No podemos dejar pasar una efeméride tan importante de una institución local como fue la Real y Pontificia Archicofradía del Santísimo Sacramento, los singulares 'Caballeros Veinticuatro' que durante, al menos que sepamos documentalmente, 460 años participaron activamente de la vida social y religiosa de El Puerto de Santa María hasta que, hace ahora 40 años, en 1981, fue disuelta definitivamente. |En la imagen de los años setenta del siglo pasado, fotografía en la que aparecen, sosteniendo el palio, miembros de la desaparecida Archicofradía a la que solo tenían acceso apellidos ilustres de la Ciudad. En primer término, los presbíteros Carlos Roman Ruiloba y José María Rivas Rodríguez (ver nótula núm. 1.741 en Gente del Puerto). | Foto: Laurá. Colección JMM.
Las reuniones de fieles católicos que con diferentes denominaciones surgieron siglos atrás para fomentar la devoción a un sacramento, una advocación, o la Pasión de Nuestro Señor, conforman los tres grandes grupos de cofradías y hermandades: “Sacramentales”, “Devocionales” y “Penitenciales”, reguladas por el Título V del Código de Derecho Canónico. Doña Ana María Martínez de Sánchez, que es directora del Centro de Investigación y Estudios sobre Cultura y Sociedad, define muy bien genéricamente los motivos que pensamos tuvieron estos antepasados portuenses siglos atrás para asociarse en torno al culto del Santísimo Sacramento: “… cualquiera que fuera la motivación de su agrupamiento, la cofradía cumplía esa función de eslabón, que permitía al individuo o al grupo familiar o racial insertarse en una forma asociativa que lo mantiene relacionado con la Iglesia y con el estado.”
| Adoración del Santísimo Sacramente, ante la fachada del actual Ayuntamiento. Años 70 del siglo pasado | Foto: Laura | Colección JMM.
Esta devoción al Santísimo Sacramento que, obviamente, nace en la misma institución sacramental de la Eucaristía, se consolidó al finalizar las guerras contra los cátaros en los comienzos del siglo XIII. Para celebrar la victoria contra dichos herejes, en el año 1216, el Rey Luis VIII de Francia mandó que se guardase en la Catedral de la Santa Cruz de Orleans la Sagrada Forma y fuese allí adorada. Casi cuatro décadas después, en 1264, el pontífice Urbano IV con la bula “Tasiturus”, instituye la fiesta del Corpus Christi, fiesta máxima de adoración al Santísimo Sacramento. Y en nuestra Península Ibérica se tienen noticias del comienzo de estas cofradías, de la que la de El Puerto de Santa María sería una de las pioneras, a principios del siglo XVI, impulsadas por una dama castellana, Dª Teresa Enríquez de Velasco, de la Casa de los Almirantes de Castilla.
Elevada a Archicofradía en el siglo XVII
Realmente se desconoce con certeza la fecha de fundación de la primitiva cofradía sacramental portuense, reconvertida o elevada a Archicofradía a fines del siglo XVII. Según el Diccionario de Derecho Canónico, la denominación “Archicofradía” proviene del griego “archaeos=antiguo”, siendo la cofradía o congregación de mayor antigüedad en una determinada jurisdicción eclesiástica y en un orden superior a cofradías y hermandades.
Como no se conserva documentación de la época inicial o fundacional, aunque se supone fuese en el siglo XV, debemos tomar como referencia el documento más antiguo localizado, en este caso una escritura de reconocimiento de tributo, fechado el 7 de enero de 1521, documento referido por Hipólito Sancho en su libro sobre la historia de El Puerto. Con este documento de hace 500 años tenemos la certeza de la existencia de la que entonces era cofradía sacramental, con personalidad jurídica propia en ese primer cuarto del siglo XVI.
