. Al no estar digitalizada en la Biblioteca Nacional los primeros años, no se puede conocer la frecuencia de esta colaboración, pero sí se tiene constancia de que en el ejemplar n.º 3 del 1 de agosto de 1898 publicó «Sin epígrafe»[9]; en el ejemplar del 1 de enero de 1899 publicaba «El robo»[10]; en el n.º 23 del 1 de junio de 1899 apareció su artículo «Adelante»[11], y que en el n.º 34 del 15 de noviembre de 1899 se pudo leer «Un cuento corto que parece historia»[12]. Con esto queda demostrada la consistente presencia del joven barbero portuense en este importante medio anarquista, librepensador y obrerista de la época.
Como ejemplo de lo que entonces escribía Tomeu, en su texto «Sin epígrafe» (1898) sobre la guerra de Cuba manifestaba: «Se asesina a una generación de pueblos hermanos por no perder un pedazo de territorio cuyos pobladores pretendieron, pretenden y pretenderán, porque es ley de progreso ¡ser hombres, ser libres!, y por no perder un pedazo de territorio se lucha (…) como si al perder ese suelo para España, y aun cuando fuera de raza latina, se perdiera para la humanidad y para el progreso».
En la polémica con el socialista A. Renato Gómez en las páginas de El Sudor del Obrero, éste afirmará que Francisco Tomeu participó activamente en la fundación oficial de la Agrupación Socialista de El Puerto en agosto de 1899, ostentando Tomeu el cargo de Secretario Segundo de la junta directiva[13]. Es decir, justo en la misma etapa en la que colaboraba con La Revista Blanca y con el siguiente medio librepensador que paso a comentar.
Colaborador en la revista satírica ‘El Motín’
Francisco Tomeu Navarro adquirirá en el último año del siglo XIX una gran relevancia en el más importante semanario librepensador y anticlerical, El Motín (Madrid), que había fundado José Nakens y dirigido por Juan Vallejo Larrinaga en abril de 1881. Esta constituye otra etapa totalmente desconocida en la vida de este personaje portuense.
Tomeu comenzará su colaboración en el ejemplar del 16 de marzo de 1899 en forma de carta al director de la revista y que tituló «Los obreros y los beatos». Lo firmaba como «Francisco Tomeu» y estaba fechado el día 10 de ese mes en El Puerto de Santa María.
Muy querido amigo: Como todos los años por esta época, la crisis de la clase obrera llega a un grado superlativo: si no es más grande que las anteriores, se siente mucho más; como que, según el dicho vulgar, llueve sobre mojado.
Los jornaleros acuden casi diariamente al ayuntamiento en busca de un poco de caridad oficial, que, trocada en un mendrugo de pan, acalle algún cauto el hambre que padecen. Y nuestro padre municipal, que por lo visto no reconoce como hijos a los jornaleros, sin duda por lo mucho que les ha explotado, se hace el sueco.
Pero allí donde falta la caridad oficial, acude solícita la cristiana con su óbolo santo a enjugar lágrimas del pobre. Así, pues, ha ocurrido que las hermandades del Santo Entierro y el Santísimo Cristo de la Humildad han acordado postular por las calles de la población... para sacar las imágenes en procesión el Jueves y Viernes Santo…
La suscripción alcanza ya centenares de pesetas, suscripción y pesetas de las que no me ocuparía si en la lista de donantes no figurasen nombres de conocidos republicanos, y, lo que es más sensible para mí, ¡el de una sociedad obrera!
(…) ha sonado la hora de que no haya más que dos partidos: o con la Iglesia, o contra la Iglesia; los términos medios son sospechosos en ambos campos.
En cuanto a esos liberales que creen en un Dios todo bondad, ¿qué hemos de decirles, sino que a los ojos de Dios sería más grato que cuidasen del prójimo y no de los santos?
Y conste que, aun cuando digo esto conmovido ante la miseria que sufre la clase obrera, soy de los que sostienen que el obrero no debe recibir ni pedir limosna que denigra, sino trabajo que dignifica.
Dos semanas más tarde, en el ejemplar del 30 de marzo publicaba Tomeu otra carta fechada en El Puerto el día 15, pero esta vez iba dirigida a su «amigo J.B., oficial tonelero». El motivo de la misma tenía que ver con el donativo anterior de «una sociedad obrera», y que ahora desvelaba que era la Sociedad de Toneleros.
Su amigo J.B. le reprochaba que no había tenido en cuenta que la Sociedad de Toneleros tenía poco tiempo de existencia y «que no debían oponerse abiertamente contra la hipocresía reinante»,
que los religiosos pueden ser considerados como los amos, son los que ejercen la autoridad detrás de la cortina; y que, por lo tanto, haberles dado una negativa rotunda hubiera equivalido a ponerse en evidencia y firmar la orden de disolución de la Sociedad de Toneleros.
Tomeu rebatía las ideas de su amigo, haciéndole ver que si los toneleros se habían constituido en Sociedad frente a la clase capitalista, desde ese mismo momento se habían posicionado como enemigos de los explotadores, y no debería preocuparles que los curas los considerase de la misma forma. Y...
