Miles de soldados españoles, combatientes en la guerra colonial de Filipinas, quedaron cautivos de los tagalos después del desastre de 1898, padeciendo sufrimientos durante muchos meses, a miles de kilómetros de sus casas y familias y además, lamentablemente, cuando fueron liberados y retornaron a su país muchos de ellos ni siquiera recibieron la comprensión de las autoridades, sino que, incluso, le fueron regateados sueldos, atenciones y honores.
Este es el caso de un paisano, miembro de la Armada, Carlos Pineda Soto, que nació y vivió su infancia en la casa número 90 de la calle de las Cruces, donde vivían sus padres, el teniente de Navío Carlos Pineda Rivera, que había vuelto enfermo después de estar 7 años de servicio en el Apostadero de Filipinas, su esposa Cayetana María Soto Péndola y los hijos de ambos. El marino, que había obtenido licencia absoluta en 1872, era el propietario del inmueble, cuyo piso alto ocupaba. Para ayudar su estrecha economía tenían alquilado el bajo a un viudo con tres hijos mayores, carretero de profesión, llamado Ramón David Valle.
| Casa de la calle Cruces donde estuvo viviendo nuestro protagonista.
Cuando falleció el padre dejó a la viuda, embarazada de cuatro meses y con cuatro hijos menores de edad, Carlos, el mayor, José María, Concepción, Juan María y embarazada de pocos meses. El póstumo, sería bautizado como Sebastián Luis. Una pesada carga, con cinco huérfanos, el mayor con menos de 12 años y el benjamín de meses, para una joven de 27 años que, suponemos, encontraría ayuda en la familia de su madre, Concepción Péndola, viuda de Antonio Soto, un fabricante de aguardiente, que vivía y era propietaria de la casa nº 29 de calle Nevería.
| Anuncio de Sebastián Péndola y Soto, en Revista Portuense.
Su tío, Sebastián Péndola, médico, estaba establecido en Uruguay y casado con una hermana de Valentín Galarza, Ministro de la Gobernación en la postguerra civil. Posteriormente volvería a El Puerto, pasando consulta en casa de su suegra, en la calle Larga, esquina con Ganado. Creemos que para ayudarse económicamente vendió la casa a Piury una década después.
| Solicitud de Carlos Pineda Soto.
En estas circunstancias, cuando Carlos Pineda tiene 15 años, la madre envía una instancia dirigida a la Reina Regente María Cristina solicitando se declare de derecho preferente la plaza de Gracia que su hijo Carlos María Pineda y Soto tiene concedida por la Escuela Naval, puesto que, no teniendo recursos de ningún género para el sostenimiento de sus demás hijos y próximo a cumplir el agraciado 15 años de edad, ve que se le va a pasar la edad exigida por el reglamento antes de que le llegue su turno. La instancia está fechada en 1887 y adjunta una certificación médica firmada por cuatro doctores locales en la que se indicaba: “Don Carlos Pineda Rivera (su padre)… falleció en esta ciudad (El Puerto de Santa María) el 17 de julio de 1881 de una dilatación cardiaca como terminación natural de una hipertrofia del corazón, contraída muchos años antes y durante su permanencia en el archipiélago de Filipinas donde estuvo prestando servicios como oficial agregado a la Comisión Hidrológica a las órdenes del Sr. Capitán de Navío, don Claudio Montero,”
| Buque escuela Asturias.
Ocupando la plaza de Gracia solicitada, Carlos Pineda ingresó en el buque escuela “Asturias” y ya, en 1892, tras obtener el empleo de Guardia Marina, siendo declarado apto para ampliar estudios, embarca en la fragata “Gerona”. En su historial como aspirante figuran anotados 240 días de mar en barcos de máquina pues para entonces ya no se practicaba en los de vela. En 1893 embarca en el crucero “Colón” que forma parte de la escuadra que viaja a Río de la Plata; en 1894 es destinado a prestar servicios en el Apostadero de Filipinas y dos años después retorna a Cádiz, donde en este mismo mes, hace 125 años, se examina para alférez de Navío, aprueba y es destinado a Filipinas nuevamente, donde por sus destacadas actuaciones en el conflicto con los insurrectos, en distintas fechas de 1897 recibe una Mención Honorífica, la Cruz de 1ª Clase del Mérito Militar con distintivo rojo y Cruz de 1ª Clase del Mérito Naval, roja y pensionada.
