Los partidores que en 1268 se encargaron de repartir a los repobladores cristianos las casas y solares de al-Qanatir se apoyaron, para facilitar el deslinde de los espacios a entregar, en puntos de referencia naturales y antrópicos que tenían a la vista: un pozo, un árbol de porte, los pilares del puente romano, alguna de las cruces que dispusieron para sacralizar el recinto murado andalusí… O un curso natural de agua frontera a la cerca que desde el cerro de la Belleza desaguaba en el Guadalete a la altura de la plaza de la Herrería. De las huellas físicas y los testimonios escritos sobre esta desaparecida infraestructura, que desde tiempos romanos debió desempeñar una destacada función, tratamos a continuación. | En linde al lienzo norte del recinto murado de al-Qanatir (Ricardo Alcón), la cárcava o Caño de la Villa.
Dice la partida 1848 del Libro del Repartimiento: “Comienza otra tabla de fuera del valladar [vallado, cerco] y de la cárcava, del majuelo de Pedro Ganzana hasta el cabo [extremo] de las paredes”. Aquí está mencionado el lienzo norte de la muralla andalusí en las voces de valladar y paredes, el que transcurría por la calle del Muro (hoy Ricardo Alcón) en su antigua prolongación hasta la calle Santa María (dirección sur-norte), tramo que desapareció en el siglo XV. | El recinto murado almohade, el trazado de la cárcava y curvas de nivel del cerro de la Belleza.
| Cárcava en tierras de la alquería de Grañina, en Pocito Chico.
Es preciso el documento alfonsí, porque una cárcava más que un arroyo o caño debió ser el aspecto que presentaría en tiempos de fuertes lluvias, un torrente de agua bajando junto al recinto murado desde el cerro de la Belleza. Como las cárcavas que surgen en tierras de la campiña o inmediatas al casco histórico, como la que existió en Las Carrales o en el camino de Jerez próximo al Campo de la Victoria que en el siglo XVIII llamaban arroyo de la Vidriera.
| Cárcava en Las Carrales, salvando su curso una modesta pasarela al modo de las puentezuelas del Caño de la Villa.
En La Belleza
El Puerto de Santa María se asienta, aunque a simple vista no se aprecie por lo abigarrado del conjunto urbano, al pie de la ladera de un cerro con cota máxima de 42 metros algo más arriba de donde comienza la carretera de Sanlúcar, apreciándose su altitud en las pendientes de las calles del Barrio Alto: San Francisco, San Juan, Ganado, Santa Clara...
| Huellas del curso fluvial en el cerro de la Belleza. A la derecha (avda. de Valencia) el espacio por donde la Vía Augusta se adentraba en la campiña.
| En La Belleza, por donde discurría la cárcava, hoy subterráneamente.
Existe en el cerro de la Belleza un manantial de aguas dulces, subterráneas, que nace entre El Caracol y La Angelita, donde aún hoy se observa bajo el terreno un curso fluvial con abundante vegetación de porte en su cauce. Bajo el suelo, parece tomar dirección hacia la calle Ganado en su confluencia con Zarza (Hospitalito). Recordará el lector que en Ganado, al excavarse en 1993 el terreno para cimentar el hoy Centro de Salud Federico Rubio, de inmediato brotó a la superficie un inmenso caudal de agua que costó Dios y ayuda sellar. Este era el cauce procedente del cerro de la Belleza que en la Edad Moderna llamaban Arroyo de la Zangarriana (antiguo nombre de Ganado) y Caño de la Villa, siendo así que el origen del trazado de la calle, desde Zarza, no es urbano sino fluvial.
Las puentezuelas
Alcantarillas o pequeños puentes que salvaran su curso debieron existir desde la propia fundación del Puerto Gaditano a fines del siglo I a.C. De hecho, era imprescindible cruzarlo para acceder a las instalaciones portuarias (en el entorno del Castillo de San Marcos) desde el puente y calzada de la Vía Augusta, que transcurría a unos 40 metros de la cárcava y cuyo curso actuaría como frontera natural y punto de control de entrada al Portus.
| Esquema del entorno del Portus Gaditanus. En blanco, las arenas litorales donde Balbo el Menor abrió la actual desembocadura del Guadalete. Como arroyo de la Zangarriana también fue conocida la cárcava de La Belleza.
