Voy a aprovechar la ocasión que me ofrece la distinción que tan amablemente me ha concedido el Ayuntamiento en este 4 de diciembre, Día Local de Patrimonio Histórico, para compartir la pequeña historia de una de las sagas o clanes de montañeses que en El Puerto de Santa María han sido y convivido en pasadas centurias, relacionados con el establecimiento que hoy se hermana conmigo en este reconocimiento a la defensa y difusión de nuestro patrimonio, el Bar Apolo, citando algunos de los antecedentes del negocio en sí, anterior en el tiempo al de esta denominación, cuya historia la reconstruyó Enrique Pérez Fernández en su obra “Tabernas y bares con solera”, a partir del primer cuarto del siglo XIX. | Infografía: Gente del Puerto.
| Entrega de los Premios de Patrimonio Histórico 2020.
Tiendas de montañeses
La colonia de montañeses de El Puerto, definiendo así al grupo de personas procedentes del país cántabro, originarias de las montañas de la antigua provincia de Santander, se remonta al siglo XVI, tanto en Cádiz como en El Puerto. Monopolizaban prácticamente todo el suministro alimenticio de la época, organizando en las denominadas ‘tiendas de montañeses’, situadas en las esquinas más céntricas y comerciales del casco urbano, una especie de supermercados en donde se podía encontrar productos frescos del día: huevos, leche, verduras y hortalizas, toda clase de granos y quesos, sardinas en arenque y cualquier otro producto alimenticio comercializado en la época, a excepción del pan y las carnes que tenían sus concesionarios oficiales, controlados por la administración municipal. Muchos de estos establecimientos compartían el suministro alimenticio con el vinícola, destinando una parte de sus instalaciones a despacho de vinos y algunos tenían anexa una taberna o mesón, donde bebían y comían la gente de mar, militares y numerosos transeúntes que poblaban nuestra Ciudad, puerto de mar, con gran actividad mercantil en esa época.
| El almacén de Nicanor, antigua tienda de montañeses situado en la esquina de la Placilla con la calle Ricardo Alcón, ya reconvertido en Bazar de Loza y Cristal, en octubre de 2008. | Foto: Gente del Puerto.
La familia Ruiz Tagle
Los individuos que iniciaron la familia Ruiz Tagle, de la que me voy a ocupar en este espacio de hoy, eran de similar origen y característica a los de otras sagas familiares asentadas en Cádiz y su Bahía, procedentes de las montañas santanderinas. Llegaron a estos lares mediados el siglo XVIII. Algunos miembros de esta amplia saga familiar tenían negocios y residían en El Puerto y otros en Cádiz. Los principales negocios de este clan montañés eran, sin duda, el de los almacenes y tiendas de productos alimenticios, denominados “géneros comestibles”, en los cuales suministraban tanto al por mayor como al detal. Negocios que explotaban de forma individual o bien, en comandita, con otros parientes o paisanos. Uno de estas familias santanderinas era la formada por José Ruiz Tagle, su esposa, Josefa Ruiz de Bustamante y dos hijos varones que le acompañaban en la aventura migratoria: Francisco y Vicente Ruiz Tagle. Ambos hermanos, igual que los que habían quedado en el lejano Valle de Reocín, de donde eran originarios, adoptaron como primer apellido los dos del padre, pasándose a llamar «Ruiz Tagle» en lugar de «Ruiz Ruiz», apellido que perpetuaran sus descendientes.
| En la esquina de la calle Palacios con Nevería, donde hoy está situado el Bar Apolo, se encontraba otro establecimiento: el Mesón del Toro, en aquellos años finales del s. XVIII, la más importante tienda, taberna y mesón al mismo tiempo, de la Ciudad. | Infografía: Gente del Puerto.
Mesón del Toro, predecesor del Bar Apolo
El matrimonio formado por José Ruiz Tagle y Josefa Ruiz de Bustamante, instalados inicialmente en Cádiz serán iniciadores del tronco familiar de este clan montañés-andaluz. Tuvieron, que sepamos, cuatro hijos. Francisco, el mayor, emancipado de los negocios gaditanos de su padre, se instaló por su cuenta en El Puerto de Santa María, asociado con dos paisanos, José Ibáñez Pacheco y Antonio Quixano, en diversos negocios de los anteriormente descritos de entre los que destaca la explotación de la que era, en aquellos años finales del s. XVIII, la más importante tienda, taberna y mesón al mismo tiempo, de la ciudad. Se llamaba entonces ‘Mesón del Toro’. Su céntrica ubicación y cercanía a las zonas comerciales y de tráfico de la época, así como la calidad de sus productos, suponemos, convirtieron en hombres de fortuna a cuantos regentaron este popular negocio en esas décadas finales del XVIII y durante el siguiente siglo.
| Mediada la calle, a la izquierda de la imagen, el edificio del Bar Apolo, a la izquierda y, a la derecha, la Capilla de la Sangre.
