Sesenta y ocho mil suscriptores en YouTube. Más de 3 millones de reproducciones. Como un huracán ha irrumpido en las redes sociales el fenómeno “Mi tía Pepa y yo”. En las redes sociales y en la televisión, que a nivel nacional ya se han hecho eco de la extraña pareja. Si Neil Simmon hubiera escrito la obra teatral en nuestros días y basándose en Pepa y Tito, la convivencia hubiera sido bastante diferente a la que vivieron Oscar y Felix en su momento.
Antonio García Neto y su tía, María Josefa Neto Cárave (la tía Pepa) han conquistado a una cantidad ingente de pantallas confinadas durante estos días en los que --por si alguien no se ha enterado-- un virus con muy mala leche campa a sus anchas por el mundo, dejando en evidencia la obra de teatro que teníamos montada por sistema.
El binomio tía-sobrino ha recibido una respuesta más que positiva entre el público internauta que disfruta y sigue cada una de las publicaciones de su canal. Pepa y Tito presentan unos videos sin más guion que el que les dicta la naturalidad de ella y la improvisación de él. Pepa, que lo mismo tiene palabras de cariño, que pone a colgar de un guindo a todo el que pasa por delante, es la cara misma de la vida y del confinamiento.
Allegados me han preguntado si la viñeta de esta semana iría sobre balcones, como mis tres anteriores; yo he comentado que sí. Aunque ustedes no lo crean asomarse a los vídeos de Pepa es asomarse al balcón de lo que entraña estar confinados, nos guste, Pepa y Tito, o no.
La espontaneidad y naturalidad de Pepa y la paciencia de Tito son una realidad en muchos hogares. Ahí precisamente radica su valía.
Algunos --porque de todo tiene que haber-- critican los vídeos. Critican el lenguaje, el contenido y el mensajero. Sin embargo, saber reírnos con ellos no es lo mismo que reírnos de ellos.
Ocurre también que, si no sabemos leer entre líneas, si no somos capaces de ver más allá, es complicado encontrar el valor de las cosas. Eso pasa con la tía Pepa y su sobrino, que hay que ir un poquito más allá de la risa y el efecto viral.
Por encima de los disparates y ocurrencias de la tía Pepa, Tito --en un silencio con los decibelios a tope-- nos está hablando de responsabilidad intrafamiliar, de la importancia de lavarnos las manos solo para acabar con los virus, pero para nada más. De la importancia de cuidar a nuestros mayores.
Los vídeos de la tía Pepa son un ejemplo de las relaciones —ahora, en muchos casos, obligadas— intergeneracionales que se están dando en muchos hogares durante esta cuarentena. Están dando testimonio de la conversación cómplice y del tiempo que nos damos. De la conversación agradable y el tiempo que les debíamos a ellos: a nuestros hijos, a nuestros abuelos, a nuestros padres y –por qué no- a nosotros mismos, a nuestro yo interior.
La imagen de la pareja sentada debatiendo de la vida en general y de lo mundano en particular es un reflejo de lo que esta crisis sanitaria está consiguiendo en más de una casa. Es un reflejo social y un ejemplo de lo que supone encarar la crisis con alegría, actitud y haciendo partícipes a los demás.
Sin embargo, tampoco debemos perder el norte y saber que estos vídeos son un gesto; como salir a aplaudir a los balcones. Gestos con los que le pellizcamos unos minutos de alegría y felicidad al día eterno de clausura; pero un gesto, al fin y al cabo.
Lo que cambiarían los vídeos de Pepa si no tuviera nadie que se hiciera cargo de ella. Lo que cambiarían los vídeos de Pepa si no hubiera un Tito que la cuidase. Probablemente la comedia se tornaría en drama.
Por ello, debemos ser conscientes de que vivir la tormenta solo es muy diferente a tener alguien en quién apoyarte, con sus más y sus menos. Ser conscientes de que la tormenta no se enfrenta de la misma forma con la bodega llena de alimentos que de telarañas. Y, por supuesto, ser conscientes de que este mar no se navega igual en un yate que en una barquilla. Deberíamos interiorizar que estos dramas existen en el día a día, más allá de Coronavirus y pandemias.
Existen por algo peor que una crisis sanitaria o económica: por una crisis humanitaria, empática y social. Por ello, cuando la Tía Pepa pueda salir del confinamiento y volver a su rutina, ojalá que todos tengamos el valor de salir a la calle a caminar juntos por las cosas que realmente son importantes, por las cosas en las que nos va la vida y la dignidad.
Ojalá que --como dejó escrito Benedetti-- seamos capaces de defender la alegría como una trinchera: del escándalo y la rutina, del relente y del oportunismo, de la miseria y los miserables, de dios y del invierno, de las mayúsculas y de la muerte.
Gracias a Antonio y a su tía por hacer en estos días, por unos minutos, de la alegría nuestra trinchera. | Viñeta y Texto: Alberto Castrelo.
Me ha encantado, como ha relatado la vida, y de lla no poder tener muchos a una tita Pepa a su lado. El cariño y historia de un abuelo en sus oídos un beso para la abuela de ??