A mediados de los años sesenta conocí a Luís Rincón Noya en casa de Jaime San Narciso Altamirano y Tina Aguinaco Ibarra, gran médico y, si cabe, mejor persona y una gran compañera, donde acudía y se reunían con Esteban Caamaño Bernal, Isidoro Gálvez García, María de los Ángeles Fernández Cortabarría y el padre Ramón González Montaño, a quién yo acompañaba en algunas ocasiones y me quedaba en la sala de espera del consultorio, mientras charlaban y buscaban soluciones y mejoras sociales para los trabajadores. De aquellas reuniones en casa de (don) Jaime y Tina, tildadas de clandestinas por la dictadura, se beneficiaron cientos de trabajadores de los distintos sectores productivos de El Puerto, pues encontraron respuestas a sus reivindicaciones.
A Luis, que trabajaba en la Fábrica de Botellas, lo veía con frecuencia en la Parroquia del Carmen, por aquel entonces, en la Plaza del Polvorista, cuando iba a ver a su amigo Ramón. En el otoño de 1970, me contrataron de ayudante de laboratorio en la misma Fábrica de Botellas y los contactos con Luis fueron más habituales.
Recuerdo que por las mañanas cuando iba a realizar el muestreo para analizar la arena me encontraba con los trabajadores y echábamos un cigarro. Por aquel entonces veía más de cerca la labor de Luis, que junto a otros compañeros, cuando la ocasión les era propicia, hablaban sobre mejoras sociales para los trabajadores de la Fábrica. Las condiciones de trabajo en la Fábrica eran infrahumanas especialmente por el calor agobiante que desprendía el horno día y noche. Era su medio de vida y servía para llevar a casa un mísero jornal para sobrevivir.
Al informarse la dirección de la Fábrica de mis contactos y conversaciones con los obreros, me dieron un toque de atención, siendo despedido días más tarde ya que, por lo visto, no había atendido la petición de la empresa. Tenía 19 años y solo permanecí 49 días en la Fábrica de Botellas, VIPA.
Días después, me comentó Luis que, como era imposible conversar de temas sociales dentro de la Fábrica debido a la política empresarial emprendida, el compañero Salvador Cortes Núñez, “El Chigüi”, nos había ofrecido su casa, en Crevillet, para reunirnos y continuar comentando asuntos relacionados con el mundo obrero.
Luis Rincón Noya, que demandaba mejoras sociales y económicas y calidad de vida para los trabajadores en unos tiempos difíciles, en los que era impensable reclamar nada, se nos fue a los 82 años, el 22 de enero de 2011, rodeado de sus seres queridos. | Texto: Antonio Carbonell López.
No sabía del fallecimeinto de Antonio Carbonell. Si los amigos se reunen tras moriri en alguna parte, ya estará dando parte de nuestras aventuras a Luis. Que la tierra te sea leva, Antonio!!!
Gracias, Antonio. Cada recuerdo de mi padre nos llena de orgullo de clase. Como dije en su funeral hace casi diez años, el siempre tuvo dos familias: la de la sangre y la de su clase y por las dos peleó como un león. Esos comentarios junto al montón de arena sirvieron para alentar mucha lucha y crear mucha esperanza. ¡Que no nos lo arrebaten!