Permítanme que les presente a mi amiga Virgi (Virginia Barea Riqué en la foto superior). A la Vane (la cantante Vanessa Martín, en el video de mas abajo la verán), ustedes perdonen, solo la conozco de vista y, sobre todo, de oídas. Pero me encantaría también tratarla, me da muy buen rollo la muchacha.
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La Virgi nació en El Puerto porque la madre que iba a parirla se empeñó en que fuera paisana de Menesteo. A Chari, que así se llamaba la señora, querían llevarla a dar a luz a Cádiz, más concretamente a la Residencia. Pero ella decía que para residencia en condiciones la suya en la calle San Bartolomé 39, y se negó a salir de su casa. Allí se confinó por voluntad propia, sin que ni el Gobierno de entonces, ni la Organización Mundial de la Salud, la obligaran. Y sin que nadie fuera capaz de hacerla cambiar de opinión.
| Virgi, caracterizada de Alaska.
Pasó una cuarentena como las de antes, sin salidas al balcón ni aplausos a las ocho. Música sí que había a diario por las noches. Una música muy marchosa y muy moderna. La que sonaba a pocos metros de su domicilio en Galaxia, aquella discoteca ochentera a la que los niños de los 60 nos trasladamos sin darnos cuenta desde el carrillo Severo cuando empezó a salirnos pelusilla en el bigote.
Virginia Barea Riqué, la Virgi, pudo llamarse Libertad, pues ese era el nombre que su madre, un poco hippy, quería regalarle. Pero el cura dijo que ni mijita, que aquel nombre era más propio de una pancarta que de una fe de bautismo. Que no tenía nada ni de católico ni de apostólico ni de romano. Que qué era eso de llamarle a un bebé Libertad, encima con mayúsculas, con el Caudillo todavía de cuerpo presente en la memoria colectiva de este país y la democracia aún tan chiquitita como la Virgi. Pero la madre de la criatura creía a pies juntillas en la Libertad, sin ira pero con convencimiento, y volvió a salirse con la suya convenciendo al sacerdote para que su hija se llamara por lo menos Virginia Libertad, qué bonito nombre tienes.
Dice la Virgi que el ramalazo de artista lo trae en el ADN heredado de Charo, su abuela materna. Charo trabajó de camarera de piso en el Motel Caballo Blanco. Allí conoció a la beautiful people del momento: Lola Flores, Paquirri y a un sinfín de faranduleros más.
Un día apareció por allí nuestro paisano Rafael Alberti. Para agradecerle a Charo su profesionalidad y su esmero en dejarlo todo muy limpio y muy bien escamondao, le regaló una buena propina y el dibujo dedicado de una de sus singulares palomas. La abuela se la guardó en el bolsillo y cuando dio de mano la sacó y la miró con cara de estupefacción. Debió pensar que para palomas guapas y hermosas las que había justo enfrente, en el Tiro Pichón.
Con apenas un año, la Virgi ya cantaba con un arte y un desparpajo que no se podían aguantar. Al menos eso aseguraba su abuela allende el Barrio Alto. Mi amiga ahora da gracias porque en aquel tiempo no hubiera Lluvia de Estrellas, ni La Voz Kids, ni ningún programa de esos en los que todos los padres están convencidos de que su niña es la heredera única de Marisol o su niño la reencarnación de Joselito. Entonces, lo más parecido que había a todo esto de hoy era el programa Aplauso. Pero para poder actuar allí había que tener como mínimo la edad de Los Pecos.
(Al abajo firmante le acaba de dar un ataque de nostalgia y lleva diez minutos sin escribir recordando el rito inolvidable de las tardes de aquellos sábados de finales de los 70 y de los primeros 80. Ver el programa musical, con Silvia Tortosa, José Luis Fradejas y el resto de colegas marchosos. En el intermedio, ponerse su camiseta ajustada, sus únicos vaqueros de marca, sus zapatillas John Smith y regarse entero de Brummel. Cuando Aplauso acababa, tirar para Galaxia, muy cerca de donde la Virgi se ponía hasta las cejas de biberones, para practicar lo aprendido en la sección “La Juventud Baila”. ¡Qué tiempos!).
