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4.304. El año en el que no salieron procesiones en Semana Santa: 1932

Como consecuencia de la pandemia que sufrimos, tendríamos que retroceder 88 años, a 1932, para encontrar una circunstancia similar a la suspensión de los desfiles procesionales de Semana Santa en El Puerto de Santa María, aunque por diferentes motivos.

En la actualidad son quince las hermandades y asociaciones que salen en pública procesión en las fechas citadas. En 1932 solo eran cinco las existentes, y dos de ellas “recién nacidas” pues la del Nazareno había sido refundada en 1927, después de siglos sin procesionar y la Misericordia, creada en 1931 al independizarse la sección juvenil de la anterior. En realidad, en el primer tercio del siglo XX, salvo en los tres último años del mismo, fueron solamente tres las hermandades que desfilaron por la calles portuenses: Soledad y Santo Entierro, Veracruz y Humildad y Paciencia, aunque con notable diferencia de participación unas de otras. La Soledad, en cierto modo la hermandad 'oficial' del municipio, desfiló los 30 años. Veracruz lo hizo en 18 y Humildad en 11 solamente.

| Multitud reunida en la plaza de Isaac Peral desde el balcón del Consistorio el 14 de abril de 1931, día de la proclamación de la II República.

El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República. Fiel a su ideario, el gobierno republicano dictó diversas normas y decretos con los que pretendieron remodelar la nación, el estado, de confesional a laico, eliminando de paso la notable influencia de la Iglesia en todos los foros civiles de decisión, incluidos los políticos, y muy especialmente en la enseñanza. Entre otras medidas, se suprimieron las ayudas o subvenciones estatales para el sostenimiento del culto, clero y mantenimiento de los seminarios, dictándose entre otras, la Ley de Secularización de los cementerios, en cuyo articulado se contemplaba que los enterramientos no tendrían carácter religioso.

| Una decisión exagerada y, según algunos historiadores, sin fundamento o justificación legal, fue la expulsión de los jesuitas en aquel 1932 y la confiscación de sus bienes, por ejemplo.

Todo este ambiente, que muchos consideraron incitador o propiciador de anticlericalismo, trajo como consecuencia una especie de repliegue defensivo de la Iglesia y de las personas más allegadas a dicha institución, cuyo resultado más visible en El Puerto de Santa María y tal vez el único fue la supresión de las procesiones de Semana Santa, ya que los restantes cultos, lejos de suprimirse, se potenciarían. Años después, los sublevados militares del 18 de julio de 1936, en su calidad de vencedores, procedieron al “restablecimiento de los actos tradicionales de nuestra querida España”, suprimiendo la Fiesta del Trabajo, celebrada el 1 de mayo, por ejemplo, y potenciando la del Jueves Santo y las demás fiestas de carácter religioso, entre las que se encontraban los desfiles procesionales de Semana Santa.

 

En este año de 1932 al que nos estamos refiriendo, los mítines políticos sustituyeron a los sermones religiosos. En el consistorio municipal tuvo lugar una acalorada disputa relacionada con la salida procesional de las diversas hermandades de penitencia, presintiéndose un espeso ambiente, un “mal rollo” como diríamos hoy en torno a todo lo relativo a la Iglesia y, concretamente, a esta manifestación pública de religiosidad como fueron y son las procesiones. Después de este incidente, aunque no existió un acuerdo tácito de las distintas cofradías, verbalmente acordaron entre ellas no salir en procesión por miedo a desestabilizar el orden público, perjudicando a terceros como consecuencia de diferentes amenazas realizadas por un sector de la población contrario o enfrentado a la Iglesia.

En la “Revista Portuense” del 24 de marzo se publicó un artículo firmado por José del Cuvillo bajo el título: “Al Santísimo Cristo de la Humildad” en el que se hacía eco de este problema local, reflejo de lo que sucedía en otras muchas poblaciones andaluzas.

Del mismo, entresacamos este párrafo: “…la Iglesia Católica, profundamente herida en los más vivo de sus creencias, y tenazmente perseguida, se recoge en sus templos y en ellos prosigue y practica, tal vez con más fervor que nunca, su fe inmortal e inconmovible”. Efectivamente, ante las dificultades, los cofrades, las personas afines a la religión católica en general y su entorno familiar y social hicieron piña, aunque realmente resultó prudente y acertada, al menos visto desde la distancia del tiempo transcurrido, la decisión tomada, evitando enfrentamientos de dimensiones imprevistas en la vía pública con las sagradas imágenes como testigos.

