Cuando Aladino encontró la lámpara poco podía imaginar que aquel objeto llevara dentro lo que llevaba: un genio dispuesto a concederles tres deseos, a voluntad. Aladino pegó, como decimos en El Puerto, un pelotazo bueno. Pero el Djinn que se le apareció tenía ciertas limitaciones, empezando por el número de deseos, que no podían ser ilimitados sino únicamente tres.
Nosotros, como cada comienzo de año padecemos el síndrome de Aladino: pedimos, pedimos y pedimos. Tenemos las ganas de deseos pero no la actitud para conseguirlos, porque muchos queremos que aparezca el genio sin frotar la lámpara.
Debemos de tener cuidado para no ser el necio que deja esta vida repitiendo, a cada salida de año, el mantra de <<yo quiero, yo quiero, yo quiero>> para pasar desde la grada del espectador el resto de los 364 días.
La vida es valiosa porque se nos va en un suspiro. Podemos considerarnos gente con suerte si, además, ese suspiro es un buen puñado de años.
Si eres de esos a los que la vida parece que le va dando cancha, qué menos que no hacerle el feo de desaprovechar el tiempo que nos regala, haciendo que los días cuenten, en vez de andar por el mundo contando los días como un alma en pena.
Así que, para tener salud, dinero y amor, habrá que meterse en la vida hasta los dientes.
Porque es difícil tener salud sin alimentarse bien, sin cuidar los hábitos, siendo negativo o rodeándose de gente tóxica. Es imposible tener amor si uno va por el mundo pensando que todo gira en torno a él, no nos damos a los demás o se aísla de lo que nos hace humanos y no pone el corazón en juego. Y será imposible tener éxito desde un sofá, acompañados por la pereza, la envidia, la desidia y la infamia.
En resumen: Hacer más y decir menos. De buenas intenciones y de optimistas están los cajones de pino llenos. De pesimistas ya ni os cuento.
Si queremos que la vida nos sonría, tendremos que hacerle cosquillas.
Feliz 2020 y que venga lo que tenga que venir, que la actitud ya la ponemos nosotros. | Viñeta y texto: Alberto Castrelo.