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4.672. 25 años de la restauración de la urna del Santo Entierro y 125 del reinicio de las procesiones en El Puerto

El historiador y periodista Francisco Andrés Gallardo nos lo contaba en 1996: “La restaurada urna plateada del paso de Cristo del Santo Entierro, donada hace 100 años, regresaba a las seis y media de la tarde de ayer (hace 25 años) a la Prioral. Desde el pasado mes de mayo, se encontraba en los talleres orfebres gaditanos Gilma, donde se ha efectuado una importante reparación. Por la puerta de las Campanas, en un traslado cuidadoso, operarios y cofrades la dejaron depositada en la capilla de la Soledad. Un millón y medio de pesetas supone la restauración para las arcas de la veterana hermandad que preside Ricardo Osborne.

Además de esta gran pieza, se han reparado dos candelabros de cinco tulipas, que también pertenecen al conjunto originario. Muchas actividades benéficas y una cuota especial se han necesitado para conseguir la cuantía necesaria.

Donada hace cien años, la urna estaba labrada en plata cofradiera y la restauración se hacía indispensable porque a lo largo de todo este tiempo no había sido reparada. El centenario atributo fue una donación de Ana de la Sierra, viuda de Portilla. Procesionó por primera vez el 3 de abril de 1896.

Recuperación de la Semana Santa a finales del XIX
La Semana Santa portuense experimentaba entonces un proceso de recuperación. A fines del siglo XIX, las hermandades locales habían desaparecido o cesado en su labor cofrade. Durante varios años, por lo menos entre 1889 y 1894, no se celebraron desfiles procesionales en El Puerto. Las reseñas de la época se lamentan de esta situación, ya que numerosos vecinos preferían durante la Semana Mayor acudir a localidades como Sevilla, Jerez o Cádiz, para contemplar las procesiones.

Los Santos Oficios celebrados en la Ciudad se quedaban sin una gran parte del público. Esta dejadez en el ámbito cofrade portuense puede venir explicada, sobre todo, por la agitada situación política local. Gran parte de la burguesía, que era la que podía permitirse alentar las procesiones, mantenía una actitud, cuando menos, distante respecto a estas manifestaciones religiosas.

En 1895 se hace propósito de enmienda y la hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad reorganiza su desfile. Ese año, el Viernes Santo vuelve a contar con su presencia. La iniciativa fue recibida con entusiasmo, y en la edición siguiente existe un gran resurgimiento de la vida cofrade local. Algunos devotos de postín quisieron contribuir al lucimiento de las reiniciadas procesiones.

La Revista Portuense
La mencionada Ana de la Sierra encargó la urna y los candelabros a juego al platero sevillano Francisco Lastortres . La primera descripción de la pieza se publica en la Revista Portuense el 28 de marzo de 1896: «la urna es de sólida y artística construcción. Ocho ángeles la rodean, ostentando atributo de la Pasión. En la base tiene un relieve que representa la Anunciación, rematado por cuatro ángeles con preciosas guirnaldas y un mundo sobre el que descansa una alegoría de la Fe. Mide un metro y medio de alto por dos de largo». Al paso también se le añadieron nuevos faldones, bordados en plata por costureras portuenses.

Pero no acabaron en 1896 los ricos estrenos. Rosario García, viuda de Nimo, obsequió también con el manto bordado en oro que luce la espléndida Dolorosa de la Soledad. Al año siguiente, por cierto, hubo disensiones en el seno de la hermandad por la colocación de este manto, dimitiendo ante el hermano mayor, Juan de Dios López, la camarista, Milagros Fernández, y el mayordomo, Rafael Ubiña.

| La diadema que luce la imagen es de 1766

Recorrido procesional en la tarde del viernes
Hace cien años, la procesión del Santo Entierro, con sus tradicionales tres pasos, salió a las seis de la tarde desde la Prioral, atravesando Vicario, Cielos, plaza de los Jazmines, Larga, Luna y plaza de España, para recogerse a las nueve y media de la noche. Fue la primera Semana Santa local iluminada por luz eléctrica, al instalarse la compañía Electra-Peral-Portuense a medidados de 1895. A lo largo del cortejo, las casas que disponían de electricidad adornaron con luces sus balcones.

Corporación Municipal bajo mazas
La corporación municipal, presidida por el alcalde Ruiz-Calderón, acudió bajo mazas. Al término de la procesión, el padre Oliver, reverendo cura párroco de la Prioral, pronunció el sermón de la Soledad, orando por los soldados portuenses en la guerra de Cuba. A raíz del éxito de la Soledad, la festividad fue en ascenso. La Humildad volvió a salir en 1897 —tras más de 20 años sin hacerlo— y la Veracruz en 1900. | Texto: Francisco Andrés Gallardo

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