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4.803. José Navarrerte Vela-Hidalgo. El mayor antitaurino de la historia

Ahora que está reciente la muerte en el ruedo de la plaza de toros de Gijón de «Feminista» y «Nigeriano», con la consiguiente decisión de su ayuntamiento de suspender las corridas en la ciudad, o las concentraciones antitaurinas veraniegas que se han producido en las localidades gaditanas de El Puerto de Santa María y de Sanlúcar, conviene recordar que no ha habido en la historia un personaje que haya combatido con más ahínco y constancia las corridas de toros que el portuense José Navarrete (1836-1901), «el gran antitaurino».

Precisamente, cuando estaba empeñado en su Campaña contra las corridas de toros poco antes de morir en Niza, publicó la carta que había recibido el año 1899 escrita por los miembros del Centro Obrero de Gijón, carta que daba a la luz «con igual orgullo que pregono mi amistad con el gran obrero científico Camilo Flammarión». La carta decía así:

Sr. Don José Navarrete:
Recibimos su telegrama de felicitación a este Centro por la conducta que observa respecto a las corridas de toros, y más tarde una docena del folleto «Fiestas de toros» escrito por usted, impugnándolas de manera tan correcta y valiente.
Se han repartido esos ejemplares a las once sociedades que aquí existen de diferentes oficios.
Este Centro, en nombre de las mismas, le da las expresivas gracias… por la campaña que hace usted contra el bárbaro espectáculo llamado, por antonomasia, «fiesta nacional». Sin más, le desean salud y propaganda constante antituarina, el presidente Ángel Martínez, y el secretario Sacramento Lafuente.

De la misma forma Navarrete también escribió en la prensa sobre el acto celebrado por los socialistas de Oviedo en el local de las Sociedades Obreras para protestar contra las corridas de toros, y al que asistieron 500 trabajadores. Uno de los oradores, Manuel Vigil Escalera, reclamó el fomento de los espectáculos que infundieran una cultura popular, y la desaparición de las corridas de toros que embrutecían al pueblo. Al día siguiente, hubo una gira campestre al monte Nuño con ese mismo fin, al que asistieron 400 obreros con sus familias. Se cantaron aires asturianos y hubo bailes donde participaron mujeres y niños. La gira, con gran hermandad y alegría, terminó con la clásica «danza prima» asturiana en un enorme corro.

¿Quién era José Navarrete? 
Conviene saber que el capitán de artillería José Navarrete Vela-Hidalgo fue comisionado por los generales Prim, Serrano y Topete para ir a Rota, su pueblo adoptivo, y establecer una Junta Revolucionaria Local en los días siguientes a la Revolución Gloriosa de Septiembre de 1868 que se inició en Cádiz. Allí también propuso un Programa de Gobierno que dicha Junta aprobó por unanimidad y que en uno de sus puntos exponía:

  1. Ir borrando del pueblo la afición a las corridas de toros y riñas de gallos, como diversiones que tendían al embrutecimiento humano, procurándoles otras que condujesen al adelanto del alma.

Esta visión respetuosa hacia los animales o seres inferiores la había asumido al convertirse al espiritismo pocas semanas antes, y al formar parte de la pionera Sociedad Protectora de Animales y Plantas, que Ambrosio Grimaldi había fundado en Cádiz.

© Enric Jardí + Berto Martínez.

Por tanto, no constituía una novedad en su forma de pensar que en 1886 publicara su libro División de plaza. Las fiestas de toros impugnadas por José Navarrete. En la portada del folleto se lanzaba el guante al crítico taurino de El Liberal que usaba el seudónimo de Sobaquillo (Mariano de Cavia) para que argumentara a favor de los toros, e igualmente Navarrete buscaba y deseaba el debate al enviarle libros a otros revisteros taurinos como Sentimientos (Eduardo de Palacio) de El Imparcial, y El Alguacil (Joaquín Mazas) de El Globo, además de a revistas taurinas como La Lidia (Madrid). Navarrete no escondía sus críticas y argumentos, y esperaba ardientemente la polémica.

El día señalado para la aparición del libro coincidió con el inicio de la temporada de corridas de toros en Madrid con motivo de la fiesta patriótica del 2 de mayo, por lo que la novedad editorial corrió cómo la pólvora entre palcos, burladeros y revisteros de la prensa taurina.

© Alberto Corazón

Constituía una obra erudita sobre la historia del pensamiento antiaurino en España desde las prohibiciones de Carlos III y Carlos IV, hasta personajes ilustres como Jovellanos o Feijoo que habían combatido «con más talento y más energía la salvajada de la fiesta de los cuernos». Su razonamiento principal era que los toros eran «la fiesta antirracional y antidemocrática por excelencia» y que «las corridas de toros no son de origen popular; pues siempre han estado amparadas por la aristocracia, la religión, y el Estado».

La impugnación teórica e histórica que fue desgranando Navarrete en sus páginas tenían un fin práctico: la abolición de las corridas, y para ello ponía la atención en José María Quiñones de León, Marqués de San Carlos y senador del reino, que había presentado en las Cortes por segunda vez en 1885 un proyecto de ley para acabar con las corridas de toros, iniciativa que no prosperó. Por esta actitud y trayectoria, Navarrete veía en su figura la persona que podría fundar y presidir en España una Sociedad Abolicionista de las corridas de toros, cuya propaganda en la prensa, en la reunión pública y en las instituciones, podría terminar por obtener una ley «que concluyera para siempre con esa rémora del progreso intelectual, para el adelanto artístico y para el desarrollo de la riqueza en nuestra patria». La obra División de plaza se tradujo a varios idiomas, entre ellos el francés.