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En septiembre de 1792, siendo presidente Don Pedro Domingo de Reynoso, Teniente de Navío de la Real Armada y hermanos mayores Don José María Coig, Maestrante de la Real de Ronda y Don José María de Reynoso, Caballero de Justicia de la Orden de San Juan y Teniente de Navío de la Real Armada, se aprobaron las Ordenanzas por las que se regiría la Archicofradía en lo que podemos considerar una especie de refundación y actualización de sus fines en estos años finales del siglo XVIII.
Sería el Provisor y Vicario general de la ciudad de Sevilla el encargado de la aprobación de estas ordenanzas y reglas por las que se regiría en esta nueva etapa la Archicofradía, al pertenecer nuestra ciudad a la diócesis hispalense. Constaba de 21 capítulos en los que se indicaba, primeramente, el fin primordial de la hermandad: el culto a la Real Presencia de Nuestro Señor, continuando con las condiciones que debían reunir los aspirantes a ser admitidos como hermanos de número y las cualidades que debían poseer.
| Este grabado de principios del siglo XVIII muestra a los Caballeros Veinticuatro, en la procesión del Corpus Christi de Sevilla.
Caballeros Veinticuatro
Fijaba en 24 el número de hermanos que debía tener la Archicofradía para su gobierno, el modo de elegirlos y recibirlos, de la elección de presidente, hermanos mayores y secretario, de las fiestas que debe hacer y la asistencia, del modo de pedir y adquirir limosnas y como distribuirlas, de la administración del caudal y rentas. En el capítulo 16 se trata de la caridad (hermandad, ayuda) que han de guardar los hermanos entre sí, otro alude a la piedad que se ha de tener con los difuntos y también contempla los motivos o causas por las que excluir o expulsar a algunos de sus miembros. Y con la necesidad de tener un Ministro Muñidor y la obligatoria aceptación, otorgamiento y ratificación de todas y cada una de estas reglas y constituciones por parte de los hermanos de número.
| Foto: Laurá | Colección JMM
Institución de clase
En referencia a las cualidades exigidas a los hermanos que aspiraban ser admitidos en su órgano de gobierno, es decir a formar parte de los Caballeros Veinticuatro, textualmente dice así el capítulo cuarto de la Regla: “… que las personas que compongan el número de los veinte y cuatro hermanos de esta Archicofradía sean de las más nobles e ilustres familias de esta ciudad, según ha estado en costumbre desde tiempo inmemorial hasta el presente”. Este requisito de nobleza e hidalguía había que demostrarlo documentalmente y se exigía no solo a los hermanos, sino a sus cónyuges, los que estuviesen casados y de hecho, ser Caballero Veinticuatro era considerada suficiente prueba de Nobleza y, de hecho, se utilizaba para acceder a las órdenes militares, colegios de Nobles y Real Compañía de Guardias Marinas. No obstante, en las últimas décadas del siglo XIX y en el tiempo que existió en el XX, a pesar de que esta normativa estaba vigente, al menos hasta 1920, se relajó su estricto cumplimiento y exigencia.
| ‘El Corpus Christi’, óleo de Arcadio Mas y Fondevila. 1887. Museo Nacional del Prado (Madrid)
Presidente de la Archicofradía
No podemos extendernos en comentar los diferentes e interesantes capítulos y vamos solo, a modo de ejemplo, a referirnos a la máxima autoridad de la Archicofradía, el presidente. Su mandato duraba tres años y le nombraban un Coadjutor que hiciera sus funciones cuando este faltara, ocupando su asiento. Su elección se producía el “Domingo de Quasimodo”, es decir, el primer domingo después del de Resurrección.
| Portada del volumen “Caballeros Veinticuatro de la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Muy Noble Ciudad y Gran Puerto de Santa María” que ahora cumple 20 años de su publicación, de Fernando Artacho.
