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4.246. La Ciudad de las Cien Fuentes

Remedando el tópico y típico titular con que se define en ocasiones a nuestra población podríamos decir: El Puerto de Santa María, la Ciudad de las Cien Fuentes. Realmente sería una exageración, aunque no tanto porque a fines del siglo XVIII, El Puerto contaba con más de 70 fuentes públicas y particulares que se surtían del agua procedente de los manantiales de La Piedad, sitio también llamado antiguamente “de Sigüenza”, al pie de la Sierra de San Cristóbal. | En la imagen superior, el pilón de la cale Postigo, hoy desaparecido. En su lugar se encuentra una puerta de hierro que conduce al patio (antiguo cementerio) de la Iglesia Mayor y a unos flamantes salones parroquiales. En la ventana de la derecha, daba luz a una zona donde se guardaban los pasos de la hermandad del Nazareno y al Club Juvenil de los Milagros, en los años setenta del siglo pasado.

| Manantiales de la Piedad, conducciones: sala lateral con un pozo de acceso a la galería inferior | Foto: Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas

| Manantiales de la Piedad: pozo colector y bóveda de sillares del S.XIX | Foto: Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas

Mediante un acueducto subterráneo de mampostería, tan espacioso que casi se podía (y aún hoy día se puede) andar casi erguido por él, con seis registros, arcas o cajas de agua en su recorrido que servían para limpiar, ventilar y controlar la presión del caudal líquido que discurría entre el manantial y la caja de agua final, la de la Victoria. 

| Caja de aguas en el Paseo de la Victoria y Capilla.

El acueducto recorría una distancia estimada de una legua, es decir poco más de cuatro kilómetros, hasta que llegaba a ese depósito desde donde se redistribuía a las fuentes en dos cañerías diferentes y paralelas para que nunca faltase el agua.

| El pilón de San Juan.

En caso de rotura de algún tramo, mientras se reparaba, se utilizaba la de repuesto. Con algunas opiniones negativas, el agua de éste manantial era generalmente muy apreciada por todos. “Es tan pura y delicada –decía un cronista- que los médicos pretenden, sin fundamento, que su demasiada delgadez es dañosa: atribuyéndola que causa flatos, como si el origen de estos, y de toda enfermedad crónica, no tuviese otros principios muy diferentes, o como si fuera este pueblo (de El Puerto) solo el que los padece; y desde luego se evidencia que los flatos son efecto de la vida sedentaria y no de esta agua.” 

| Inscripción de 1791 en las conducciones de La Piedad | Foto: Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas

Las aguas de La Piedad eran preferidas por los tintoreros: “para todo género de tintes, y los colores los más delicados y hermosos que se dan a las telas”. Nos sorprende la afirmación de este anónimo cronista que publica en 1793 en “El Correo Mercantil de España y sus Indias” lo que transcribo a continuación: “En el mismo sitio del manantial de la fuente que decimos se descubren otras salutíferas de varios minerales, como la fuente del Perro, y la Gerrumbrosa que, aunque se beneficiaron a expensa del que da esta relación y de otros bien intencionados para el bien común de los enfermos, hoy se hallan casi del todo perdidas por la incuria de estos naturales que es el nombre más honesto que se puede dar a este abandono” (vemos aquí que la fama de desidia de nuestros paisanos viene de lejos).

| La calle Pozos Dulces, cercana al río Guadalete

“Lo mismo que con estas fuentes, sucede con los pozos saludables que hay en el término de esta ciudad, casi abandonados. Se observa en los comunes, que mientras están más inmediatos al agua salada, son más dulces, (la calle Pozos Dulces, cercana al río) y cuanto más desviados más salobres y profundos; porque en aquellos apenas se necesita soga para sacar agua y en estos últimos se necesita una de muchas varas (de longitud).”

| La fuente del Sobrante en primer término a la izquierda y a continuación, la fuente de las Galeras

Continúa sorprendiéndome la descripción que realiza el cronista anónimo al referirse a las fuentes que nosotros conocemos como de las Galeras, pues él cita tres fuentes y la única explicación que encuentro es que una de las dos que conocemos existían, tenía dos caras, por decirlo de alguna manera, la que daba a la plaza o explanada y otra a su espalda, directamente al río, en la que realizaban sus aguadas las embarcaciones. 

| Fuente de las Galeras.

Teniendo en cuenta que el relato es a fines del XVIII, lejos ya de la época en que El Puerto fuera invernadero de las galeras reales, reproduzco su comentario: "Últimamente causan mucho deleite y forman un bello espectáculo las tres fuentes situadas en el muelle que baña el río, en donde se hayan las embarcaciones que que van y vienen a Cádiz. La una de estas fuentes, tanto por la abundancia del agua, que es común a las tres, como por su arquitectura, sirve de adorno a una plaza, en cuyo centro se hayan las otras dos con doce caños abundantísimos que proveen al pueblo por la frente principal, y por las espaldas, a la parte del río, surten de agua a Cádiz y a innumerables embarcaciones con diez y ocho caños gruesos como el brazo, con la particular circunstancia de llenarse todo género de vasijas o toneles dentro de los mismo barcos, sin necesidad de sacarlos a tierra, ni conducir el agua a ellos, como sucede en las comunes aguadas de todos los puertos.”

Finalizaba su crónica  indicando: “Esa grande obra se debe a la inmortal memoria del Excelentísimo Señor Don Tomás Idiaquez, Capitán General que fue de la Costa de Andalucía, lo que es digno de recuerdo. A la verdad, un beneficio público de esta naturaleza merecía, o una lápida o una estatua para permanente memoria del bienhechor."

Y la lápida se puso, casi dos siglos después. | Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.

 

| En la imagen de la izquierda, antigua Fuente del Convento de Santo Domingo, en su emplazamiento original, con todos los detalles ornamentales. | A la derecha, la misma fuente instalada en el parque Calderón; antes estuvo en la Plaza de la Pescadería (hoy viviendas) y en los jardines de la antigua estación de Ferrocarril.  El vandalismo ha destruido --con el cambio de milenio-- los delfines enlazados de la parte superior y luce pintadas varias.

 

 

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