Subiendo por la calle San Juan desde la Iglesia Mayor Prioral, empezaba (o terminaba, según los números de las casas) mi calle Zarza, o mejor dicho por aquellos finales de los sesenta, la calle del Cardenal Almaraz, todavía con el suelo de chinos, baches y tierra, que según el sitio y la época del año, se jugaba al boli, al salto múa, al clavo, al trompo, a la pared, al elastiquillo las niñas y a los toros los niños o a doblarse los tobillos jugando al fútbol, juegos que solo interrumpía algún coche que pasaba despacito de vez en cuando.
Lo que si pasaba por aquella calle en ruina sin ninguna casa en ruina (todo lo contrario que ahora) era un trajín de gente cada uno a lo suyo y a lo de los demás, pues más que una calle era un gran patio de vecinos, un parque infantil o mercado que cada casa tenía enfrente de sus casapuertas.
| La casa del 'Portugués', hoy rehabilitada en apartamentos turísticos.
Por allí pasaba Domingo ‘el betunero’, ‘el Baba’ con sus cartones, el que cambiaba cascos de botellas por globos, ‘el Arropiero’ bueno y su hijo el malo, alguna vez; los repartidores de leche del día, los vendedores de queso de La Mancha, el Romualdo con los mandaos de la Plaza, ‘el Guarigua’ con sus cemitas, ‘la India’ con su bastón; uno que se parecía a Quevedo y que vendía cupones de la Once cantando fandangos; un señor muy alto con un cubo lleno de ricas moras; los burros que iban o venían de acarrear arena de la playa; los hombres con monos azules de bodegas Terry poco después de sonar una sirena, sin contar los comercios repartidos sobre todo por la mitad de la calle…
| Tonino y 'la India'.
Las esquinas de la calle Ganado con dos bares, una especie de droguería o no se qué, que le decían el bazar del Inglé, y en la otra esquina mi colegio: el Hospitalito, donde aprendí a leer, a escribir, y a esquivar tortas, en cuya puerta se ponía en horas punta un hombre gordito vendiendo chuches en un canasto que le decíamos ‘el Trompetita’, y que también se ponía en el cine Moderno los domingos en la calle Cruces;
| A la izquierda, el Hospitalito, a la derecha, el bazar.
| El limpiabotas ‘El Tigre’, Manolo Otero y ‘El Chumi’, en la puerta chaflán del Hospitalito, cegada por ladrillos. | Foto: Colección Vicente González Lechuga
El puesto de la Mari, el bar ‘el Niño’, peña oficiosa de Galloso por entonces; enfrente de un taller que si mirabas al pasar te podías quedar ciego pues siempre estaban soldando algo, el ‘armarcén’ de Juan en una esquina del ‘Callejónpelete’; una especie de bodega donde guardaban trigo que luego fue el taller de ‘Peluqui’, en cuyo escalón una mujer vendía caracoles o higos chumbos, y una tienda cerca de mi casa —así le decían a algunos bares donde sólo se iba a beber— donde entraban los hombres.
El ‘armarcén’ de Máximo esquina con Santa Clara donde había otro en una esquina y otro más con pescadería y todo, con un bar cómo no en la otra; y un poco más abajo el puesto de Alonso (ver nótula núm. 3.786), un cantaor de flamenco que vendía chucherías, y ya más arriba —yo vivía en el centro del centro de la calle— otro ‘armarcén’ que hacía esquina con la calle Lechería (hoy Cervantes).
Ya casi al final de la calle, se podían ver gallos de pelea entrenándose, y un sinfín de negocios más a lo largo de toda la calle, la bodega Obregón, barberías, carbonerías, la imprenta donde empezó Bollullo, etc…
Los martes Santo los vecinos (mejor dicho, las vecinas) barrían y regaban con cubos su parte de calle, pues por la noche pasaba un paso sin banda de música y sin Cristo, con penitentes sin su capirote y con una Virgen sin su palio.
