En esta segunda y última nótula se completa la revisión de la historia de los vinos de El Puerto de Santa María con su parte más reciente y mejor conocida. Su objetivo es ofrecer una visión global del pasado y presente de los vinos en nuestra Ciudad que ayude a mejorar su futuro y anime a su consumo como parte de su patrimonio histórico, cultural y social. (PARTE I)
El Renacimiento y la Conquista de América
Es bien conocida la vocación marinera de El Puerto de Santa María y su participación en la política de expansión territorial emprendida por los Reyes Católicos después de la conquista de Granada.
| Política de expansión emprendida por los Reyes Católicos después de la conquista de Granada.
Desde El Puerto salieron expediciones para la conquista de Canarias y de diversas plazas africanas a finales del S XV, y están bien documentadas las exportaciones de vino, aceite y sal que salían con esos destinos. Y también la preparación de los viajes de Cristóbal Colón (ver nótula núm. 942) en nuestra ciudad donde tuvo la protección y ayuda del duque de Medinaceli y la colaboración del cántabro afincado en el Puerto Juan de la Cosa, armador de la carabela Santa María capitana de la expedición y autor del primer mapamundi donde aparece América (ver nótula núm. 584)
| Reproducción en azulejo del mapa de Juan de la Cosa, donde se dibujan por primera vez los territorios americanos. La réplica del mapa, realizado en El Puerto en 1500, está situado en la plaza del piloto Juan de la Cosa, junto al castillo de San Marcos. El original se conserva en el Museo Naval de Madrid.
Aunque finalmente Colón decidió salir del puerto de Palos, posiblemente porque allí existía una gran colonia de marineros portugueses que en aquella época eran los más expertos en la navegación de altura y por las relaciones familiares de los de la Cerda con los reyes de Castilla, eran descendientes directos de Alfonso X, y que los Reyes Católicos les habían concedido en 1479 el ducado de Medinaceli con grandeza de España.
| Etiqueta de un vino envasado con motivo del IV Centenario del Descubrimiento, en 1892, de Antonio Santarelli, un genovés afincado en nuestra Ciudad, en la que embotelló y exportó vinos del Marco del Jerez.
El vino era un pertrecho fundamental en las bodegas de los barcos que realizaban las largas travesías que hicieron los españoles por el Atlántico y el Pacífico pues el agua no aguanta mucho tiempo sin corromperse, por lo que era complementada por vino. Como dato curioso, en la circunnavegación de Magallanes se embarcaron 253 barricas y 417 odres de vino con un precio de 590.000 maravedies o 70.000 € al cambio actual, lo que supuso el capítulo de mayor gasto, incluso superior al de armamento. Los marineros tenían asignados media azumbre diaria (1 litro) repartidos en cuatro cuartillos.
La plantación de las viñas necesarias para producir el vino que necesitaban los colonos españoles empezó poco después de su llegada a América. Después de unos primeros intentos de plantarlas en la zona caribeña que resultaron infructuosos porque en ese clima la vid crece mucho vegetativamente pero no da muchas uvas, Hernán Cortes ordena plantarlas en el virreinato de Nueva España en 1525. El cultivo de la vid se extendió pronto al virreinato del Perú, aunque las presiones de los suministradores españoles obligaron al rey de España a prohibirlas en 1595, salvo licencia especial.
| Óleo que reproduce a un sacerdote oficiando en misiones
De esta orden estaban exentos los jesuitas para poder suministrar vino para la eucaristía en sus misiones, licencia que se debió extender a otras órdenes religiosas. De esta forma, los jesuitas la introdujeron primero en Argentina y después en la Baja California. Los dominicos no fueron ajenos a la viña y de hecho la primera plantación de viña documentada está en su convento en Cumaná (actual Venezuela) en el segundo decenio del S XVI. La variedad de vid que llevaron los jesuitas la denominaron Misión, nombre que aún se mantiene en California, y que con el tiempo se ha podido comprobar que era la variedad Listán Negro, muy cultivada en las islas Canarias, donde los barcos debían hacer parada obligatoria de aguada antes de cruzar el Atlántico.
| Antiguo convento de la orden mendicante y de predicadores de los Dominicos.
Tanto los dominicos como los jesuitas tuvieron sus conventos en El Puerto de Santa María para la aclimatación de los misioneros que iban a América y espera del momento adecuado para la travesía del océano, hecho que normalmente se daba solamente durante los meses del verano cuando los vientos alisios eran propicios. Para los dominicos era el convento de Santo Domingo, hoy IES Santo Domingo, y para los jesuitas el desaparecido Hospicio Indias (ver nótula núm. 4.225), construido en 1735 que estaba situado en la actual plaza de Las Bodegas.
| Real Hospicio de Indias que estaba situado en la actual plaza de las Bodegas.
