El 8 de enero de 1909, el industrial portuense Manuel García Rodríguez solicitó al Ayuntamiento que le permitiera instalar en el paseo del Vergel un teatro portátil de madera --aún no construido-- para inaugurarlo en la próxima temporada veraniega. Aprobado lo solicitado, a mediados de junio ya estaba levantado y reconocido por el maestro de obras de la ciudad, José Romero, quien se encargó de trazar, sin retribución económica, los planos del nuevo teatro de quita y pon. Lo llamaron, de momento, Salón-Teatro Variedades.| En la imagen superior, el paseo del Vergel del Conde antes de diciembre de 1895, cuando se derribó la Fuente del Sobrante (a la izquierda). Archivo Municipal de Cádiz.
| Fachada principal y planta del Salón-Teatro Variedades, 1909. Archivo Municipal de El Puerto.
Medía 37 metros de largo, 12 de ancho y 6 de alto, todo de madera salvo la cubierta de toldos de lona. La puerta principal --abriendo para afuera, como está prevenido, precisaba la Revista Portuense-- daba al patio central, donde se instalaron 340 sillas, 170 a cada lado, separadas por un pasillo central con barandillas. Las entradas a las gradas, con capacidad para 620 asientos en tablas corridas. se hacía por tres puertas en cada lateral. Iluminaba la sala dos focos eléctricos.
| Alzado del escenario del teatro que trazó el maestro de obras José Romero. Archivo Municipal.
El escenario, de tablas, quedaba a 1,35 m de altura con una superficie de 19 m2, teniendo a cada lado un vestuario para cada sexo. De la decoración interior del local se encargó el artista portuense Manuel Sancho, destacando, decía la Revista, las pinturas del proscenio: “en el frontispicio, las flores y las simbólicas figuras forman bellísimo coronamiento, y en los lienzos laterales, dos ventanales moriscos rodeados de enredaderas y golondrinas, dejan ver hermosas perspectivas de cielos, nubes y jardines.” Y una vez todo dispuesto, comenzaron las funciones…
El mal avenido estreno
No comenzó bien la temporada. Se contrató para inaugurarla el 27 de junio a una compañía cómico-lírica dirigida por Guillermo Alba y José Gutiérrez, que también eran los primeros actores. La dispar procedencia de los 39 artistas --entre actores, músicos, tiples (sopranos) y coristas--, reunidos apresuradamente para formar la compañía, conllevó la falta de conjunción, traducida en no pocas vacilaciones y silencios en escena. Una noche la tensa relación explotó cuando la primera tiple, Juana Benítez, se negó a salir para interpretar su papel en Agua, azucarillos y aguardiente. | A la izquierda, la rebelde tiple Juana Benítez ataviada para representar El paraguas del abuelo.
| Juana Benítez canta en 1909 Yo soy modista en París, de la zarzuela Las bribonas.
Tras el escándalo se adoptaron dos medidas: la primera, despedir a la díscola tiple y luego buscar una sustituta. Que la encontraron en Antonia Fernández, que hacía unos días que había llegado a El Puerto desde Méjico, donde residía, para pasar unos días con sus padres, pues él, Andrés Fernández Pérez, estaba aquí destinado como director del Penal. No obstante de que hacía tres años que estaba retirada de los escenarios, aceptó la invitación y cantó, con mucho éxito, algunas noches. A pesar de los problemas, la compañía interpretó durante los 28 días que permaneció en el Salón-Teatro Variedades --como para no quedarse en blanco-- 38 zarzuelas y algunas comedias y sainetes.
Mientras el empresario gestionaba la contratación de otra compañía, del 10 al 15 de agosto se estableció en el teatro el Cinematógrafo Franco-Español, proyectándose cada noche 10 películas. Entre los pases actuaron algunos artistas de variedades, siendo los más aplaudidos -decía la Revista- “el gracioso parodista de lo flamenco Lucas el Disparate, excelente bailador y recurrente chirigotero” (un predecesor de Emilio el Moro), y las hermanas bailarinas --de clásico español-- Las Trebolinas.
| Fragmento de El artista y el maniquí (Georges Méliès, 1900) que se proyectó en el teatro del Vergel.