Un pequeño puente se situaría inmediato a la plaza de la Herrería, donde seguiría en época andalusí formando parte del camino de Saris/Jerez que partía de la puerta del recinto murado en la boca de la calle Misericordia. Pero la presencia en la Herrería de pequeños puentes sobre la cárcava o caño sólo está atestiguada documentalmente en la Edad Moderna.
La mención más antigua que conocemos data de 1536, en un documento en el que los pescadores portuenses le hacían presente al señor de El Puerto de Santa María, el duque de Medinaceli don Juan de la Cerda, los problemas que concernían al gremio y sus reivindicaciones. Quejándose de que los alguaciles del concejo les quitaban las armas, pedían que al menos les permitieran tenerlas en el barrio que los pescadores habitaban, en la ribera, desde la pontezuela de los Herreros hasta el campo de la Victoria. Y en otra petición, acerca de la ubicación de los hornos de los bizcocheros, los alcaldes de la mar le recordaban que en tiempos de su padre, don Luis de la Cerda (1479-1501), los hornos se encontraban “acá de esta parte de la pontezilla y no allá tan cercanos del puerto (donde hoy la plaza de Bizcocheros).
| Al fondo la plaza de la Herrería y la Casa de los Diezmos a comienzos del s. XX. En primer término y a flor del terreno, muro exterior del Caño de la Villa.
Se conoce que en 1643 se hicieron algunas mejoras en el ya nombrado Caño de la Villa (475 reales) y se reformó la puentezuela de la Herrería, empleándose cien ladrillos y un cahíz de cal. En 1649 volvió a remodelarse la puentezuela, y también en 1691, cuando la puente del caño de la Villa volvió a componerse con cuatro estantes (tablones de madera) de 109 libras (50 kilos) y 18 clavos. De esta modesta y necesaria infraestructura la plaza llevó el nombre de la Puentezuela, y también el de Caño de la Villa.
La noria en los espinos
Probablemente en tiempos de al-Qanatir y de Santa María del Puerto existió otro pequeño puente o tajea a mediación de las calles Larga y Nevería, donde, según refiere el Libro del Repartimiento (partida 1859), se levantaba, apostada en la cárcava, la noria en los espinos: “Torno de tabla, que comienza cerca la noria en los espinos, de los solares que están en las espaldas de la casa de Pedro Ganzana, la carrera del pozo en medio, de parte de Xerez, en el prado, como van al pozo hasta la pared [el lienzo andalusí] que está levantada.”
| Noria de Alcantarillas (Murcia) alimentada por un caño, similar a como debió ser la andalusí noria de los Espinos.
Noria que como cualquier otro de estos ingenios hidráulicos típicamente musulmanes se emplearía para el riego de frutales y huertas inmediatas al prado. El agua se elevaba en los cangilones cerámicos de la rueda de la noria, que desde su parte superior se volcaba por un conducto hacia los canales de regadío. Dice la partida que se situaba en los espinos, indicando que la noria estaría rodeada y protegida a modo de un seto insalvable, con acceso restringido o controlado.
No debe ser casual que a unos 60 metros del lugar que ocupó la noria, durante la excavación arqueológica de la plaza Peral en 1994 se exhumara parcialmente la estructura de un sólido acueducto (14 m conservado) orientado hacia el lugar por el que discurría la cárcava o caño, cuyo origen y función nos es desconocido.
| Acueducto exhumado en las excavaciones de la plaza Peral, de origen incierto. Foto, José María Gutiérrez López.
El prado andalusí
Era el terreno, en forma de cuña, que se extendía al norte del recinto murado y de la cárcava, probablemente limitado por el trazado de la calzada romana de la Vía Augusta que desde la puente subía hacia la plaza Peral, Descalzos y Santa Clara, y que incluía el espacio que mediaba entre el Pozo Santo (Basílica de los Milagros) y el entorno de la Plaza de Abastos; donde el Libro del reparto nombra, como puntos de referencia, una higuera y una algarroba.