Es muy probable que, en este tiempo de espera, además de la formación teológica necesaria para su función evangelizadora, los sacerdotes recibieran formación en cultivo de la viña y elaboración de vino que iban a necesitar en sus destinos americanos o filipinos, más aún si se tiene en cuenta la cercanía que tenían la iglesia y las órdenes religiosas los bodegueros y aristócratas de la época.
| Dibujo de Anton van Wyngaerden, castellanizado Antonio de las Viñas. (1567), donde se pueden observar las galeras surtas en el río Guadalete.
El establecimiento de la base de las galeras reales desde las que combatir a los turcos y piratas berberiscos y posteriormente la capitanía general de la mar ocena otorgó en los siglos XVI y XVII supuso un formidable impulso a nuestra Ciudad , de donde salió la flota para la batalla de Lepanto y donde estuvieron destinadas personalidades tan destacadas como, Juan de Austria y Manuel Filiberto de Saboya, familiares directos del rey Felipe II, Álvaro de Bazán y un largo etc. (ver nótula 2.379). No está bien documentado el cultivo de la viña y la elaboración de vino en nuestra Ciudad en esa época, pero no cabe duda que la presencia de la numerosa gente de armas acarrearía un gran consumo de vino y la existencia de muchas tabernas y mesones. Este impulso se completó cuando nuestra ciudad dejó de pertenecer al señorío de los duques Medinaceli y pasó a los dominios de la corona en 1729 y el rey Felipe V veraneó un par de años en el palacio de D. Juan de Vizarrón y Aranibar, más conocido como la Casa de las Cadenas, trasladándose la corte a nuestra ciudad durante ese tiempo.
Continúa el esplendor. Nacen los vinos finos de El Puerto
A finales del siglo XVIII los vinos que más se producían para el mercado de exportación eran los olorosos y dulces porque eran los que más gustaban en el mercado inglés, que era la potencia comercial emergente en esos tiempos.
Pero el comienzo de la elaboración y la adquisición de fama y renombre de los vinos finos de El Puerto de Santa María se debe a la confluencia de varias circunstancias en el primer tercio del siglo XIX.
| Indianos procedentes de Hispanoamérica invirtieron en bodegas El Puerto.
En primer lugar: El repunte en la economía en la zona después del final de la guerra de la independencia y la llegada de un gran número de indianos con dinero para invertir procedentes de los países de Hispanoamérica que se empezaban a independizar. Muchos de ellos invirtieron en la compra de viñas y bodegas en el término del Puerto que disfrutaba de unas condiciones envidiables de comercio y que tenía un gran número de cargadores de indias aquí ubicados. Algunas viñas todavía conservan sus nombres originales como Aranibar o la Bizarrona por los poderosos cargadores que fueron sus propietarios.
| Viña Aranibar.
Además, los vinos de Jerez tenían un gran inconveniente para su embarque porque debían ser enviados al embarcadero del Portal y en faluchos a través del rio, trayecto dificultoso por el poco calado del río que obligaba a esperar las subidas de la marea lo que prolongaba varios días el trayecto, además de estar sometido a impuestos.
Una gran influencia tuvo la construcción hacia 1830 del ensanche del Campo de Guía en la zona entre las calles Los Moros y Valdés que constituyó el primer polígono industrial de España. En esta zona en las proximidades del río se preparó terreno disponible para la construcción de nuevas bodegas, lo que permitió que numerosos bodegueros se ubicaran en la Ciudad (ver nótula 903).
| Bodega de Mora, antiguo grabado.
Este fue el caso de Manuel Moreno de Mora un acaudalado gaditano que construyó su bodega hacia 1830 en la esquina de la calle Los Moros con la Calle Comedias, bodega que después compraría la empresa Osborne, que la sigue llamando Bodega de Mora, y la bodega de San José en la plaza de toros que fue construida en 1835 por el también gaditano Antonio Ruiz-Tagle y posteriormente comprada por la compañía Duff Gordon. O también la bodega que compró el marqués de Comillas que vino de Cuba y que en la actualidad es la bodega de Gutiérrez Colosía. La crianza de los vinos en El Puerto suponía una ventaja competitiva frente a Jerez, porque todavía no existía el tren de Jerez a El Puerto que no se construyó hasta 1854. Por esa razón, grandes bodegas de Jerez como Domecq instalaron sus criaderas de vino fino en el Puerto que han mantenido hasta tiempos relativamente recientes.
| Crianza biológica bajo velo de flor.
