Acaba de terminar Halloween, una fiesta venida de fuera que ha llegó para quedarse. Yo encantado, porque a mí me gusta celebrar hasta los funerales y, dependiendo de quién sea el difunto, más. Lo que pasa que aquí el difunto es nuestra cultura.
Las brujas, los esqueletos, los zombies, las calabazas y todas esas cosas terroríficas han hecho aparición este pasado fin de semana por las calles de El Puerto, a bombo y platillo. Y mientras toda esta caterva de criaturas hacía aparición, no había atisbo del Tenorio de Zorrilla, Efigenia, Rigomano o el Don Juan de la Plasmatoria de Muñoz Seca. Ni estaban ni se les esperaba, que estamos en El Puerto de Santa María ¡Por el amor de Dios! A tu casa vendrán y de tu casa te echarán.
Y es lógico que ocurra así, porque a la ciudadanía le gusta una víscera y un muerto harapiento más que a Germán una foto. El pueblo manda. O eso nos hacen creer.
Oigan, que hasta aquí todo correcto; lo de las vísceras, lo del muerto y lo de Germán con la foto. Todos están en su derecho. Todos a disfrutar del festival callejero montado para el puente de todos Los Santos. Una iniciativa que ha resultado ser un éxito para algunos y un rollo para otros, porque de todo tiene que haber. Yo ahí no entro.
Lo que me preocupa es que nada nos sale bien en esta ciudad y siempre que ganamos algo por un lado, terminamos perdiendo por otro.
En este caso hemos ganado una cabalgata gracias a la gestión del Ayuntamiento y hemos perdido un festival, gracias a la mala gestión y los ninguneos del mismo. El balance ya se lo digo yo: salimos perdiendo con el cambio.
Perdón. He dicho que nada nos sale bien en esta ciudad, error y corrijo: Nuestros políticos nunca están a la altura en lo que a gestión de patrimonio, fiestas y cultura se refieren. Y esto, en el Ayuntamiento de El Puerto, viene ocurriendo desde antes de estar Caraballo de asistente. Tenía el ayuntamiento puestas dos piedras del edificio.
El problema es que al final, la resaca de tanto festival de incompetencia lo terminan pagando la cultura y los portuenses.
El pasado lunes conocíamos de manos de los organizadores del Festival de Insomnia, de Cine Fantástico, que tras semanas organizando y preparando un pasaje del terror basado en La Purga, se quedaron con las ganas. Bueno, «se quedaron», no: los dejaron con las ganas, desde el Ayuntamiento y su organización, que no supo estar a la altura de las necesidades. Los dejaron a ellos y a quienes tenían pensado vivir la experiencia.
Los responsables de Insomnia no querían entrar a enumerar las vicisitudes que han tenido que aguantar durante las diferentes ediciones del festival por parte de los diferentes consistorios que han pasado por la ciudad. Siete años de festival, pasando fatigas para sacarlo adelante, es un vaso a punto de rebosar. Lo de este Halloween ha sido la gota que lo ha colmado.
Otros que se bajan y ya no aguantan más. Ya pasó con Monkey Week, de música, tras ocho ediciones en El Puerto, lugar de nacimiento del festival, se marcharon a Sevilla para crecer. Vale, aceptamos barco. Pasó también con el Shorty Week, de cine y cortometrajes. Se fueron a Cádiz por ser un entorno con más posibilidades. Vale, también aceptamos barco. Mosqueaos ya, pero lo aceptamos. Ahora ocurre con Insomnia, solo que esta vez, sus promotores han hablado alto y claro sobre el ninguneo y desinterés que han sufrido año tras año.
Lo de siempre: nace la idea aquí, crece y se marcha. De El Puerto al mundo, por carajotes. Ocurre con los festivales y ocurre con nuestros artistas y colectivos culturales. Ojalá fuera esto una película de Ciencia Ficción.
Lo de nuestro Ayuntamiento –los de ahora, los de ayer y los de anteayer — con nuestra cultura y nuestro patrimonio no es mala suerte, es incompetencia; lo de estos incompetentes con nuestros artistas no es incompetencia, es desinterés.
¿Miedo de los muertos y los fantasmas? Miedo me dan a mí la gestión de las extrañas criaturas que entran cada cuatro años en los despachos de nuestro ayuntamiento.
Todo mi apoyo a la gente que viene con ganas e ideas — como a los promotores y creadores de Insomnia—, porque hace falta armarse de valor y paciencia para bregar con esta tropa, aún más en tiempos donde todo es reguetón, bailes de tik tok y servicio de postureo de cara a los clientes.
Siempre nos quedará la provincia para disfrutar de estas iniciativas y aquí, mientras nos quedaremos con los macro botellones de verano para que el Puerto vuelva, a no sé adónde ni a ser no sé muy bien qué. | Viñeta y texto: Alberto Castrelo
Nunca podré entender cómo las autoridades educativas permiten que se fomente esta fiesta importada en nuestros centros educativos. Primero porque no forma parte de nuestra tradición, si lo que queremos es disfrazarnos, para ello tenemos nuestros carnavales y, por otra parte, están los mensajes negativos que se les inculcan a los pequeños. El tan famoso "trato o truco" no deja de ser un chantaje o una amenaza ¿ que le estamos enseñando a los niños, que si no me das lo que te pido te voy a llenar la fachada de huevos rotos o esparcir rollos de papel higiénico por el jardín?. Tampoco podemos olvidarnos del mal que se hace a la alimentación sana cuando , con esta fiesta, se está estimulando el consumo de golosinas. Por más que lo pienso no encuentro ningún objetivo educativo que justifique la celebración de esta fiesta en en las aulas de los menores.
Excelente artículo !
Una pena enorme , dejar escapar las oportunidades de crecimiento que hemos tenido.