Javier de Burgos había nacido en El Puerto de Santa María en 1842, pero desde muy joven residió en Cádiz donde se dedicó al periodismo y la literatura. Sus primeros éxitos con la obra ‘De Cádiz a Sevilla’ y con el sainete ‘Il dilettanti’, le impulsaron a trasladar su residencia a Madrid, donde lograría infinidad de triunfos y enorme popularidad. Muchas de sus obras y zarzuelas, que paseó por toda España, están ambientadas en Cádiz, como Trafalgar, La boda de Luis Alonso, el baile de Luis Alonso, Cádiz o La familia de Sicur, esta última con escenas en la calle de la Plata y en la plaza de Mina. La parte musical de la mayor parte de sus obras fueron compuestas por su amigo y también gaditano, el genial músico Gerónimo Giménez.
Su popularidad, ingenio y buen humor le hacían centro de las numerosas tertulias que había entonces en la capital de España, donde no cesaba de cantar las excelencias y bondades de nuestra tierra. En 1895, el Gobierno decidió enviar varios ministros a Cádiz para la botadura del crucero Emperador Carlos V, el mayor buque de guerra construido en España hasta ese momento, en los astilleros gaditanos de Vea Murguía. La prensa de Madrid también fue destacada a Cádiz para cubrir el acontecimiento y Javier de Burgos vio la gran oportunidad de mostrar la ciudad a sus numerosos amigos periodistas y literatos. Hasta 18 periodistas, entre ellos Alejandro Lerroux, se alojaron en el Hotel de Cádiz para enviar sus crónicas a Madrid.
| Botadura del crucero Emperador Carlos V, el mayor buque de guerra construido en España hasta ese momento, en los astilleros gaditanos de Vea Murguía.
El famoso periodista Luis Taboada, cronista de El Imparcial, Blanco y Negro y La Ilustración Española y Americana, relataba que en el tren con destino a Cádiz Javier de Burgos anunciaba las excelencias que iban a ver en su ciudad:
—“¡Qué mujeres! ¡Qué calles! ¡Qué manzanilla! y sobre todo, ¡qué tiempo tan extraordinario!, nada del frío y la lluvia que soportamos en Madrid. El tiempo de Cádiz es el mejor de toda España con gran diferencia”.
El domingo 10 de marzo, dos días antes de la botadura, Burgos llevó a sus amistades a almorzar a la Taberna La Escalerilla, en el Campo del Sur, donde, según decía, estaba la mejor manzanilla de la provincia. Nada mas empezar la comida, el tiempo comenzó a empeorar de repente y un furioso temporal se desató sobre la ciudad. El viento y la lluvia destrozaron los cristales de la taberna, la lluvia caía sobre los comensales y el almuerzo, lógicamente, tuvo que ser suspendido mientras los periodistas buscaban refugio en el interior de la casa.
Pasado un buen rato, Burgos animó a sus compañeros a acudir a un café de la calle Ancha para hacer tertulia con otros amigos. Hasta allí se dirigía el grupo cuando al pasar por la calle Compañía arreció el temporal, derribando a uno de los componentes del grupo, mientras dos de ellos perdían el sombrero. Taboada no pudo resistir más tiempo y dirigiéndose al autor gaditano le dijo:
—Javier, ¿este es el delicioso tiempo de Cádiz del que tanto nos hablas? A lo que Burgos contestó sin inmutarse: —De vez en cuando tenemos un día regular.
Lo que Taboada, Burgos y los demás acompañantes supieron poco después es que Cádiz había sufrido uno de los mayores temporales que se recuerdan y que a consecuencia del mismo se había hundido en aguas del Estrecho el crucero Reina Regente con 420 tripulantes. Muchos edificios de la ciudad sufrieron importantes daños y hasta la botadura del Carlos V estuvo a punto de suspenderse.
En los años posteriores, Javier de Burgos siguió con su idea de dar a conocer la capital en toda España. Fue el organizador de las conocidas visitas de los intelectuales madrileños a los Carnavales de Cádiz de 1897 y 1898 y que fueron reflejados en los más importantes periódicos de España, que dieron a conocer y popularizar nuestros festejos mucho más allá de nuestra provincia.
Falleció en 1902 en la más absoluta miseria, pese a haber obtenido triunfos con sus populares zarzuelas hasta muy pocos meses antes. Su amigo el periodista Ortega Munilla relató que el autor gaditano falleció rodeado de su mujer, de su hija y de sus amigos y sin perder el buen humor característico. Pidió un sacerdote, confesó y comulgó y siguió derrochando ingenio y haciendo reír a todos hasta quedar desvanecido.
Sus íntimos amigos Rafael de la Viesca, Eduardo Benot y Agustín Moyano, dirigieron un escrito al Ayuntamiento de Cádiz solicitando una pensión para la mujer y la hija del “que tanto amó a Cádiz”. Desconocemos si esta gestión de sus amigos tuvo algún éxito.
Poco después el Ayuntamiento acordó dar su nombre a la antigua Cuesta de la Murga, situada junto al Teatro Cómico, escenario de muchos de los éxitos de este singular autor, enamorado de Cádiz y excelente embajador de nuestra ciudad. En El Puerto de Santa María, la calle Descalzos, (por el antiguo convento que allí existió), y que transcurre entre las calles Cielos y Ribera del Río, fue rotulada con su nombre. | Texto: José María Otero.