Por último, por ese mismo tiempo fue cuando se empezó a generalizar la crianza biológica bajo velo de flor que origina los vinos finos. Y los bodegueros establecidos en el Puerto empezaron a observar que los vinos finos criados en el Puerto tenían unas características diferenciadas y normalmente mejores que los criados en Jerez, y determinaron la creación de un estilo propio en los vinos finos de El Puerto que aún se mantiene. Y esto se debía fundamentalmente a dos razones:
En primer lugar, que las viñas del término del Puerto en los pagos de Balbaina o Campix están muy próximas al mar y sienten su "vajío", por lo que producen unas uvas que crean unos vinos más suaves y ligeros que los pagos de Jerez, y por tanto más apropiados como vinos base para Vinos Finos. Así, Viña Campix está a sólo 9 km del mar en línea recta y desde allí se divisa perfectamente Rota y la bahía de Cádiz. Esta viña perteneció en estos tiempos a Manuel Moreno de Mora y que utilizó su uva para rociar las soleras de las bodegas que tenía en la calle Comedias.
| Viña Campix, en el pago del mismo nombre
Y en segundo lugar, a que las condiciones climáticas del Puerto son más suaves que las de Jerez, con menores temperaturas en verano y mayores en invierno y mayores humedades de forma continuada por la proximidad al rio Guadalete y al mar, lo que tiene una gran influencia en las levaduras de flor que desarrollan la crianza biológica. La media de las temperaturas máximas en el mes de agosto en El Puerto es dos grados y medio inferior a la de Jerez, y esto tiene una gran influencia en la crianza biológica que sufre mucho cuando las temperaturas suben en verano.
| Gráfico de comparativa del promedio de temperaturas máximas mensuales entre Jerez y El Puerto de Santa María.
Según los estudios de Javier Maldonado, en el período 1823 -1844 las bodegas de nuestra Ciudad llegaron a exportar un 40 % de las de Jerez, lo que es muchísimo si se tiene en cuenta que el término municipal de Jerez es siete veces mayor que el de El Puerto y tiene mucho más terreno disponible para viñas. De esta época datan nombres de bodegas de nuestra ciudad tan sonoros y ya casi olvidados como Guillermo Oldham, Juan Guillermo Burdon, Pedro Beigbeder, Ricardo Crowley, Francisco Xavier Harmony, Enrique Oneale y un largo etc.
| Casa Palacio de los Oneale, en la confluencia de las calles Larga y Santo Domingo.
Siglo XX y actualidad
El vino siguió siendo junto a la pesca la industria más importante de la ciudad. A principios del siglo XX había censadas al menos 26 bodegas exportadoras, además de numerosos vendedores al por mayor y al por menor y las familias bodegueras constituían la aristocracia de la ciudad. De ahí la larga lista de propietarios de bodega que fueron alcaldes de nuestra ciudad en el siglo XX: Alfonso Sancho Mateos 1924-1930, José de la Cuesta Aldaz 1930, Francisco Quijano Rosende 1937, Fernando Terry del Cuvillo 1941-1943, Ignacio Osborne Vázquez 1943-1947, Luis Caballero Noguera 1952-1958 y Fernando Terry Galarza 1971-76.
| Bodegas censarás a principios del siglo XX en nuestra Ciudad
En 1932 se instala en nuestra ciudad la bodega Caballero procedente de Chipiona y posteriormente compra las bodegas de José de la Cuesta y de John William Burdon (nótula 2.645), convirtiéndose en un actor importante del sector en nuestra ciudad. Además, el auge que se produjo por esta época de productos derivados del vino como el brandy y el ponche impulsaron las bodegas que los producían como Osborne, Terry, 501 y Caballero y permitieron continuar una actividad vinícola destacada en nuestra ciudad.
Pero la aparición en el sector de Rumasa y sus prácticas irregulares y de competencia desleal provocaron una grave crisis del sector y forzaron el cierre de bodegas señeras de El Puerto como Jiménez Varela en los años 60 y Cuvillo en 1985.