Daños colaterales de la suspensión de las procesiones
De hecho, salvo esta incidencia, ciertamente importante, la rutina litúrgica, podríamos decir, se realizó con normalidad. Se celebraron los Divinos Oficios programados y se visitaron los Monumentos al Santísimo sin incidentes que conozcamos.

| Monumento al Santísimo instalado en la capilla de la Patrona.

Este episodio, sin embargo, originó otras víctimas, además de las hermandades, pues algunos comercios, bares y una serie de pequeños autónomos tales como los vendedores de golosinas y similares, privados de desarrollar  sus actividades vieron reducida a la nada sus posibilidades comerciales ante la ausencia de procesiones. Este aspecto fue recogido en un artículo publicado en el periódico local “La Verdad” del 24 de marzo, publicación financiada por Elías Ahuja, que sospecho fuese el autor del mismo. Esa especie de editorial, sin firma, que se titulaba “La Semana Mayor”, decía así:

La no celebración de las fiestas de Semana Santa, es justo reconocer, ha perjudicado de forma extraordinaria a multitud de comerciantes que en estos días, como en los de otras fiestas, había cifrado sus esperanzas realizando operaciones de mayor envergadura que las de cualquier otro día. Estas y otras fiestas, además de distraer el espíritu porque no solo de pan vive el hombre, sirve para que el dinero circule, cuya circulación constituye vida, negocio…”

| Crucero de la calle Larga con Luna.

Perjudicando al Turismo
Se extiende posteriormente el comentarista en una serie de consideraciones acerca de la importancia desde el punto de vista turístico de dichas fiestas, entrando a continuación en un análisis político del hecho, con puntos de vista realmente interesantes y también discrepantes de la “versión oficial” transmitida, opinión ¿tal vez arbitraria?, ¿quizás esclarecedora? Juzguen ustedes. “…las fiestas de este año, primeras que se hubiesen celebrado en régimen republicano, han sido suspendidas --¿por qué?-- solo encontramos justificación en el malintencionado deseo de sabotear, de perjudicar al régimen, haciendo que circulen por el extranjero patrañas que dañan al país, impidiendo nos visiten legiones de extranjeros que en sus respectivos países cantaban la grandeza de España… los causantes de que nuestra fiesta no se celebre quieren presentar a nuestro gobierno como enemigos de la religión y sus tradicionales fiestas… el que vivamos en régimen republicano; el que unos exaltados hace diez meses atentaran contra los conventos; el que exista crisis de trabajo; el que la cuestión social ocupe el primer plano de la actualidad española ¿son motivos para no celebrar nuestras típicas y tradicionales fiestas de Semana Santa? ¿Se impidieron acaso en los años 1909 y 1917 a 1921 ¿Es que entonces la cuestión social, el orden público, ofrecían más garantías que hoy? No, y mil veces no. Más vale no recordarlo. En esos años la cuestión social revestía carácter de tal gravedad que hubo gobiernos que aplicaron durante días, ante dificultades de todo orden que les imposibilitaba gobernar, la Ley de Orden Público en todo su rigor y así y todo la Semana Sata nunca fue suspendida como no lo ha sido bajo el actual régimen. De la Semana Santa se ha querido hacer un arma contra la República, presentándola como enemiga de la tradición”.

| Interior de la Iglesia Mayor Prioral, cuando conservaba parte de su mobiliario antiguo.

Y acaba la editorial con dos frases escuetas: “Fiesta, procesión romería. Esto es nuestra Semana Santa”, resumiendo quizás la visión laica del fenómeno que protagonizaban tradicionalmente las asociaciones religiosas desde la perspectiva de hace casi noventa años. Definición que, en mi opinión, me lleva a la conclusión de que las celebraciones de significado netamente religioso como son las de Semana Santa trascendían y trascienden más allá de su ámbito cofrade, habiéndose popularizado de tal forma que, todos, o una gran mayoría de personas, muchas de ellas alejadas de las hermandades organizadoras e incluso de las prácticas religiosas, la consideran patrimonio propio, sintiéndose ‘parte’ de ellas. Este fenómeno de afinidad podemos interpretarlo como un esbozo de integración, un “yo no me he ido totalmente” con este acercamiento y contacto periódico con la religión, al menos durante varios días al año.

Un punto de partida y de esperanza, tal vez, para aproximarnos a una sociedad ideal, armónica, tolerante y solidaria que es en definitiva la propuesta que entre líneas puede adivinarse en los comentarios de este anónimo republicano que se adelanta con su glosa a la pretendida tolerancia y solidaridad que hoy disfrutamos. | Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz | A.C. Puertoguía.

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