Corría el año 1648. Atravesaba El Puerto de Santa María una profunda crisis económica, de subsistencia para las clases menesterosas. Y como a perro flaco todo son pulgas, el azote de la peste negra o bubónica, originada en Argel, llegó a la ciudad. A fines de abril se recibió en el Cabildo una carta del Gobernador de Cádiz informando que el Reino de Murcia estaba contagiado, por lo que se recomendaba que no se permitiera la entrada por mar y tierra de personas y géneros de aquellos lugares.
| Vista del entorno de El Puerto de Santa María en 1634, por Pedro Teixeira.
El 12 de mayo el Gobernador, conde de Frigiliana, aconsejó al Cabildo tapiar las bocas de las calles secundarias de acceso a la ciudad -como ya lo había hecho Jerez-, a lo que las autoridades locales respondieron que “atento que por la misericordia de Dios la enfermedad está lejos de estas partes, se suspenda la ejecución de tapiar las calles.” Sí se mandó tener un especial cuidado en la limpieza de la ciudad y apostar cuerpos de guardia en las entradas al casco urbano y a caballo por la ribera y el litoral. Pero la remisa actitud de los munícipes para afrontar la realidad propició que la temible enfermedad se asentara en la población.
El 24 de mayo, Jerez, en razón al contagio, cerró el comercio y el suministro de víveres a El Puerto. A mediados de julio, el Cabildo jerezano, bajo el auspicio de la cofradía de San Pedro, abrió en el Guadalete un canal que lo comunicó con el Salado de Puerto Real (desde entonces llamado río San Pedro). Los barcos fletados en el muelle de El Portal evitaron así el paso por la ribera portuense y el temor al contagio.
| Vuelo americano de 1956. La flecha marca el canal que Jerez abrió en 1648. La línea amarilla, hacia donde alcanzaba entonces el Salado o San Pedro.
Cádiz, Sanlúcar, Rota y Puerto Real se sumaron a suspender todo el comercio con El Puerto. A lo que el Cabildo, el 13 de agosto, respondió que la ciudad “está sana y libre de mal de peste contagiosa […] no habiendo mayor razón y causa de enfermedad nueva que tenga esta ciudad de la que padecen y tienen estas ciudades y villas, que son las mismas y del mismo género según las noticias que de vecinos de ellas ha tenido.”
La carestía de bastimentos de primera necesidad se solventó en parte con el ofrecimiento del duque de Medinaceli, señor de El Puerto y entonces residente en Sanlúcar, de trigo de sus rentas a bajo precio y con la compra a Jerez de cebada, trigo y otros víveres básicos que desde la vecina ciudad acarreaban hasta el Castillo de Sidueña (Doña Blanca).
| Torre de Doña Blanca | Foto de Juan de Mata Carriazo, hacia 1960 | Fondo Antiguo de la Universidad de Sevilla.
El 25 de agosto el Gobernador de Cádiz dio a conocer una instrucción del Consejo Real de Castilla por la que se prohibía que saliese de El Puerto “ningún género de ropa, mercaderías y mantenimientos, ni personas ni otra ninguna cosa, sin tocar lugar ninguno de los puertos de esta Corona y su tierra […] so pena de la vida y perdimiento de bienes.” Y se mandó anclar un barco de guardia en la boca del Guadalete. Aquel día la cofradía del hospital de la Santa Misericordia (calle Luna) pidió que se ampliara el local ante la llegada de numerosos enfermos. Y en éstas, llegó el invierno…
| Escudo de los duques de Medinaceli.
Mediado enero de 1649, el duque de Medinaceli don Antonio Juan Luis de la Cerda vino con sus sirvientes desde Sanlúcar, ya contagiada, para establecerse en su palacio portuense (calle del Palacio). De inmediato ordenó, ahora sí, tapiar las bocas de las calles por las que se accedía a la población, a cargo su coste de los Propios de la ciudad. En el Archivo Municipal se conservan 16 libranzas de pago por los gastos ocasionados en levantar numerosas tapias en otras tantas calles, fechadas entre el 4 de febrero y el 22 de marzo de 1649. En ellas reza el nombre de los maestros albañiles, el número de peones, los días de trabajo, el número de cargas de cal ceniza empleadas y sus proveedores, quiénes llevaron en sus cabalgaduras el material, y los costos de la mano de obra, del material y los acarreos.
El 25 de abril de 1649 el duque mandó fijar en los lugares acostumbrados un Bando por el que se conminaba a los vecinos que tuviesen que ir a otras poblaciones a llevar un ‘testimonio’ expedido por el escribano de cabildo, y un ‘sello’ quienes fuesen a trabajar al campo, en ambos casos certificando su buen estado de salud.
| Galeras surtas en el Guadalete | Anton van den Wyngaerde, 1567 | Detalle.
El Estado permitió emplear a esclavos de las galeras surtas en el Guadalete para apiñar y quemar la ropa infectada, con la condición de que si morían o huían el Cabildo debía pagar su precio. El 21 de agosto el duque mandó levantar algunas tapias que habían derribado unos vecinos, bajo pena, de repetirse, de cuatro años a galeras.
PLANO
| El Puerto de Santa María en 1730 | Servicio Geográfico del Ejército.
Localización de las tapias levantadas en 1649: 1-Ganado (14 tapias). 2-Arena (11 tapias). 3-San Juan. 4-Postigo (entre ésta y San Juan, 22 tapias). A-San Sebastián no se cerró. Frente a la ermita se habilitaron casas como hospital. 5-Durango. 6-Pozuelo (con Santa Lucía, 6 tapias). 7-San Francisco (18 tapias). 8-Santa Lucía. B-Pagador no se cerró. 9-San Bartolomé (12 tapias). 10-Bolos. 11-c/ Fernando Franco; en el padrón vecinal de 1647 viven los herederos de este escribano donde señalo. 12-“detrás del Castillo”. 13-plaza del Castillo. 14-Pozos Dulces. 15-Albareda (entre ésta y Pozos Dulces, 27 tapias). 16-Zarza. C-calle Larga, abierta. D-Hospital de la Santa Misericordia.
A fines de 1650 cesó la enfermedad. Llegó a asolar a gran parte de Andalucía y de España. El carmelita gaditano fray Gerónimo de la Concepción en su Emporio del orbe, Cádiz ilustrada (1690) cifró las víctimas mortales, sólo en Cádiz, en 14.000.
| Emporio del orbe, Cádiz ilustrada | 1690
El 11 de mayo de 1651 se acordó en cabildo que se reformaran las tapias que estaban caídas, en previsión del rebrote del contagio de peste que entonces alcanzó a Cádiz, Chiclana, Gibraltar, Lepe y Moguer. Días después se libraron 1.036 reales a cuenta de los trabajos realizados.
Al paso de los años, en 1680-81, hubo otro brote de peste bubónica que diezmó, aún más que en 1648, a la población. Entonces los munícipes también acordaron “que se añadieran tapias a la cerca [muro o muralla] que tenía esta ciudad para la guarda de la peste y portillos que se taparon…”. | Texto: Enrique Pérez Fernández.
| Este texto, con leves modificaciones, se publicó en 1992 en la revista Pliegos de la Academia nº5, dirigida por Francisco Arniz.
enhorabuena muy bueno e interesante