La compañía de José Vico
Si la improvisación marcó las representaciones de la compañía que inauguró el teatro, lo contrario ocurrió con la que la sustituyó, encabezada por el director y primer actor José Vico. De tradición le venía su vocación y oficio al ser nieto e hijo de cómicos. Su padre fue el célebre actor jerezano Antonio Vico (1840-1902), máximo exponente de las tablas escénicas en la España de la segunda mitad del XIX (de quien Antonio Machado dijo que fue el mejor actor del mundo). Junto a Vico, formaban la compañía su esposa y primera actriz Aurelia Camarero y siete actrices y ocho actores.
| José Vico en 1904 y su padre Antonio Vico representando a Hamlet.
Del 9 al 26 de septiembre interpretaron 31 obras, dos por noche: 17 comedias, 6 dramas y las demás, entremeses, juguetes cómicos y melodramas; con autorías de Benavente, Echegaray, Linares Rivas, Vital Aza, los Álvarez Quintero…
Tal éxito alcanzó la compañía y tan buen sabor de boca dejaron, que el empresario Manuel García, dos días antes de que concluyeran las funciones decidió cambiar el genérico nombre de Salón-Teatro Variedades por el de Teatro Vico.
Tras la marcha de la compañía, hasta el 17 de octubre las puertas del teatro permanecieron abiertas para acoger al Cinematógrafo Alonso-Alcaide, que había estado funcionando en la segunda quincena de agosto en la Feria de la Victoria.
| Fragmento de la película Fregoli transformista (1898) -el más célebre de los transformistas que en el mundo fueron- que los portuenses contemplaron en el Teatro Vico.
El TEATRO VICO EN 1910
La meritoria labor que en 1909 emprendió Manuel García con su Teatro Vico instalado en el Vergel continuó en la temporada siguiente. Fueron cuatro meses, entre el 29 de mayo y el 28 de septiembre, colmados de exitosas funciones de variedades, cine y obras teatrales. La temporada comenzó con el arrendamiento del local a un cinematógrafo --de la pionera casa Pathé de París-- propio del empresario gaditano Francisco Escudero. Para animar los intervalos de las películas contrató a artistas de variedades, que fueron, en el orden que actuaron…
Las bailadoras Las Gaditanas, acompañadas al piano por el profesor portuense José Luis Benítez Rey, ejecutaron jotas, panaderos (seguidillas bailables), boleros, peteneras, tangos y, destacadamente, el garrotín, muy en boga entonces y repetidamente solicitado por el público. Una noche bailaron la machicha brasileña, pero sus movimientos no debieron gustar a la autoridad incompetente porque prohibió que la repitieran en otras veladas, siendo sustituida por el recatado ‘baile inglés’.
| Publicitándose Las Gaditanas en la revista madrileña Eco Artístico, 1911. Biblioteca Nacional de España.
El prestidigitador Gran Carleodopol, ayudado por su esposa Emma Asiris, cosechó un gran éxito con sus juegos de cartomancia, hipnotismo, sonambulismo, cálculo matemático y adivinación del pensamiento.
| De Carleodopol dijeron en la Revista Portuense que “no es un prestidigitador vulgar. Entretiene, agrada, cautiva la atención de todos, verificando los juegos con rapidez y limpieza.”
Les Kumbreras eran una pareja de actores cómicos que representaron diálogos de entremeses y sainetes de ambiente andaluz y fragmentos de zarzuelas. Le acompañaban una joven bailadora, Modesta Suárez, que en los intermedios interpretaba el garrotín y -por si acaso- el baile inglés.
La cupletista y cantadora Julia Gálvez, anunciada como la reina de las marianas, que al modo de la época se presentaba en el escenario con pañolones de Manila, con capote y montera de torero o, como en la foto adjunta, de traje de corto campero.
La eminente mandolinista Remedios Sanchís fue contratada, afirmaba el periódico, atendiendo los deseos del público.
| En la imagen de la izquierda, Remedios Sanchís con su mandolina en una tarjeta postal, con una Alhambra de pastiche.
Los perros amaestrados de Monsieur Tenof, precedidos de un gran éxito en Sevilla, Cádiz y últimamente en Jerez, fue la función que más gustó al respetable. “Mr. Tenof --que era valenciano-- hace representar a su ya célebre compañía perruna un variado repertorio cómico-dramático”, decía la Revista, que destacó que una noche, mientras Tenof permanecía entre bastidores, los perros-actores “representaron” la comedia Juan Lanas.
El regreso de la compañía de José Vico
Aún con más éxito que la temporada pasada, José Vico regresó al teatro del Vergel que bautizaron con su apellido, donde representaron, entre el 1 de julio y el 7 de agosto, 62 obras entre comedias y dramas de los autores contemporáneos más relevantes: 44 estrenos y 18 obras que ya escenificaron en 1909. De los estrenos mencionaremos dos, vinculados con nuestra Ciudad.