En la Casa del Gobernador
Como era tradición y costumbre, estaba instalado en una esquina, en este caso en los bajos de la denominada Casa del Gobernador, llamada así por haber sido casa principal y residencia de uno de los miembros de la importante familia Reynoso, que ocupó el cargo de Gobernador Político y Militar en años precedentes. Estaba situado el mesón en la esquina de las calles Palacios y Nevería con puertas de acceso y salida por ambas calles, frente a la Capilla de la Sangre, sede de la antigua cofradía de la Veracruz, en el mismo lugar donde actualmente está ubicado el Bar Apolo.
En el caso de Francisco, no tenemos constancia de que abandonase el estado de soltero y si lo hizo no tuvo descendientes, siendo sus herederos sobrinos y sobrinos-nietos, es decir los hijos y nietos de algunos de sus hermanos y hermanas. Una de ellas, Luisa, había casado, allá en su tierra natal con Luis de la Vega y uno de sus hijos, nacido en Puente de San Miguel, de nombre Luis de la Vega Ruiz-Tagle, debió venir a estas tierras, en ayuda de su tío materno Francisco. Estaba casado con Teresa Fernández de Lastra y dos de sus cuatro hijos, Benito y Vicente de la Vega forman parte del grupo de sobrinos herederos del primogénito de los Ruiz Tagle.
Regidor Perpetuo
Otra hermana, María, estaba casada con su socio del Mesón del Toro, José Ibáñez Pacheco. El hijo de ambos, Diego Ibáñez-Pacheco y Ruiz-Tagle reivindicó su condición noble, al ser descendiente de caballeros hijosdalgo de origen. Una vez demostrada su hidalguía había sido recibido como tal por el ayuntamiento de la Ciudad, condición que le permitiría poder ocupar cargo en el gobierno municipal, en el que tuvo vara de Regidor Perpetuo. Personaje importante de la influyente colonia montañesa, fue el representante de este colectivo en la Junta Local de Comercio creada con motivo de la rehabilitación del puerto fluvial para el comercio con América, en 1809, después de ímprobos esfuerzos realizados por autoridades, comerciantes y, prácticamente todas las denominadas fuerzas vivas de la ciudad durante varias décadas.
| La invasión francesa y la independencia de la mayoría de las colonias anularon en la práctica las presumibles ventajas de esta tardía concesión administrativa.
Casó en primeras nupcias con María Sánchez Bustamante, teniendo noticias de al menos dos hijos de este matrimonio: Jacinto, que se estableció en Cádiz y contrajo matrimonio con María Dolores Gállaga, siendo el hijo de ambos: Jacinto Ibáñez Gállaga uno de los transmisores de las fincas. Otro de sus hijos, continuador de los negocios paternos, entre los que figuraba una compañía vinatera denominada «Ibáñez Hermanos» fue Diego Ibáñez-Pacheco y Sánchez Bustamante que casaría con una pariente suya, Manuela Ruiz-Tagle Alonso, en 1813. La esposa, nacida en Villapresente era hija del único hermano varón que conocemos de Francisco Ruiz Tagle, Antonio, que debía reunir, junto con la astucia y laboriosidad propia de toda la familia, una gran vista comercial, el don de la oportunidad y, especialmente un espíritu emprendedor que le conducirá, con el espaldarazo económico y social que le proporcionaría su suegro, Manuel Paúl, a alcanzar la cima de los negocios de la época, obteniendo una suculenta fortuna y, por ende, posición social relevante en la burguesía mercantil gaditana.
En sintonía con lo que hoy, día Local del Patrimonio Histórico, se celebra, hemos querido citar este ejemplo del rico patrimonio humano que hemos disfrutado los portuenses en las últimas centurias, personalizado en este caso en una familia de montañeses, colectivo que, junto con el de los gallegos monopolizaban los suministros alimenticios.
|Olorón (Francia).
En época más remota fueron flamencos, irlandeses y franceses, muchos de estos últimos procedentes de Santa María de Olorón (pirineo francés), los que se avecindaron y generaron riqueza con el comercio y la exportación, juntamente con vascos y navarros. Y más recientemente, familias indianas que retornaron a la bahía gaditana, cuyos capitales, sumados a los de inversores ingleses, sirvieron para crear el imperio vitivinícola que dio vida a la ciudad durante casi un siglo y medio, como hizo el colectivo alicantino en la postguerra con el sector pesquero.
De esa amalgama humana, de tan diferente procedencia, cuyos descendientes han sido y son responsables, en gran medida, tanto del patrimonio cultural como monumental que hemos podido conservar, está compuesta una parte importante de la ciudadanía actual. Felicitémonos colectivamente, pues todos formamos parte del patrimonio de El Puerto de Santa María. | Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz | A.C. Puertoguía.
Enhorabuena y felicidades a los galardonados. Merecido reconocimiento a la fe en el esfuerzo de los empresarios y al amor perseverante hacia nuestra ciudad del querido "Guti". Nostálgicos y agradables recuerdos me hacen aflorar ambos por evidentes y distintas razones. Ánimo y a seguir haciendo patria.
Muchas felicidades, Antonio.
Enhorabuena a los premiados