| Llegada de tropas españolas a Filipinas. 1896
Solicitud de ascenso denegada, a pesar de los méritos de guerra
Es en 1898, cuando la insurrección alcanzó las dimensiones de una guerra total en toda la colonia y es el momento en el que nuestro paisano, un joven oficial de la Armada, vivió una dramática e inolvidable “aventura” que dejará huella en su existencia posterior. Las circunstancias que precedieron al momento en que arriba a la isla de Luzón, procedente de las islas Carolinas, las desconocemos. Pineda refiere en uno de sus escritos reclamando el ascenso a capitán de Navío que nunca le concederían, que “…al tratar de atravesar a pie toda la isla de Luzón para cumplimentar una orden delicadísima y urgente de mis jefes” fue imposible avanzar por estar ocupadas las vías de comunicación por los insurrectos. Basándonos en la información que contiene un escrito del Comandante General del Apostadero y Escuadra de Filipinas dirigido al ministro de Marina y fecha 26 de septiembre de 1989, y en el que se refiere a la rendición de Tayabas, en uno de cuyos párrafos observamos se indica lo siguiente: “…el día 7 de junio último (de 1898) llegan a esta cabecera el alférez de Navío, Don Carlos Pineda, el 1º médico de la Armada, Don Enrique García Artime, un cabo primero de Mar, un soldado de Infantería de Marina y un marinero, que se dirigían a Manila, y estando interceptados los caminos por fuerzas insurrectas han permanecido aquí durante el sitio que habiendo dado principio el 24 de junio, terminó en el día de ayer (15 de agosto), Compete a mi deber participar a V.E. que durante la larga permanencia aquí de los citados oficiales, el alférez de Navío, Don Carlos Pineda, ha prestado servicio con mando de fuerza, haciendo guardias, patrullas, rondas, y siempre solicitó ocupar los puestos de peligro. El día 1 de julio, que se encontraba de guardia en la Cárcel, de mando de 25 hombres, rechazó de once a una de la noche, tres ataques que dieron los sitiadores al edificio ya nombrado y en todas ocasiones que en tan largo sitio han sido tan frecuentes, han demostrado sus excelentes y recomendables condiciones,”
| Joaquín Pacheco y Yanguas. Jefe Militar y Gobernador Civil de la provincia de Tayabas, en la isla de Luzón, la mayor del archipiélago filipino.
Asedio a Tayabas
Tayabas es una de las provincias en que estaba dividida la isla de Luzón, la mayor del archipiélago filipino. En 1898 el jefe militar y gobernador civil era el comandante Joaquín Pacheco y Yanguas. Justo el día en el que se refugiaron Pineda y sus acompañantes en este pueblo, capital de la provincia de su nombre, estaban sitiando otra población cercana, la de Lipa, que solo resistió 11 días. Y desde allí se trasladaron a Tayabas para organizar el sitio de la misma, aunque ya el 8 de junio grupos de guerrilleros tagalos habían atacado el Gobierno Civil y la cárcel, siendo rechazados. Tayabas contaba con una guarnición de poco más de 400 hombres. El gobernador, alertado por los hechos recientes, adoptó medidas para defender la plaza, reuniendo prácticamente a todas las guarniciones que se hallaban dispersas por la provincia, concentrándose una compañía del batallón de cazadores del Regimiento nº 14, otra del 12 y una tercera del 6 con el apoyo de una compañía de Guías Rurales, dos secciones de tiradores y caballería y algunos elementos de la Guardia Civil. Apenas pudieron reunir provisiones ya que la población autóctona que era la que los que los proveía, ante el inminente peligro desaparecieron, igual que desertaron bastantes militares nativos.
| Vapores a la Isla de Luzon, Cádiz, Barcelona, Manila.
El comandante de la plaza seleccionó cuatro edificios que, por sus muros, podían presentar mayor resistencia a los ataques. Ocuparon y guarnicionaron con tropas los edificios del Gobierno Civil, el convento, la cárcel y el del Tribunal, siendo derruidas el resto de las viviendas de la población. En el convento y la cárcel se situó a la compañía de cazadores del Regimiento 14 al mando del capitán Juan Alba y del teniente Puchales más 30 miembros de los Guías Rurales al mando del capitán Feliciano Pérez Eguido, el teniente Lozoya y el propio Pineda.
Fue la cárcel el lugar más atacado por los filipinos. El 17 de junio se produjo un ataque con el apoyo de un cañón Krupp que desde el amanecer disparó contra los muros que fueron resquebrajándose con cada impacto, hasta abrir una brecha por la que iniciaron tandas de asaltos que fueron rechazados en combates cuerpo a cuerpo. Otro ataque muy violento, según cuenta Hasting, autor de un detallado trabajo sobre el heroico sitio de Tayabas, sucedió el 10 de agosto contra la cárcel, nuevamente y en esta ocasión el enemigo llegó a colocar escalas de bambú en las paredes del edificio escalando por ellas, aunque finalmente fueron rechazados de nuevo. Pero con el paso de los días el hambre y las enfermedades fueron haciendo mella. Sacrificados los caballos, cerdos, perros y gatos la ración quedaba reducida a dos puñados de arroz cocido, sin sal, por persona y día. Se contabilizaron hasta 10 defunciones por hambre y los medicamentos para curar a los heridos estaban agotados.
| Soldados españoles prisioneros en Filipinas.