El llamado prado debió ser la almuzara (musara) de al-Qanatir, el lugar de esparcimiento situado al exterior de las poblaciones donde los musulmanes celebraban actividades lúdicas, fiestas religiosas y paganas, juegos ecuestres, paradas militares… En la repoblación cristiana de 1268 su suelo no se repartió y quedó como ejido comunal, seguramente sirviendo de pastizal para el ganado que introducían en el inmediato corral del concejo.
A continuación del prado se encontraba en tiempos andalusíes sus huertas y, en el entorno del convento del Espíritu Santo, la maqbara, el cementerio de la población. Como reflejamos en el plano adjunto, en derredor del prado se repartió en 1268 la que el Libro llama tierra calva (no cultivada), que se dividió en 297 parcelas (la mayoría de 1 aranzada) destinadas a plantarse de majuelos, vides nuevas.
| Entorno del prado andalusí, entre el recinto murado de al-Qanatir y de Santa María del Puerto y la tierra calva repartida en 1268. Al interior del recinto (en verde) el alfonsí corral del concejo. Arriba del Pozo Santo y a la izquierda de la población, tablas de viñas en arena.
El Caño de la Villa
El curso natural del caño o cárcava iba a conocer a partir de 1735 una notable transformación antrópica en su último tramo, entre la calle Ganado esquina a Larga y el río. Aquel año se construyó un nuevo muelle en la plaza de las Galeras, lindero al antiguo pero más avanzado al río, ganándose terreno a la línea de pleamar. Anejo a él, para encauzar el río se levantó un muro de 103 m de longitud que también hacía las veces de muelle, prolongándose hasta donde desaguaba el Caño de la Villa. Ambas construcciones, muelle y muralla, actuaron de pantalla a las mareas altas y crecidas del Guadalete, aliviando las malas condiciones higiénicas de la plaza y su entorno, que perduraron hasta 1779, cuando por gestiones del conde Alejandro O’Reilly se rehabilitó el lugar con la fundación del Vergel del Conde. Las infraestructuras del nuevo muelle se completaron construyéndose la Fuente de las Galeras, cuya agua, procedente y canalizada por un acueducto subterráneo desde el manantial de La Piedad de la Sierra de San Cristóbal, comenzó a correr en junio de 1735. Al paso de unos años, en 1741, se levantó al otro extremo del nuevo muelle, junto al desagüe del Caño de la Villa, otro depósito de agua gemelo al de las Galeras, la Fuente del Sobrante, que fue derribada al habilitarse el Parque Calderón en 1895.
| Plano de la construcción en 1735 del nuevo muelle y muralla entre las plazas de las Galeras y de la Herrería. A la derecha (M) el desagüe del Caño de la Villa.
Y en 1735 también cegaron las aguas superficiales de la antigua cárcava alfonsí. Lo apuntó entonces el cargador a Indias José Miguel Bernal: “El 17 de octubre [de 1735] se cegó el caño que llamaban de la villa y entraba por la calle del Tinte [Ganado], dándole corriente a la dicha calle a salir a la Plaza de la Herrería, y el dicho caño se cegó por las demás partes donde pasaba corriente a todos por donde iba, superficialmente.” La obra ejecutada, que perseguía “la utilidad de no padecer el mal olor que causaba dicho caño y riesgo de inundación que antes tenía”, consistió en limpiar y abrir una nueva canalización superficial en el tramo por el que aún las aguas del caño corrían entre Ganado-Larga y el río, y también a cielo abierto en la intersección de las calles Muro y Misericordia, cumpliendo la función de sumidero de aguas residuales.