Fernando Artacho, abogado sevillano, en su obra “Caballeros Veinticuatro de la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Muy Noble Ciudad y Gran Puerto de Santa María” que ahora cumple 20 años de su publicación, relata así la mecánica de las elecciones de cargos, incluido el de presidente: “La elección se hacía colocando sobre otra mesa, que no fuera la capitular, una urna con varios cajoncillos abiertos, teniendo cada uno de ellos una abertura en su parte superior, junto a ellos el Secretario pegaba las cédulas con los nombres de los caballeros propuestos. Después de ello el Secretario se retiraba a su lugar y los Veinticuatro, uno a uno y por orden de antigüedad, se acercaban a este que les daba una moneda, luego se dirigían a la urna para leer en secreto los nombres de los caballeros propuestos y echaban la moneda en el cajón de quien deseaban elegir. Esta ceremonia se hacía tantas veces como vacante hubiese en aquel momento. El hermano ausente no tenía derecho a voto, ni por escrito, ni por comisión o representación. Concluidas las votaciones el Presidente acompañado del Secretario pasaban a la mesa de la urna y, una vez hecho el recuento de votos, quedaba electo el que tuviese mayor número de ellos.”
| Palio que figura en la copia de 'El desembarco de Fernando VII en El Puerto de Santa María'. El lienzo de 7 metros que salió del Prado y se creyó destruido en un incendio en 1915, aparece despiezado en el museo Cerralbo. | Museo Romántico. Madrid.
A lo largo de su dilatada trayectoria la Archicofradía obtuvo privilegios y gracias por parte del arzobispado de Sevilla y de algunos pontífices. Los más destacados fueron el privilegio obtenido en 1620 para llevar las varas del palio del Santísimo Sacramento en la procesión del Corpus, lo que les originó numerosos desencuentros con los miembros del Cabildo Municipal en diversas épocas, acordándose que ocupasen solo las dos primeras varas para evitar discordias. Podían llevar su Estandarte en medio del Clero y poner escaños en el cuerpo de la Iglesia. Quizás la más importante de las gracias o prerrogativas papales, aparte las indulgencias concedidas por Paulo V y Clemente XI fue la Bula de agregación a la Archicofradía de Roma, por facultad de Su Santidad Inocencio XII, expedida el 27 de noviembre de 1694.
Durante estos siglos han sido innumerables las personas y apellidos ilustres y notables, sagas familiares completas de la crema de la sociedad local que han pertenecido y dirigido el gobierno de estos Caballeros Veinticuatro. Tantos, que es imposible citar algunos sin menoscabo del resto. Pero vamos a hacer una excepción, considerando el importante legado que, realizado inicialmente a la Archicofradía por el hermano Juan Camacho Jayna, podemos disfrutar en la actualidad todos los portuenses y cuantos nos visitan: el retablo de plata de la capilla del sagrario de nuestra basílica, denominado también ‘Transparente’ del latín transparens, literalmente “aparecer a través de” en este caso la custodia expuesta en él, para lo que fue diseñado y que contiene en su interior la hostia consagrada, en la que se adivina y vislumbra el mismo Dios, sin declararse o manifestarse.
| Capilla del Sagrario. Iglesia Mayor Prioral. Encargo realizado por el hermano Juan Camacho Jayna, en 1685.
Quiero acabar con un dato anecdótico, referente a otra Archicofradía, lejana en el espacio físico, pero unida toponímicamente a la nuestra. En 1580, el vasco Juan de Garay, segundo fundador de la ciudad de Buenos Aires, que había partido desde Sanlúcar en 1543, con solo 14 años, acompañando a su tío Pedro Ortiz de Zárate en un viaje a tierras peruanas, donde se dirigió con su familia para desempeñar el cargo de Oidor de la Audiencia de Lima y que luego seguiría una brillante carrera militar, el día 11 de junio del año citado fundó la Archicofradía del Santísimo Sacramento en la ciudad cuyo nombre completo es: Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires. | Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz | A.C. Puertoguía.
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BIBLIOGRAFIA
Revista “Cruz del Sur” nº 14 (2015)
Revista “Hidalguía”, nº 130 (1975)
ARTACHO Y PEREZ-BLAZQUEZ, Fernando. “Caballeros Veinticuatro de la Ilustre Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Muy Noble Ciudad y Gran Puerto de Santa María. Siglos XVI-XX” (2001)