Un día empezaron a llegar unas máquinas gigantes abriendo una enorme barricada en el centro que olía fatal, llena de puentes de madera para cada casa, poco antes de que hicieran unas aceras de blanco impoluto donde ya podía pasar sin caerse Tonino, otro hombre que vendía cupones y que no cantaba fandangos precisamente.
Llegado mayo lucían más las Cruces de Mayo, pequeños altares improvisados en escalones o ventanas, hechos con flores y estampitas de Primera Comunión, y que quien podía te echaba una gorda, una peseta y alguna vez incluso un duro.
La calle de chinos se convirtió en una enorme pista de alquitrán negro donde ya empezaron a llegar coches a estropearnos los partidos de fútbol, sobre todo el Land Rover de los guardias —el San Key—, coches que pasaban casi tan rápido como hoy, menos Galloso con su Mercedes,que, aunque no saludaba pasaba despacito, ante la atenta mirada de todos sobre todo de la mía.
Aunque las cosas antes no se inauguraban como ahora, al menos yo no me enteraba, la calle se inauguró de verdad cuando se dieron su paseo en olor de multitudes los guardias municipales con sus flamantes motos Sanglas. No se si fueron ellos, o el San Key, o yo que sé, que ya no se jugó más en la calle, y si paso con mi coche alguna vez, procuro no pasar demasiado rápido y aunque parece mas corta, se me hace eterna mi calle Zarza, no sé por qué. | Texto: José Manuel Beato
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Más de la calle Zarza.
Calle Zarza. Barrio Alto.
Calle Zarza. II
Mi casa calle zarza fue 24 y después paso a ser 26 casa de los Suárez
Este José Manuel Beato es un fenómeno!!!
Yo e nacido y e vivido allí en la calle zarza 58
Gran reportaje un abrazo
Mi madre Manuela García y sus 6 hermanos se criaron en el número 38 de la calle, frente al bazar del inglés y a dos puertas del hospitalito, donde mi madre fue al colegio. Mi abuelo, José García Rendón , trabajaba la piedra e iba a Sanlucar todos los días en la bicicleta, sus obras están en las fachadas de las bodegas. Era asiduo del Golpe. Sus hijos José, constructor, Paco, marmolista y Antonio , dependiente de Porto Moda y juez de línea.( conocido como Morita)y mis tías Milagros y Carmela, se quedaron huérfanos de mi abuela Rosario Mora Sister a mediado de los años 40.
Yo iba en verano a verlos y me encantaba esa calle, en los años 70, iba a comprar cemitas al “armacen” de la esquina del callejón espelete.
Recuerdo sentarme en la escalerita de casa de mis tia, al fondo del patio de vecinos y de jugar en el patio de suelo de chinos después de la lluvia , se quedaba lleno de charquitos, como
Mini piscinas . Y del lavadero, con los lebrillos grandes llenos del “ojo”
Iba a comprar chucherias a la casa puerta de al lado. Y a la tienda de Paqui del Inglés.
En las tardes de verano, cuando ya nos arreglábamos para salir al parque Calderon y ( si había. suerte) montarnos en las cunitas , a veces parábamos en el bar Sánchez en la calle Ganado , la ensaladilla rusa con sus piquitos era insuperable , aún parece que la paladeó! O a tomar un dulce en los Sanluquenos.
Tengo mucha nostalgia de esa calle, de las miles de historias que pasaban a diario, de sus personajes, de ese tiempo y de mi gente.
Yolanda Jimenez García ( Holanda)
El almacen de Zarza esquina con Lecheria era el de Ángel, el Chatuti. Fue de los primeros en tener TV y puso unos banquitos de madera donde los niñ@s ibamos los sábados por la tarde a ver la pelicula. Un emprendedor!! jajaja nos vendia las chuches y nos cobraba entrada...
Mi padre se crío en la calle zarza.