© Kike Correcher

La segunda parte de su Campaña abolicionista de las corridas de toros comenzó en agosto del año 1900. En las páginas de El Correo (Madrid), que dirigía su amigo antitaurino José Ferreras, apareció el artículo titulado «La diversión más salvaje», que levantó una enorme polvareda mediática y se reprodujo en varios diarios de Madrid y de Barcelona. Volvía a plantear la abolición de la «burrada o salvajada nacional» y proponía otra vez la fundación de una Sociedad Abolicionista, para lo cual solicitaba que se enviaran adhesiones a la misma al periódico de Ferreras, a quien proponía ahora como Presidente de la misma. En las semanas siguientes fueron llegando centenares de cartas adhiriéndose a la idea de Navarrete, muchas de ellas con aportaciones y escritos más o menos elaborados, y no solo de médicos, ingenieros, políticos, periodistas, etc, sino de varias sociedades obreras que también se fueron sumando a la Campaña. Quiero destacar la carta que firmaban en Bilbao el 24 de agosto de 1900 varios miembros de la directiva obrera, representando a 6.000 obreros bilbaínos, entre los que estaban cuatro concejales socialistas de Bilbao, y un joven Indalecio Prieto.

Sr. Don José Navarrete:
Muy señor nuestro: Recibimos los ejemplares de «Fiesta de Toros» que tuvo usted la amabilidad de remitirnos. Los delegados de las Sociedades del Centro Obrero de Bilbao han acordado que formen parte de la Biblioteca del mismo y significar a usted su agradecimiento. Leímos en El Correo su bien meditado trabajo «La diversión más salvaje» con el cual nos hallamos identificados, y puede usted contar con nuestro humilde concurso para la nueva Sociedad abolicionista de las corridas de toros, y le animamos a que prosiga la campaña emprendida. Las corridas de toros son una rémora para el progreso y la civilización. (…) 

De esta carta de los obreros bilbaínos comentaba Navarrete: «Eso dicen, contra la fiesta de la vagancia, de la borrachera, del lenguaje soez, de las navajas, de las localidades ardiendo, de las autoridades vilipendiadas, del escándalo y el motín apaciguado a tiros, los obreros, los que arriesgan sus vidas y la miseria de las prendas de sus corazones, en el andamio, en la mina, en la siega, en el mar, en los talleres, en los muelles; así la clase obrera es más seria, más caritativa, mejor educada… que la minoría que, alentada por quienes piensan solo en crear imbéciles para explotarlos, mantienen nuestra vergüenza nacional».

© Marisa Gallén

La vergüenza nacional. Así precisamente se llamó el siguiente artículo de Navarrete que apareció en El Correo el 10 de septiembre y cuya serie terminó con «La fiesta de los mondongos» el 22 del mismo mes. Con los mondongos o tripas hacía referencia a los intestinos ensangrentados de los empitonados caballos de los picadores y que muchas veces terminaban por los suelos, y aborrecía de la figura del mono sabio, o mozo que apaleaba a los caballos moribundos para que siguieran en el ruedo e incluso cosían en el mismo albero los vientres de los mismos después de introducir los intestinos de los pobres animales.

Navarrete afirmaba contar con el apoyo de muchas más personas cuyos nombres no habían dado a la luz en El Correo: «con todos los que valen algo (civiles y militares) en ciencias y en artes, con casi todos los obreros de las provincias, con casi toda Cataluña, con casi toda Vizcaya, y hasta con los más distinguidos revisteros de toros que fueron y que son: Peña y Goñi, Joaquín Mazas, Eduardo de Palacio, Luis Carmena y Mariano de Cavia», aunque tenía claro que eran profesionales que vivían de sus críticas, con «mucho seso y brillante pluma» y sabían de sobra:

que, sí señor, el vulgo es un borrico;
pero el vulgo es quien paga el perro chico.

Después de muchos sinsabores y críticas personales, algo que despreciaba, su idea fructificó felizmente en Barcelona con la fundación de la «Sociedad Abolicionista de corridas de toros, novillos y vacas» en los últimos meses de 1900, llegando Navarrete a declinar la presidencia de la Comisión organizadora de dicha Sociedad que le habían ofrecido.

Navarrete falleció en Niza en marzo de 1901, cuando ultimaba la publicación en París de un libro que nunca vio la luz, Toros, bonetes y cañas, donde criticaría y desvelaría la relación existente entre la inculta España taurina, la jesuitíca y frailuna y la de pandereta.

4.785. Manuel Almisas Albendiz. Libro sobre José Navarrete, diputado republicano y espiritista

Muchos contemporáneos suyos le aclamaron como el principal impugnador de la fiesta de los toros de finales del siglo XIX, algo que, en su modestia, siempre rechazó. El caso más llamativo fue el del director del diario editado en la localidad francesa de Pau, Journal des Étragers, José Aparici de Valparda, que firmaba con el seudónimo de «Pero-Gil», quien le caracterizó como el principal autor antitaurino, «el autor del debate más atronador, el más feroz se podría decir, que jamás se había visto contra las corridas de toros». Pero-Gil había entrevistado a Navarrete y al hablar del tema taurino, de forma dramática, escribía que ante su presencia y sus argumentos tan firmes, «temblaba y apenas balbuceaba ni una palabra», recordando una frase de Navarrete que le impactó: Si el dolor del caballo no fuera mudo, si se quejara, nadie en el mundo podría oír sin estremecerse el grito que traduciría tanto sufrimiento. | Texto: Manuel Almisas Albendiz.

Los carteles que ilustran esta nótula y otros pueden verse en una exposición de carteles taurinos y antitaurinos en este enlace.

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