Vico tuvo la deferencia de poner en escena durante cuatro noches el drama en dos actos y versos Nobleza…en el corazón del portuense Antonio Sucino Lorca (1858-1940). Al igual que cuando se estrenó en el Teatro Principal en noviembre de 1904, fue un rotundo éxito, “viéndose obligado el autor --decía la Revista Portuense en la crónica del debut-- a salir a escena por dos veces de la mano del notable actor José Vico”. Antonio Sucino era un tonelero con inquietudes culturales que en 1909 fue concejal socialista del Ayuntamiento (nótula 2.406 de Gente del Puerto). Poco después abrió en Pozuelo (frente al Resbaladero) la taberna Gurugú y entre mediados de los 20 y 1933 llevó otra frente a la Plaza de Abastos, el que sería Bar Rábago.
|En la imagen de la izquierda, cartel anunciador de una función en el Teatro Vico en 1910. | Archivo Municipal.
También Vico tuvo la consideración y el acierto de estrenar una comedia de costumbres en tres actos de una autora --precursora en reivindicar los derechos de las mujeres-- que aunque no era portuense de cuna --nació en Jerez-- en 1871 hacía años que venía residiendo en El Puerto. Su nombre, Josefa Galea y Rodríguez, y el de la obra, Contra envidia, caridad, que se representó durante tres días, siendo mayoritario el público femenino y asistiendo al debut la autora (ver cartel adjunto). En 1871 estrenó en el Teatro Principal la comedia De mujer a mujer.
Otros artistas de variedades
Cuando marchó la compañía de Vico, regresó al teatro el cinematógrafo de Francisco Escudero, pisando el escenario en los intervalos de las películas otros artistas de variedades, entre los que destacó el ciclista equilibrista Romain Noiset, de nombre artístico The Noiset’s, un aviador francés que recorrió el mundo con un número de su invención, “único en el arriesgadísimo trabajo La mesa del diablo o plataforma de la muerte” que, tras realizar ejercicios de equilibrio en bicicleta y monociclo, ejecutaba haciendo girar una plataforma con un motor eléctrico hasta alcanzar gran velocidad. Se ofrecieron ¡1000 pesetas! a quien del público se atreviera a repetir el número.
Aquella oferta me recuerda otra, también gratificada con las suculentas mil pesetas, que en enero de 1912 ofreció la Gran Compañía de Circo y Varietés Lora en el barracón que establecieron entre el paseo del Vergel y la muralla del río (el muelle de la paja), por si alguien se atrevía --que nadie se atrevió-- a hacer lo que hacía la domadora Elise Malleu “con su magnífica colección de arrogantes leones, leopardo, hiena y boa --de 4 metros--, única Señorita en España que ejecuta tan arriesgadísimo trabajo”, avisaba el cartel del espectáculo.
| Pellerano en el Eco Artístico, 15 de junio de 1910.
Finalmente, para cerrar la temporada, el empresario del Teatro Vico, Manuel García, contrató a una pequeña troupe de variedades cuyo director también era uno de los artistas, el Cavaliere Pellerano, prestidigitador y transformista que representó las operetas Relámpago y Las 500 pesetas, presentándose en esta con doce personajes.
Los otros dos artistas eran el malabarista indio Said Bourward, que ejecutó números con espadas y puñales, realizó un juego con tres palomas amaestradas y hasta tocó un pasodoble con un xilófono acompañado al piano por el maestro José Luis Benítez; y la contralto Madame Bunilda, que cantó, junto a otras composiciones, el dúo de la zarzuela Las tentaciones de San Antonio con el caballero Pellerano.
| La contralto madame Bunilda con Pellerano. Eco Artístico, 5 de julio de 1910.
Y así concluyó, el 28 de septiembre de 1910, la programación del Teatro Vico en la segunda temporada --y última-- que se estableció en el antiguo paseo del Vergel. Ahora que enfrente, en la otra banda del río, han instalado también por segundo año consecutivo un gran escenario musical, me acordé de aquel otro, pequeño, de madera y lona, que en un santiamén construyeron expertos carpinteros y que pisaron aquellos maravillosos cómicos de la legua --los que retrató Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte--, que tanto distrajeron y emocionaron a nuestros paisanos. | Texto: Enrique Pérez Fernández.