...por otra parte, si los toneleros se han asociado no ha sido por la magnanimidad de los gobernantes; lo están porque para ello lo autorizan las leyes, leyes asentadas en nuestro Código, gracias a que nuestros padres las conquistaron con su sangre; leyes por las que debemos velar...
En los siguientes meses, José Nakens, que lo felicitaba «por haber tenido el honrado valor de decirle la verdad a los suyos, rompiendo convencionalismos perjudiciales, y buscando por el camino de la verdad una regeneración que jamás llegaría por el de la mentira», siguió publicando sus trabajos «El número», «Nocedal achicado», «Mis reflexiones», -donde hablaba de la necesidad de educar a los obreros, y que ...sería irrisorio esperar que los de arriba emprendieran tan humanitaria labor. Esos grandes legisladores que acaparan los destinos del mundo, solo se ocupan, como ya he dicho en La Revista Blanca, del presente que les rodea, y tiénenles sin cuidado la formación del hombre del porvenir-, y el famoso «Las Chapas», que se pudo leer en el ejemplar del 30 de septiembre de 1899. Con ese título Tomeu, que no era republicano, sino socialista obrerista o libertario, se refería a la chapa de metal con el Sagrado Corazón de Jesús que como «detente» se ponían en esa época en las puertas de muchas casas católicas. Así comenzaba:
Aquí, en El Puerto de Santa María, un republicano y federal, don Ramón Arvilla, ha colocado en la puerta de su casa esa chapa, símbolo de reacción y carlismo.
Concibo que algún republicano, bien por falta de magín, o bien por exceso de pusilanimidad, no se atreva a combatir a la Iglesia; pero de esto a arrojarse en brazos de la reacción hay mucho trecho, y máxime si el que lo hace es persona ilustrada, que sabe mejor que yo los cadáveres que tiene que pisar y el río de sangre que vadear para ir desde el campo republicano a las tiendas del carlismo.
Estos hechos alejarán poco a poco al pueblo de las fracciones republicanas; porque se dice, y con lógica: si los federales, que son los más avanzados, hacen esto, ¿qué no harán los demás?
Efectivamente Ramón Arvilla Colom en abril de 1893 era uno de los dos secretarios de la Junta directiva del Partido Republicano Federal en El Puerto. En «Gente del Puerto» se pueden leer algunos datos de su biografía, así como más información sobre esta polémica, aunque sorprende que no se relacione al autor del artículo en El Motín con el futuro alcalde republicano de El Puerto de Santa María, Francisco Tomeu Navarro[14].
El escándalo tuvo repercusión a nivel estatal y se comentó en numerosos medios de prensa. El corresponsal portuense del semanario obrerista de Cádiz La Lucha[15] escribía que en el debate se situaron a favor de Arvilla, «sosteniendo que el oscurantismo era compatible con la Democracia», el médico Rafael de la Riva y el poeta José Carrajal, mientras que por otra parte, «para esclarecer los hechos y que resplandeciera la verdad», habían participado los «ciudadanos Tomeu y Canónica[16]», a quienes felicitaban de todo corazón.
Al año siguiente, el 15 de septiembre de 1900 el periódico se dirige al corresponsal de El Puerto de Santa María «F.T.», que no puede ser otro que Francisco Tomeu, y le dice:
No se preocupe usted de esa pequeñez. Ni ahora ni nunca.
Tiene usted razón. El pueblo español es hoy como lo pinta; oye un discurso de Nocedal y lo aplaude, oye otro a Pablo Iglesias y lo mismo; y luego va a oír un sermón en que se combate rudamente las ideas socialistas, y sale satisfecho.
En vista de esto, ¿cómo ha de venderse ahí El Motín? Lo primero que se necesita para saber leerlo, es tener sentido común y vergüenza, aunque no sea muy exageradamente.
Quizá sea por esta confesión de que El Motín ya no encontraba lectores en El Puerto, o por otro motivo, el caso es que Francisco Tomeu dejará de colaborar en esta prensa anticlerical y librepensadora y se volcará en la obrerista y socialista El Sudor del Obrero (1902), «Órgano de las Sociedades y de la Agrupación Socialista Obrera de El Puerto de Santa María».
Epílogo. Tomeu, industrial
Al principio dije que Francisco Tomeu fue barbero durante más de 40 años, y no es porque se jubilara. La razón de su cambio de ocupación tiene su origen en una terrible tragedia familiar que conmocionó a El Puerto. Su hermano pequeño Pedro Tomeu Navarro, activo emprendedor con negocios en Puerto Real y Rota, había conseguido ser el propietario de una estación de servicio, de gasolina y aceites para barcos, situada en la calle Pozos Dulces. Pues bien, el 12 de abril de 1929, Pedro y Primo Díaz Vélez fueron citados al domicilio del armador Francisco García Rico, apodado «El Saboné», para tratar de zanjar la cuantiosa deuda que mantenía con ambos, y que en el caso de Pedro Tomeu ascendía a 33.000 pesetas, el valor de haberle suministrado gasolina para su barco en los últimos dos años. El resultado de la «visita» fue que el armador cogió una escopeta y le pegó un tiro a cada uno falleciendo Primo en el acto y Pedro en el Hospital al día siguiente[17]. Por este motivo, Francisco Tomeu se hará cargo del negocio de su hermano, y el barbero se convirtió en «industrial» y de esta manera concurriría a las elecciones de abril de 1931.
