Esta nótula (que mostramos en tres partes) la dedicamos a las imágenes Dolorosas ataviadas de luto por los difuntos en los templos de El Puerto de Santa María. Repasamos la relación de los colores de su indumentaria con la liturgia y concretamente el negro, recordamos los precedentes --desde la condesa de Ureña en el siglo XVI a la Macarena en 1920-- y reseñamos con fotografías recientes las Dolorosas portuenses enlutadas en noviembre. | Ilustración: Grabado con la Virgen de la Soledad de El Puerto. Vanderheyden, 1780.
Quienes visiten los templos durante el mes de noviembre observarán que la mayoría de las imágenes marianas de las cofradías de penitencia visten de negro. La religiosidad popular, tan arraigada en la tradición cultural andaluza, se manifiesta también en las hermandades cuando llega este mes. Así queda atestiguado en su indumentaria de luto.
Colores y liturgia. El negro
La Iglesia conmemora el 2 de noviembre la festividad de los Fieles Difuntos para rezar por sus almas y, en las cofradías, suele hacerse extensivo a todo el mes en recuerdo a los hermanos fallecidos. Una de las tradiciones es enlutar a sus dolorosas titulares. Litúrgicamente no está justificado ataviarlas con el color negro ni utilizar otros tonos a lo largo del año. En ningún momento la Iglesia dicta normas para vestir las imágenes sagradas. Sabemos que no hay directrices obligatorias para mudar tonos y complementos, pero de hecho se practican múltiples variables atendiendo a los colores del calendario litúrgico, festividades anuales, funciones, cultos, salidas o conmemoraciones particulares.
| Casulla y capa pluvial | Museo Histórico Dominico | Foto: Romina Moncada
La costumbre
Así, lo más frecuente es que las distintas advocaciones marianas de estas cofradías suelan vestirse de hebreas o morado en la Cuaresma y, tras las salidas procesionales en semana santa y a criterio de vestidores y priostes, cambiar el atuendo a diferentes colores claros en primavera y mudar sus prendas al blanco, crema o marfil durante el verano (la proximidad del Corpus casi obliga al color blanco, el tono sacramental). Algunas hermandades las visten de rojo en otoño y en noviembre se pasa al negro por la conmemoración de los Fieles Difuntos. En diciembre, lo normal es que su indumentaria alterne el azul celeste y blanco por la Inmaculada Concepción con el verde por la Esperanza para terminar con el rojo durante el tiempo de Pascua. También suelen cambiarse de prendas y color en los besamanos, cultos principales o extraordinarios y salida procesional.
| Tres Dolorosas relacionadas con diferentes colores según la liturgia: Soledad de hebrea (izquierda) en Cuaresma, Dolor y Sacrificio (centro) en Pascua y Amargura (derecha) en diciembre, por la Inmaculada.
El luto
En cuanto al luto, una de las expresiones de sentimientos de pena y aflicción a modo de respuesta externa ante el fallecimiento de un ser querido, se manifiesta sobre todo en el color negro del atuendo y la ausencia de adornos. Esta muestra de duelo supone una seña de identidad en la cultura occidental. Y en la vida cofrade no iba a ser menos.
Uno podría pensar que como la mayoría de las advocaciones marianas de las hermandades de penitencia presentan necesariamente la consiguiente expresión afligida por la Pasión y Muerte de su Hijo, esas representaciones de Madres sufrientes deberían vestir siempre de negro o colores oscuros y no sólo en este mes, pero desde hace mucho tiempo casi en ninguna es así, al menos en Andalucía. En estas cofradías destaca la doble costumbre de honrar a los hermanos difuntos celebrando en el mes de noviembre misas en sufragio por sus almas y vestir de negro a sus Dolorosas titulares. Esta tradición en los últimos años ha ganado gran protagonismo llegando incluso a que algunas hermandades de gloria veneren a sus imágenes con mayor sobriedad y las vistan con colores más oscuros en señal de duelo, tristeza y como acto de recogimiento para hacerlos más presentes.
| Un estilo de vestir a las Dolorosas hoy en desuso: elegancia y sobriedad mostraban en los años 50 del siglo XX las imágenes de la Soledad (izquierda) y Dolor y Sacrificio (derecha)
Este luto actual del que hacen gala las Dolorosas en el mes de los difuntos se aplica también cuando se produce el fallecimiento de una persona destacada de la hermandad, como ocurrió, por ejemplo, en 2017 con Luis Ortega García, uno de los fundadores de la Oración en el Huerto.