En los años 70 se estableció una fuerte rivalidad entre Osborne y Terry por la hegemonía local, que se personalizó en los vinos estrella de las compañías Fino Quinta y Fino Maruja que produjo animadas controversias locales entre los partidarios de uno y otro vino. Pero la arriesgada política financiera de Terry provocó su compra por Rumasa en 1981 y posteriormente su absorción por Domecq en el año 1992.
| Viña el Caballo, una de las mejores del pago de Balbaína
En los años 90 se vivió un repunte de la actividad vinícola local con la apuesta decidida de Osborne por el vino que llegó a tener más de 300 aranzadas de viñedo en propiedad y otras tantas con contratos de compraventa. El centro de su actividad vitícola era la viña El Caballo, sin duda una de las mejores viñas del pago de Balbaína , con el carismático capataz Diego Campos al frente, antiguo capataz de la viña Las Puentes Chica de los Quijano.
| Actas de las primeras Jornadas del Vino Fino, que se empezaron a celebrar en 1995.
Además, la corporación municipal de entonces con el alcalde Hernán Díaz (1991-2006) apoyó decididamente al sector vinícola local, de lo que queda constancia entre otras cosas en la organización de las Jornadas del Vino Fino, la calificación de nuestra Feria de Primavera como Fiesta del Vino Fino y en la construcción del Parque del Vino Fino a la entrada de la ciudad, junto al paseo de La Victoria.
| Revista de la Feria de Primavera y Fiestas del Vino Fino.
Pero desgraciadamente este fue un esplendor efímero. Osborne vendió en 2010 sus viñas y empezó a vaciar sus bodegas, muchas de las viñas que tenía contratadas se arrancaron, y las otrora viñas míticas de Balbaína muestran ahora un aspecto desolador, como el Majuelo de Laffitte (nótula 4.064), Pineda, María Manuela y Las Ánimas, Viña Campix se ha plantado recientemente de olivar ante la imposibilidad de sus actuales propietarios de vender la uva, y El Carmen se ha transformado en una casa rural con el evocador nombre de Bendita Locura. En nuestro término municipal sólo quedan actualmente unas 200 hectáreas de viñedo, frente a las 1400 que llegó a tener en 1852.
| Viña Campix
| Viña El Carmen
Por el contrario, Caballero ha mantenido y ampliado su compromiso con el vino, comprando en 1990 la bodega de vinos de alta gama de Jerez Lustau, donde tuvo al también carismático enólogo Manuel Lozano que trabajó antes en Terry, y en 2008 adquirió antiguas marcas de vino de Domecq tan señeras como Fino La Ina y oloroso Rio Viejo.
Capítulo aparte merece su descomunal Fino Pavón, verdadero estandarte que marca el estilo de los vinos finos de El Puerto en la actualidad y sin duda uno de los mejores finos del marco de Jerez.
Cabe también destacar el trabajo incansable de la bodega Gutierrez Colosía en su enclave único y privilegiado en la ribera del río de la avenida de la Bajamar, junto a otras bodegas de menor tamaño como Grant en las 7 esquinas, Obregón en la calle Zarza del barrio alto y Monge en la calle Pagador junto a la plaza de toros. Todos ellos cuentan con restaurantes y bares asociados que complementan su oferta.
Debe también ser reseñado el soplo de aire fresco y juvenil de la bodega Forlong en la carretera Jerez-Rota con su apuesta decidida por los vinos de nuevo cuño.
En estas circunstancias, en la actualidad es muy reducido el peso específico y el poder de influencia de las bodegas de nuestra ciudad en las decisiones sectoriales que están siempre marcadas por Jerez y Sanlúcar. Cada habitante de esta ciudad, ya sea de nacimiento o adopción, y sus visitantes deberían poner su granito de arena y elegir vinos de El Puerto para ayudar a revertir esta situación.
Como resumen de estos dos artículos, se puede afirmar que durante estos 3000 años de historia de vino en nuestra Ciudad se ha ido modelando el vino que se consume en la actualidad. Por ello, se debe ser consciente que cuando se bebe una copa de vino de El Puerto se está tomando un concentrado de nuestra historia, de nuestra cultura y de nuestra sociedad.
Las bodegas locales y las administraciones deberían esforzarse en transmitir este mensaje a los consumidores que, de esta forma, disfrutarían aún más de las excelentes características de los vinos de El Puerto de Santa María. | Texto: Profesor Doctor Juan Gómez Benítez.
Muchas gracias, la historia del vino en tierras de Cádiz, es algo único, emblemático y maravilloso. Es un placer paisajístico y gustativo internacional. Pasado y presente de familias que viven muy adentro el mejorar cada día sus exquisitos y exclusivos caldos, fruto de la experiencia y dedicación...
Enhorabuena, es una excelente nótula. He disfrutado muchísimo descubriendo gran parte de la historia de los vinos Finos de El Puerto de Santa María. Salud!