En abril de 1815, una enorme erupción del volcán Tandora, en Indonesia, alteró el clima de todo el planeta. Una inmensa nube formada por toneladas de polvo, cenizas volcánicas y dióxido de azufre oscureció el firmamento y las temperaturas bajaron drásticamente.
Doce meses después, aquella erupción arrasó los cultivos y las cosechas en China, Estados Unidos y casi toda Europa, donde el invierno se prolongó durante seis meses: desde entonces, 1816 se conoce como “el año sin verano”, el largo invierno que atrapó a Lord Byron, al poeta Shelley y a su mujer Mary a orillas del lago Leman, donde Mary Shelley escribió Frankenstein.
Pues bien, 2020 será para nosotros “el año sin primavera”. En realidad, como decía el poeta Ángel González, “la primavera avanza”; la primavera empezará mañana mismo y los cerezos brotarán sin pedirnos permiso.
Solo nosotros, los humanos, hemos parado el reloj: estamos en cuarentena. Somos la única especie en estado de alarma: los leones del Serengueti y las ballenas de la Antártida siguen su vida y su muerte, ajenos a nuestra pandemia.
O tal vez, su verdadera pandemia somos nosotros, los humanos, la especie que extermina a otras especies, que mata leones y ballenas, y pone el planeta al borde del abismo. Ahora que nos sentimos amenazados por un virus global --como antes por la peste negra o por la pandemia del cáncer--, desde la perspectiva de la Naturaleza, de la que somos parte, podemos preguntarnos: ¿Quién amenaza a quién? ¿Quién ha robado este año la primavera?
O mejor, ¿qué podemos hacer para que 2020 nos devuelva la primavera? | Texto: Valentín Carrera.