También hemos visto, recientemente, como algunas juntas de gobierno de hermandades decidieron vestir de luto a sus titulares en señal de duelo por los miles de fallecidos a consecuencia de la pandemia del Covid (Dolor y Sacrificio, Consolación y Soledad, que recordemos).
| Ntra. Sra. de Gracia y Esperanza (izquierda) enlutada en 2017 por el fallecimiento del hermano D. Luis Ortega García, uno de los fundadores de la hermandad de la Oración en el Huerto.| María Sanstísima del Rosario (derecha), de luto por la epidemia de Covid en 2020
Sayas y mantos de terciopelo u otros tejidos de diversas calidades y color negro, lisos o bordados, con diseños tradicionales o innovadores, simples o muy barrocos y tocado blanco o marfil son las prendas preferidas por vestidores y camareras para ataviar a las Dolorosas de las hermandades portuenses. Y serán éstos quienes opten por reflejar la severa tradición castellana en lo que se ha convenido en denominar “estilo Habsburgo”, imperante entre los siglos XVI y XVIII, se decidan por la estética posterior de los Borbones o, preferentemente, por alguna de las sucesivas modas impuestas en el XIX o la versión sevillana del siglo XX.
Precedentes y tradición: de la condesa de Ureña a la Macarena
La práctica de esta indumentaria negra se remonta en España a la época de los Reyes Católicos y a su Pragmática Real imponiendo este color en el luto. Parece unánime la creencia en que la costumbre de vestir de negro a las Dolorosas parte del siglo XVI con la adaptación de la indumentaria de las viudas en la corte de Felipe II. Así, doña María de la Cueva, condesa de Ureña, al enviudar en 1558, fue nombrada por dicho monarca camarera mayor de su esposa, Isabel de Valois, cargo que ocupó hasta su muerte en 1566. Esta dama de alta alcurnia donó uno de sus trajes de luto para vestir la imagen de la Virgen de la Soledad que tallara Gaspar Becerra a instancias de la reina.
| Retrato anónimo de Dª María de la Cueva, IV condesa de Ureña.
Según la tradición, este pintor y escultor real reprodujo en escultura de vestir la imagen mariana representada en un cuadro que la reina trajo de Francia. La condesa de Ureña quiso presentársela a ésta antes de pasar al convento de los Mínimos de Madrid ataviándola con indumentaria de su propiedad. También es legendaria, según el relato de Fray Antonio Ares en 1640, la frase pronunciada por dicha dama: “Este misterio de la Soledad de la Virgen parece cosa de viudas, y si pudiese vestir como viuda de la manera en que yo ando me gustaría tener parte en esto y poder servir a Nuestra Señora con un vestido y toca mías”. Fuera cierto o supuesto, esta camarera de la reina ha pasado a la historia como la promotora del uso del ajuar de luto en el atuendo de las advocaciones dolorosas de la Virgen.
| Virgen de la Soledad de Gaspar Becerra (1565), incendiada en 1936
Si pretendemos ser más exhaustivos, habrá que reconocer que la iconografía de la Virgen apenada y enlutada por la muerte de su Hijo es muy anterior, al menos en pintura renacentista flamenca y española de autores de la segunda mitad del siglo XV y primera del XVI, como podemos observar en cuadros de Bouts, van der Weyden o Luis de Morales.
Lo que ocurre con la imagen de la Soledad de Becerra (1565) es que incorpora el denominado “luto de corte”, el usado por las damas nobles al enviudar: camisa larga, varias enaguas, verdugado (especie de falda con aros rígidos aportando una silueta tronconónica), manteo o sobrefalda a modo de saya, monjil o vestido de luto, toca enmarcando rostro y cubriendo parte del cuerpo (hasta el busto al principio y alargada desde el siglo XVII) y manto negro. Así, además, se ponían en práctica los deseos emanados del concilio de Trento en relación con reflejar el realismo en las imágenes sagradas para “mover a devoción” a los fieles.
| Mater Dolorosa, cuadros de Bouts (izquierda) y Van der Weyden (derecha)
De este modo, la adaptación del ajuar de las viudas cortesanas castellanas a la indumentaria de estas imágenes marianas se difundió poco después por todo el territorio peninsular. Este modelo inspiró a numeros artistas y devociones marianas desde entonces, como podemos observar en un par de pinturas anónimas como ejemplos: un cuadro conservado en el Museo del Prado y la muy fervorosa y popular Virgen de la Paloma madrileña.
| Virgen de la Soledad. (izquierda) Anónimo, siglo XVII. Museo del Prado | Virgen de la Paloma, (derecha). Anónimo, siglo XVIII. Madrid
Tan conocido como este precedente del siglo XVI es otro más contemporáneo, el asociado al impacto producido en 1920 por la vestimenta negra con que se vistió la Macarena tras la muerte del torero Joselito el Gallo, benefactor y miembro de la junta de gobierno (fiscal de paso y consiliario) de esta cofradía sevillana. Juan Manuel Rodríguez Ojeda, diseñador, bordador y teniente de hermano mayor entonces de esta hermandad, atavió a la Virgen de la Esperanza para la ocasión, imagen que, de luto riguroso y entre colgaduras, candelería con crespones negros, túmulo y toda la parafernalia lúgubre propia de un monarca, presidió las honras fúnebres en la iglesia de san Gil.
| Ntra. Sra. de la Esperanza Macarena de luto en 1920 por Joselito ‘el Gallo’
Las crónicas de la época se hacían eco del acontecimiento. En el altar mayor, ante un dosel negro, la conmovedora imagen de la Macarena lucía aquel 31 de mayo de 1920 un luto inédito en su historia que impresionó a Sevilla entera. Su carácter transgresor permaneció en el imaginario colectivo hasta convertirse en un famoso icono de enorme fuerza visual aún vigente: telas sin brillo, ausencia de ornamentos (únicamente un pañuelo portado entre sus manos), velo negro sobre su saya bordada y manto de este color, tocado blanco, cuello cerrado, puntillas en puños y velo descubriendo el rostro en forma cuadrangular componían una iconografía cuya estética marcó todo un estilo en adelante. Las fotografías originales y retocadas de Montes, Castellano, Sánchez del Pando y Serrano dieron la vuelta al mundo en forma de postales.
| “Joselito en su gloria”, dibujo de Rafael Alberti (1949) en el Museo Reina Sofía. Madrid.
