La buena amistad tiene las mismas connotaciones que ofrece el curso caudal de un río, el agua está en sus meandros, a veces se ofrece a la naturaleza calmosa de sonidos subrepticios, y en otras ocasiones de potente fuerza torrentera. Así veo la amistad con mayúsculas, que siempre está ahí, como el mismo agua de un río, con su ritmo propio, desgastando la dureza de las piedras a su paso, o apagando la sed, por si la vida con sus caprichos, nos seca demasiado la boca. Lo digo en general hacia la verdadera amistad, pero en particular a José María Delgado Chernichero, que con su desaparición nos deja a los que tuvimos la suerte de conocerle, un importante vacío difícil de recubrir.
Los que lo conocimos sabíamos que era un portuense que ejercía de tal, y que a pesar de los desaguisados políticos, sociales y deportivos de esta ciudad peculiar en las últimas décadas, Cherni, como lo conocíamos, seguía ejerciendo de portuense hasta la médula. Con su patriotismo propio curtido tal y como repetía sin complejos “como hijo de tasca que era”, entre semanas paraba en Mario, en el Pub Antonio en Vistahermosa, en El Pescaíto, con los hermanos Antonio y Enrique, o donde hubiera un cariño sintomático de los de aquí, donde la cultura popular de barra floreciera en todo su esplendor.
Como corazón blanquirojo, que también ejercía con eficiencia, los domingos que tocaban fútbol se acercaba siempre a ver el Racing Portuense, y cada vez que las urnas se abrían, lo hacía fielmente a su partido de siempre, en el que “había hecho rodilleras desde conciencia tierna”, pero verdaderamente nadie lo había enterneciendo políticamente de tal manera como para terminar en una lista del PP convincente, ya que en todos los sentidos era un verso libre, de poesía popular profunda.
Así era Cherni, así nos enseñó la vida, y así vivió, como diría el genial Frank Sinatra en “My Way”, viajando por cada una de las autopistas, pero siempre a su manera. En eso estamos todos de acuerdo, a la manera de Cherni. Aunque sin olvidar el golpe a compás en una mesa con un puño cerrado, ya que a diferencias de nosotros ya puede escuchar de manera celestial las bulerías de su admirado flamenco de Jerez, Luis el de la Pica, y es por ello que comenzamos a envidiarlo. Te queremos amigo, volveremos a vernos, qué no te quepa la menor duda. | Texto: Jose Antonio Tejero Lanzarote