“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas”. Esto que dictó Benedetti (*), nos viene al pelo.
La nueva red social de reciente descubrimiento han sido los balcones. Una plataforma analógica que ha estado ahí desde siempre, lo que pasa que nunca le hemos dado importancia. De hecho, hay gente que antes de ponerlo en funcionamiento ha tenido que pasarle ITV y adecentarlo, pues su uso estaba limitado al de trastero para bicicletas, herramientas y otros menesteres. Como un cajón desastre al aire libre.
Está transcurriendo la actualidad entre cuatro paredes, entre viajes de la alacena al salón, los memes que nos envía nuestro cuñado, publicaciones de twitter, videos de influencers, la charla amena, la sonrisa cómplice y las aplicaciones de entrenamiento en casa que ya han ocupado nuestro encierro cotidiano. Y aunque hay gente que está como un gato en un cajón, quien más y quién menos le saca punta al paso del tiempo.
De hecho, hay gente que le está sacando más provecho a la agenda ahora que antes, cuando éramos libres. Bueno, me refiero a cuando salíamos a la calle, lo de la libertad es una palabra vacía que cada cual llena a su manera. Quizás más provecho no, pero está haciendo las cosas con más intensidad, con más conciencia, y esto es maravilloso.
La historia es que la cuarentena nos está haciendo ver nuestra realidad de otra forma. Hay individuos que en estos días están encontrando en su casa gente que dice ser su familia; hijos y cónyuges a los cuales, el ritmo de vida exprés que llevaban, impedía hacerles un seguimiento real de ellos. Porque ahora, queramos o no, estamos conviviendo. Para algunos es un castigo, para otros una alegría. Yo no sé que tanto por ciento de nacimientos, divorcios y separaciones habrá tras la cuarentena.
El Monopoly vuelve a estar de moda; el parchís, las conversaciones con olor a café, el almuerzo reposado sin la prisa de volver al turno partido, la lectura, las manualidades, la interacción humana con conciencia.
La nueva red social de reciente descubrimiento han sido los balcones. Una plataforma analógica que ha estado ahí desde siempre, lo que pasa que nunca le hemos dado importancia. De hecho, hay gente que antes de ponerlo en funcionamiento ha tenido que pasarle ITV y adecentarlo, pues su uso estaba limitado al de trastero para bicicletas, herramientas y otros menesteres. Como un cajón desastre al aire libre.
Esta nueva vida balconil viene demandada por la necesidad de comprobar que hay vida más allá de las pantallas y el salón. Y quién no tiene balcón se asoma a su ventana.
Cada tarde, como en un ritual, aplaudimos a los sanitarios y profesionales que están dando el Do de pecho para encontrar la solución al dichoso bichito.
A mí me ha dicho una amiguita sanitaria que tengo, que lo de los aplausos está muy bien, pero que lo que les hace mucha más ilusión y les halagaría aún más, sería que, cuando pase todo esto, tengamos memoria. Memoria para recordar que la Sanidad Pública se defiende a ultranza, porque incluso aquellos que han defendido la sanidad privada y han catalogado la pública como una lacra, incluso aquellos que aplicaron la tijera a este sector en su momento, ahora acuden a ella. Recordar qué condiciones tienen estos profesionales y saber qué son las mareas blancas, para unirnos a ellas. Unirnos, al fin y al cabo, a la defensa de nuestro bienestar.
Esta crisis nos está sirviendo --como todas-- para mucho. Sin ir más lejos, a muchos padres les está enseñando el valor real de un profesor. A otros, la evidencia de que nuestro sistema económico es un castillo de naipes que el más mínimo soplido puede tumbar.
También estamos comprobando, una vez más, que las miradas de rebeldía y acuse nunca deben ir en horizontal y siempre en vertical; Iglesias, Sánchez, Abascal, Smith, Casado, Aznar, Torra; acomodados cada uno a su forma; predicadores de consejos apoltronados, para todos menos para ellos.
Y mientras, en algún hospital Fernando, María, Lola, Sera, Vlady, Pablo y otros muchos se dejan las horas intentando contener tanto despropósito, desamparo e incivismo. O como Loli, haciendo que el centro luzca impoluto. Álvaro, Fede o Ramón viajan para descargar la mercancía que más tarde Daniel, Lorena o Marta colocarán y cobrarán en las cajas de nuestros supermercados a gente presa de la histeria colectiva.
La buena noticia es que, mientras el Coronavirus nos mantiene en guardia, el pueblo va entendiendo que la patria es aquello que ellos crean con su esfuerzo, con su colaboración y su trabajo. Para nuestra alegría, gran parte de la ciudadanía toma conciencia de que, a menudo, pueblo y patria son lo mismo. Y nos damos cuenta de que este país, con nuestros más y nuestros menos, está lleno de patriotas.
Patriotas de verdad, no me refiero a esos que hacen de la palabra patria un negocio, de la bandera su paraíso fiscal, de nuestra ignorancia su beneficio y de nuestra estupidez su validez. No me refiero a los que mercadean con símbolos y patrias para venderlos a precio de saldo y que les compremos la opinión y el voto en los momentos más duros. No me refiero a esos. Esos son otra cosa.
Hemos dado un pasito atrás para poder seguir adelante y, curiosamente, el hecho de que no poder estar cerca nos está uniendo más que nunca. Estamos aislados por obligación y responsabilidad, pero más juntos que nunca por amor y humanidad.
Yo cada tarde en los balcones, por encima de todo, veo el corazón de la gente; y eso es maravilloso. | Viñeta y texto: Alberto Castrelo.
Poema de Mario Benedetti
(*) Con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
compañero te desvela
la misma suerte que a mí
prometiste y prometí
encender esta candela
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
la muerte mata y escucha
la vida viene después
la unidad que sirve es
la que nos une en la lucha
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
la historia tañe sonora
su lección como campana
para gozar el mañana
hay que pelear el ahora
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
ya no somos inocentes
ni en la mala ni en la buena
cada cual en su faena
porque en esto no hay suplentes
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
algunos cantan victoria
porque el pueblo paga vidas
pero esas muertes queridas
van escribiendo la historia
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero.