El pasado jueves 23 de diciembre daba la última clase y se jubilaba una de las personas más importantes de mi vida, mi compañera Teresa Morato, “la Teresona”, “la Directere” … Mucho más que una compañera, que una amiga, casi una hermana, hemos crecido juntos durante casi 40 años. Como ella dice tiene más años a mi lado que mi mujer y mi hija juntas. Tan solidaria como siempre ha aplazado los actos de su jubilación hasta el final de este curso para hacerlos junto a la que ha sido su amiga de la infancia y su compañera del alma, Jany que se despedirá en junio de las aulas y del proyecto educativo que han sostenido durante casi 40 años. Porque lo han sostenido ellas –con Carmen, Lola, Lucía, Inma, Manoli y tantas otras maestras gigantes– mientras los maestros nos dedicábamos a colgarnos medallas literarias y de las otras.
Hoy le quería dedicar a Tere este fragmento de “Cardito de Puchero III. “La Pringá”. Lo demás se lo iré diciendo en los cafés que aún me tengo que tomar con ella o en la fiesta que les haremos cuando llegue junio y el verano nos permita encuentros y abrazos.
“…Y yo podía hacer todas estas cosas –conferencias, presentaciones, recogidas de premios, etc…— distrayéndome de mis tareas en el Centro porque Carmen y Tere estaban al timón. Por eso, cuando en medio de una cascada de jubilaciones de las que ya hablé en otro capítulo, es la Carmen, “la maestra de los rizos”, mi directora la que anuncia su jubilación, mi confortable mundo se vuelve a sacudir. Lo anunció con tiempo, casi un lustro antes cuando emprendió su tercer cuatrienio de mandato. Y Tere y yo, que éramos los recambios mas naturales, los sucesores más lógicos empezamos a vender las virtudes del otro como candidato, sacudiéndonos el muerto y la responsabilidad. Tere quería disfrutar plenamente su cercana y previsible “abuelitud” y renegaba de un cargo que le robaría tiempo de viajes y mimos. Yo reclamaba que ya cumplí antaño mis responsabilidades y que ahora mis prioridades iban por otro lado, sobre todo por los sueños literarios.
Fueron muchos “tiros” en las comidas colectivas o cada vez que Carmen sacaba a colación su próximo retiro. Pero finalmente, cuando pude hacer las cuentas definitivas y la fecha de mi posible jubilación casi se solapaba con la de Carmen, Tere aceptó definitivamente el encargo y empezamos a trabajar para garantizar una “sucesión” que garantizara, al menos por otro lustro corto, la continuidad de nuestro proyecto.
Si el paso delante de Carmen en su día me asombró, debo decir que el de Tere no me pilló de sorpresa: yo había visto a Tere a lo largo de los treinta años que habíamos trabajado juntos y estaba seguro de que, llegado el momento, afrontaría el reto. Y así fue.
Pero lo que si me ha sorprendido es la estatura que Tere ha alcanzado en el proceso de formarse y de empoderarse como hizo Carmen, para tomar en sus manos la dirección del Centro. Leyó, estudió, preguntó y pidió ayuda a cuanta persona podía colaborar y hoy, cuando escribo estas líneas, recién jubilado, me cuesta trabajo reconocer en Tere a aquella jovencita preciosa de pelo largo y carácter un pelín apocado con las que me encontré hace treinta y cinco años en el patio del ayuntamiento viejo, que por aquel entonces era el ayuntamiento “nuevo” en la Plaza del Polvorista, aquella casi adolescente que reconocía no saber “de muchas cosas” pero que tenía un tesón y unas ganas de aprender infinitas. La afinidad ideológica, política, militante, que al principio me unía mucho más a Pepe y a Jani dio paso, con el tiempo, a una maravillosa sensación de fraternidad con mi “Teresona”.
Tere me pidió colaboración para hacer el proyecto de dirección que debía presentar con su candidatura y ese proceso de verla creando, reflexionando, redactando y posteriormente defendiendo el proyecto ante la comisión correspondiente me ha vuelto a asombrar. Quizás por ello, cuando en la formación de la comisión que debía evaluar su proyecto, la inspectora de turno nos demandaba “neutralidad afectiva” con respecto a la candidata, yo no pude por menos que comentar que eso era prácticamente imposible en este caso, que tras treinta y cinco cursos juntos, “la candidata” era para mí muy poco “neutra” en lo afectivo y si terminé por callarme y mentir en la parte de la declaración que me pedía ese detalle, fue por no complicar el acceso de mi amiga a la dirección del centro.
| De izquierda a derecha, Juan Rincón, Jani Martínez, José Donat y Tere Morato Molina
Si en algún momento de mi vida, mi exagerada vanidad me alertaba sobre el peligro de que este proyecto educativo al que tanto de mi vida he dado se pudiera venir abajo tras mi jubilación, hoy, en 2019, miro con orgullo a mi centro y veo en Tere, en Jani, en Manolo, en Mar, en Jesús, en Lucía, en Paz, en Mercedes, en Juanma, en Pablo, en Víctor, en Noelia, el brillo de la ilusión y las ganas por seguir trabajando.
Me jubilo con un centro vivo y potente. Más de mil personas acuden a sus aulas en dos turnos, diez planes distintos y con tantos horarios y niveles que contarlos daría para otro libro como este. Doce maestras y maestros, dos porteros y una limpiadora se encargan de la infraestructura pero la fuerza, las ganas y la ilusión la ponen ese millar de voluntades que orbitan alrededor de sus aulas: apretando el lápiz y garabateando palabras como las primeras alumnas que tuvimos, como si les fuera la vida en ello; o saludando y cantando en inglés dando saltos sobre la vergüenza y la indecisión; o desafiando el software de los malditos ordenadores para sacar de ellos textos y sonrisas; o componiendo poemas y cuentos sobre la Paz; o desentrañando ecuaciones perversas que entregan el título de Graduado a cambio del valor de las equis y la íes; o aprendiendo a cuidarnos y cuidar a nuestra gente; o investigando el valor de nuestro patrimonio a lo largo de las calles y las plazas de nuestro pueblo o de otros pueblos para poner en valor nuestra Andalucía o… Ahí están.” | Texto: Juan Rincón Ares.
Tere, buena profesora y mejor persona.
La tuve como profesora el el centro que había en la calle Gatona.
Siempre enseñando con paciencia infinita con una sonrisa en la boca.
Conseguí sacarme la E. G. B gracias a que supo motivarme e inculcarme la idea que si se quiere se puede.
Muchas gracias por todo Tere.
Espero que disfrute de su merecidisima jubilación