Como concejal repuesto tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, donde ganaron las izquierdas del Frente Popular, Tomeu acudirá a los plenos municipales de esos meses. Su antiguo partido republicano-socialista (el PRRS) se había disuelto en septiembre de 1934, y muchos de sus miembros se incorporaron a la Unión Republicana, como es el caso de Tomeu[18], que acudió al Pleno del Ayuntamiento la tarde del 17 de julio de 1936 y de él nunca más se supo; ni fue detenido ni fusilado. El 6 de agosto de 1941 se comunicaba un expediente a su nombre del Tribunal de Responsabilidades Políticas[19], junto a los vecinos portuenses José Plata López y Francisco Diaque, ambos de Union Republicana. Plata pasó al bando republicano luchando en las milicias antifascistas, en la 80ª Brigada Mixta y posteriormente se exilió en México; Diaque fue detenido en El Puerto y fusilado en agosto de 1936.
¿Quizás Tomeu marchó al exilio? Él y su hermano Antonio estaban solteros, así que solo los descendientes de sus sobrinos Fernández Tomeu, hijos de su hermana María Manuela[20], quizás algún día nos puedan contar lo que falta de esta historia. | Texto: Manuel Almisas Albendiz.
NOTAS
[1] Ver Nótula n.º 2.036 de Gente del Puerto (2014): https://www.gentedelpuerto.com/2014/03/03/2-036-francisco-tomeu-navarro-alcalde-del-frente-popular/
[2] En Las Dominicales del Librepensamiento (Madrid) del 10 de enero de 1891.
[3] En Las Dominicales del Librepensamiento (Madrid) del 28 de octubre de 1892.
[4] Ejemplar del 25 de octubre de 1893.
[5] En el Padrón Municipal de 1888 tenía 26 años, vivía en la C/ Diego Niño n.º 24 , estaba casado con la portuense Aurora Ramírez Pérez, y ambos tenían un hijo pequeño, Manuel Bononato Ramírez.
[6] José Balbuena entre diciembre de 1882 y julio de 1885 fue uno de los primeros firmantes de media docena de telegramas que un grupo de portuenses enviaron a El Globo (Madrid) -órgano del Partido Demócrata Gubernamental, también llamado Partido Republicano Histórico- felicitando a Emilio Castelar por sus «elocuentísimos discursos» en las Cortes. Este Partido Republicano Histórico se integró en el Partido Liberal en 1890.
[7] Mausoleo que hoy día puede verse en el Cementerio civil de Madrid.
[8] Ejemplar del 18 de mayo de 1915.
[9] Tomado de G. Zaragoza Ruvira, «La guerra del 98 y los anarquistas españoles a través de varias publicaciones», Estudis: Revista de historia moderna, 1998, Nº 24.
[10] Tomado de La Autonomía-diario republicano (Reus), del 4 de enero de 1899.
[11] Tomado de «El siglo XIX en España-Doce Estudios», de Jover Zamora y Ródenas Vilar, Ed. Planeta, 1974.
[12] Tomado de G. Zaragoza Ruvira (1998).
[13] En la nótula 2.038 ya mencionada, firmada por Santiago Moreno Tello, se afirma que junto al barbero Tomeu, se encontraban en esta refundación «los toneleros Alfonso Fernández y Diego Velásquez y el viticultor Francisco Figueroa».
[14] https://www.gentedelpuerto.com/2014/10/27/2-274-ramon-arvilla-colom-los-detente/
[15] Ejemplar del 8 de noviembre de 1899.
[16] Francisco Canónica Muñoz, era un «empleado» que vivía en la misma calle de Tomeu, pero en el número 17, y era de familia obrera, pues su padre era albañil (Padrón de 1886).
[17] Para las personas interesadas: El atentado se detalla en el artículo «La fundación del pósito de pescadores en 1921», de José Ferrer Andrade. Revista de Historia de El Puerto, nº 45, 2010 (2º semestre), 137-153. Así mismo, cuando se celebró el juicio al año siguiente, en El Noticiero Gaditano del 15 de febrero de 1930 se publicó el informe del fiscal con todos los pormenores de lo ocurrido.
[18] Tomado de Juan Gómez Fernández, «Logias y masones en El Puerto de Santa María (1869-1936)», en Revista de Historia de El Puerto, nº 59, 2017 (2º Semestre), 49-98.
[19] Boletín Oficial de la Provincia de Cádiz del 17 de junio de 1941, pág. 3.
[20] En el Padrón de 1920, Francisco Tomeu y sus hermanos solteros vivían con la familia de su hermana Manuela, encabezada por el «dulcero» Manuel Fernández Rodríguez en la calle Federico Rubio, n.º 2.