Pero de inmediato ocurrió que lluvias pertinaces dejaron el caño y el entorno de la Herrería recién remodelados en un estado intransitable, por lo que, una vez que remitieron y para atajar el problema, se acordó, en mayo de 1736, construir en la Herrería un cañón o bóveda subterránea que absorbiera las aguas inmundas que bajaban por Muro y Misericordia. No obstante, la obra realizada no solucionó el continuo atoramiento del Caño, por lo que en octubre de 1741, según Bernal, “se volvió a abrir el caño de la villa por la misma parte que corría antiguamente, por haberse reconocido que las aguas no tomaban perfecto curso en la obra que se hizo el año de 1735, y quedó como se estaba de tiempo inmemorial.”
| El Caño de la Villa en los años 60, en obras. Al fondo la plaza de la Herrería. Foto, Archivo Municipal.
Finalmente, en 1743 se construyó una nueva madrona (de 83 m de longitud, 1,6 m de ancho y 1,6-2,5 m de altura), más sólida que la de 1736, también abovedada bajo tierra y toda de piedra ostionera. Y se colocó una lápida conmemorativa de la obra en la casa de la boca de la calle Misericordia frontera a la del Muro, que subsistió hasta comienzos del siglo XX. Aún hoy se contempla en el cantil del muelle (marcado por un frondoso arbusto) el desagüe del Caño de la Villa, el que in illo tempore fue la cárcava mencionada en el Libro del Repartimiento.
En la otra orilla, el caño de la Alcantarilla
La andalusí noria de los espinos fue el precedente de otra obra hidráulica que se levantó en el caño a fines del siglo XV, pero en la otra orilla del río, junto a las ruinas del puente romano… Cuando Balbo el Menor mandó abrir la actual desembocadura del Guadalete a fines del siglo I a.C., el caño procedente del cerro de la Belleza quedó cortado, convirtiéndose desde entonces en su margen izquierdo en un curso fluvial sujeto al flujo de las mareas, aislado de las aguas dulces del manantial; en cierto modo, fosilizado. ¿De qué manera, si no, podía fluir el caño a ambos lados del río?
| Sobre plano de 1728 (Servicio Geográfico del Ejército) el recorrido de la cárcava. En la otra orilla, su prolongación del Caño de la Alcantarilla. En el río, pilares del puente romano (Pilas de la puente antigua en la leyenda).
En su boca el alcaide Charles de Valera construyó hacia 1485 un molino harinero hidráulico, habilitando para el pasaje de los molineros y los útiles de molienda una barca, que también fue utilizada, previo pago, por cualquier persona ajena al molino que pasase al camino de Puerto Real.
| El molino de Charles de Valera junto al caño según lo dibujó Anton van den Wyngaerde en 1567.
| Desde el muelle del Vapor, señalado con flecha, el puente-alcantarilla del camino de Puerto Real por donde discurría el caño de la Alcantarilla, en 1902.
El caño mareal, que desde el siglo XIX llamaron caño de la Alcantarilla, perduró hasta comienzos del XX, cuando el entorno de su boca se canalizó con una muralla. Hasta entonces, un puente o alcantarilla en el camino de Puerto Real salvaba su curso, cuya cola moría en las salinas hasta que a mediados del XIX, al construirse la vía del tren, el caño quedó cortado. Aún hoy, entre la carretera y la vía férrea se percibe la última huella del caño de la Alcantarilla, el que antes de abrirse el Canal de Balbo formó parte de la cárcava que nombra, de refilón, el Libro del Repartimiento. El modesto curso fluvial, procedente del cerro de la Belleza, que determinó la planta y el propio hábitat del Puerto Gaditano, de al-Qanatir y de Santa María del Puerto. | Texto: Juan José López Amador y Enrique Pérez Fernández
Serie 'En el libro del Repartimiento
4.267. Juan de Mar, las huellas de una calle de al-Qanatir | En el libro del Repartimiento (1)
4.317. Las casas del alguacil de Jerez, el motor de al-Qanatir | En el Libro del Repartimiento (2)
4.352. Juan de Cádiz, el primer gaditano. En el Libro del Repartimiento (3)
4.387. La plaza de Malcocinado y el corral del Concejo. En el Libro del Repartimiento (4)
4.388. La cárcava del cerro de la Belleza. En el Libro del Repartimiento (5)
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