Pineda Soto, prisionero de guerra
Con ese lamentable panorama, sin esperar ninguna ayuda externa, el comandante reunió a los oficiales y acordaron negociar una rendición honrosa después de estar 69 días sitiados por tropas que llegaron a alcanzar los 15.000 individuos con 8.000 fusiles máuser y rémington, amén de 30 cañones y la docena y media de bombas de dinamita que habían arrojado los sitiadores. Habían fallecido al final del asedio tan solo 27 hombres, pero si descontamos los 10 de inanición, al final solo murieron 17 por heridas de guerra, aunque había 105 heridos en el hospital. Descontando las deserciones, quedaron en Tayabas 280 supervivientes, entre los que figuraba Carlos Pineda Soto, los cuales pasaron a ser prisioneros. Probablemente, como otros militares de Tayabas fue llevado a Lucban y encerrado en el fuerte Santiago, en unos calabozos ubicados en el cauce del río Dago permaneciendo así, hacinado, con escasez de alimentos, según el mismo indica sobre su situación como prisionero de guerra: “…el hambre, la miseria y las penalidades sufridas durante el terrible cautiverio”. Este duró desde el 16 de agosto de 1898 hasta el 26 de julio de 1899, momento en el que fueron liberados por las tropas norteamericanas.
Repatriación
Una vez repatriado, solicitó cuatro meses de licencia, alegando su condición de enfermo. Solo le autorizan dos meses y, además, retrasaron su ascenso. En marzo de 1900 vuelve a solicitar una nueva licencia y esta vez le conceden tres, aprovechando la misma para casarse con su prima Eloísa Soto Isola, hija del hermano de su madre, Pedro Nolasco. En “Revista Portuense”, se recoge este acontecimiento con el siguiente texto: “BODA DE LA SEÑORITA ELOISA SOTO. Ayer, a las once, en el Camarín de nuestra amantísima Patrona, tuvo lugar el enlace matrimonial de la bellísima y distinguida señorita Eloísa Soto e Isola, con el joven alférez de Navío, D. Carlos Pineda Soto. Cuando descendieron del coche y entraron en la iglesia, todas las miradas se fijaron en la bellísima figura de la novia, envuelto el rostro entre los tules del velo blanco, y su gentil talle por riquísimo vestido de raso blanco, con adornos. El novio vestía de gala.”
| Postal de la desaparecida Imprenta Leal en calle Larga.
Inicia el verano de 1900 con una serie de reclamaciones. Comienza por pedir una indemnización por la pérdida de su equipaje en Filipinas, reclamación que le es denegada. Después solicita las dos pagas de prisionero, reclamando también los pluses de campaña de junio, julio y agosto de 1898 por su participación, al mando de fuerzas del ejército en la defensa de Tayabas. En 1902, estando en La Carraca y sin noticias de su ascenso, pues continúa siendo alférez de Navío, reclama el mismo. El ascenso a teniente de Navío no le será concedido hasta 1904 y a partir de esa fecha inicia una espléndida y longeva carrera en la escala de tierra, a la que solicita el pase en 1908, que culminará en 1941, año en el que pasa a situación de retiro con el grado de capitán de Fragata, obtenido en 1925, ya que desde 1916 era capitán de Corbeta.
Algunos de los empleos que ejerció en tierra fueron: Ayudante de Marina en Mataró (Barcelona) en 1913; Ayudante de Marina en Masnou (Barcelona) en 1921; Ayudante del Distrito Marítimo de El Puerto de Santa María en 1923; 2º Comandante de Marina con destino en Barcelona, en 1928; Comandante de Marina de Melilla, en 1929 y el 6 de junio de 1931 pasa a la situación de Reserva por la edad. Intenta y así lo solicita reiteradamente ascender a capitán de Navío, sin éxito. Tan solo le conceden la Placa pensionada de la Orden de San Hermenegildo y, al parecer, le ofrecieron un puesto de auxiliar en la sección de orografía en la Dirección General de Navegación que no se llevó a efecto, ocupándose de la Ayudantía de Marina de El Puerto hasta la fecha de su retiro definitivo, antes comentado.
Un día de primavera de 1946, el 22 de mayo próximo hará 75 años, dejó de existir el que fuera el “último portuense de Filipinas”. Sus restos reposan, junto a los de su tío Pedro Pineda Rivera, en el segundo patio del cementerio local. | Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz | A.C. Puertoguía.
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Nos hemos documentado para realizar esta biografía en su expediente militar, legajo 620/939 que se conserva en el Archivo-Museo Don Álvaro de Bazán, en El Viso del Marqués (Ciudad Real), los padrones municipales que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de esta ciudad y en el artículo “Los penúltimos de Filipinas” que firma “Hasting” y está publicado en la web de Mundohistoria. |