La difusión de dichas estampas sirvió, incluso, de inspiración a Rafael Alberti para escribir el poema “Joselito en su Gloria” en 1928 a petición de Ignacio Sánchez Mejías, cuñado del torero, y a expresarlo gráficamente en el dibujo homónimo de 1949.
También influyó en Quintero, León y Quiroga para componer la copla “Silencio por un torero” que popularizara Juanita Reina y hasta en Mariano Benlliure cuando en 1925 incluyera a la Macarena en pequeño formato encabezando el grupo escultórico del mausoleo de Joselito en el cementerio de San Fernando de Sevilla.
| La Macarena, esculpida por Benlliure en el mausoleo de Joselito
Y con ligeras variantes, este modelo fue evolucionando con el paso de los años hasta convertirse en una seña de identidad de muchas hermandades andaluzas y del protocolo cofrade que observamos en nuestros días en el mes de noviembre o en conmemoraciones luctuosas de las hermandades. | Textos y fotografías: Francisco González Luque e Iván García de Quirós García de Quirós
(continuará) ‘Las Dolorosas en El Puerto en noviembre de 2021’
Para profundizar:
Fernández Merino, E.: La Virgen de luto: indumentaria de las dolorosas castellanas. Visión Libros. Madrid 2013
Prieto, J.: El traje de la condesa viuda de Ureña: realidad y mito en el origen de la imagen de la Soledad de la Victoria. 2013. La hornacina.
Romero de Torres, J.L.: La condesa de Ureña y la iconografía de la Virgen de la Soledad de los frailes mínimos. Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, nº 14. Osuna 2012.
León, José: Cuando la Macarena vistió de luto. Diario de Sevilla, 31 Mayo https://www.diariodesevilla.es/semana_santa/Macarena-luto-Joselitoelgallo_0_1111689496.html.
Cofrades a la calle. Es el grito que ha popularizado Ángel del Castillo, también conocido como Angelito el aguador, nacido en 1994 y vecino de Alcalá de Guadaíra (Sevilla), cuando se temía que en el año 2020, por consecuencia de la pandemia, no salieran cofradías de penitencia en la Semana Santa y con ello pretendía, a través de un audio de Whatsapp que los cofrades no se quedaran en casa, añadiendo para la tranquilidad de ese numeroso colectivo que existe aquí en Andalucía "que no va a pasar absolutamente nada". El grito se convirtió en angustioso cuando, no solo en 2020, nos quedamos sin esa manifestación de fe popular que suponen las procesiones, sino que el lance se repitió en 2021. Pide además que se llenen los cultos que se ofrecen a los titulares durante la Cuaresma, ordenados por los estatutos, y también las convivencias cofrades y las tertulias. Su propósito no es hacer carrera cofrade, ni busca ser hermano mayor de una cofradía antigua y venerable, sino, como es un niño grande (según se aprecia en la foto publicada) su intención es más modesta: ir delante de un paso llevando el incensario o uno de los ciriales.
Da un testimonio de fe cofrade (no rebajo nada esta consideración, porque se manifiesta algo que siente una gran mayoría de andaluces, en los que la devoción a los titulares de la cofradía es usual y como tradición que pasa de padres a hijos). Ya sé que hay modos más perfectos de religiosidad, pero la popular es también muy valiosa y yo la defiendo, como cofrade que soy. Algo inevitable, porque viví en plena "carrera oficial. Luego he pregonado la Semana Santa de Cádiz y otra Semana Santa andaluza, por la deserción a última hora del elegido y, mientras he podido, he salido en la noche del Viernes Santo con mi cofradía gaditana del Cristo de la Buena Muerte, "el de la faz amorosa", que cantara en su verso José María Pemán. También he acompañado a Nuestro Padre Jesús de los Afligidos y Ntra. Sra. de los Desconsuelos. Bien merece Ángel del Castillo una glosa por parte de Antonio Burgos, pregonero de la Semana Santa de Sevilla en 2008 y siempre al lado de los que aprecian y valoran las cofradías. Ángel dicen que quería ser pregonero. Ya lo ha conseguido con su "hola cofrade, ¡a la calle!". Así, en este mes de noviembre, el próximo día 6, sale en Cádiz la Virgen de la Palma, que con su estandarte, el párroco de la Iglesia paró el mar embravecido, que invadía Cádiz desde la Caleta. ¿No les parece bastante?