Sigo. La Virgi, eso sí, hacía continuas giras promocionales por las casas de sus vecinas, marcada muy de cerca por su mánager Charo, que era como la madre de la Pantoja pero en abuela. Su hit más esperado por el club de fans era “Quién maneja mi barca”, de Remedios Amaya, aquella gitana poderosa que fue a Eurovisión descalza y se hundió en la orilla sin que ningún país, ni siquiera Portugal, otros vecinos también muy generosos siempre, saliera a rescatarla.
La infancia de Virgi transcurrió más o menos feliz en casa de su abuela. Dado que Juan, su padre, era marinero, y salía a faenar durante largas temporadas, su madre se trasladaba allí con ella y su hermano Abraham para estar más arropados. La única frustración que recuerda fue no haber tenido un perro que también pudiera asistir en primera fila a sus concurridos conciertos domésticos. Todavía puede oír sus cíclicas y monumentales lloreras cada vez que pedía uno. Su familia le recordaba que en una casa de 50 metros cuadrados con abuela, tíos, madre y hermano, con el toro de encima del televisor y el lobo del turrón de Navidad la familia ya cumplía con creces con el amor a los animales que predicaba nuestro amigo Félix.
| Aquel 27 de septiembre de 2011, cuando se reflectó el Vapor, en el muelle de Cádiz.
Dice la Virgi que toda su familia materna tiene un ramalazo de artista. Sus tíos pintan (según su abuela, mucho mejor que Alberti, dónde va a parar). Su madre fue una gran costurera. Y su tía Ana Mari, la actual propietaria del "Nuevo Échate Payá", es una extraordinaria cocinera. La Virgi, como los Ilustrados del XVIII, toca todos los palos. Se da maña con el pincel. Su paso por la Escolanía Portuense le educó para siempre la voz. Las clases de teatro le ayudaron a vencer la timidez y a reforzar la vis cómica con la que ahora triunfa en las redes. Estudió en la primera promoción de Safa-San Luis que juntó a niños y niñas. De aquella época recuerda un rap que escribió sobre los profesores y que triunfó en una fiesta de fin de curso. Los libros se le han dado siempre bien. Tiene un Ciclo Superior de Delineante. Cuenta que le hubiera gustado hacer Arquitectura, pero que en casa ni con becas podían permitírselo. Confiesa que un bachillerato artístico y una carrera de Arte le hubieran molado mucho. Actualmente estudia 4º de Inglés en la Escuela Oficial de Idiomas. Carnavalera de toda la vida de Dios y de Diego Caraballo, es militante “majara” desde que escuchó por primera vez la comparsa “Caballos Andaluces”.
La Virgi se casó el año pasado con Carmen, chipionera como La Más Grande y enfermera de UCI en el Hospital Virgen del Rocío. Yo tengo la doble adscripción al club de fans de la pareja. No se lo van a creer, pero cuarenta años después de aquellos berrinches perrunos, llegó por fin Leoncio, un can que es el rey de su casa y que ruge como el de la Metro cuando no lo sacan a pasear.
Durante el confinamiento, la Virgi ha dado buena cuenta por tierra, mar e Instagram de la vena artística heredada. Su diálogo con la Vane se ha hecho viral y ha alcanzado ya las 40.000 visitas en las redes sociales. La Vane, a la que como ya he dicho conozco solo de oídas, unas oídas la mar de agradables, es Vanessa Martín, la cantante malagueña que la ha felicitado públicamente por su ingenio y su guasa genuinamente gaditana. Pero ella es de El Puerto Puerto, recontratataranieta de Menesteo, conste en acta, no se vaya a enfadar su madre conmigo cuando lea esto en su residencia más allá de las estrellas.
Yo estoy deseando poder salir ya para que me pague esta nótula en Gente del Puerto con una olla de papas con chocos. Y para que nos cante en la sobremesa “Quién maneja mi barca”. | Texto: Pepe Mendoza.
La una por hacer y el otro por decir, la Virgi y el Pepe desparraman su arte sin medirlo.
Doy gracias a "la escuela" por juntarlos y porque los compis los hayamos conocido.
¡Fantasticos!
Que bonito de verdad. Es impresionante colmo plasmas las cosas. Un beso muy grande, compi.