Cuando Aladino encontró la lámpara poco podía imaginar que aquel objeto llevara dentro lo que llevaba: un genio dispuesto a concederles tres deseos, a voluntad. Aladino pegó, como decimos en El Puerto, un pelotazo bueno. Pero el Djinn que se le apareció tenía ciertas limitaciones, empezando por el número de deseos, que no podían ser ilimitados sino únicamente tres.
Nosotros, como cada comienzo de año padecemos el síndrome de Aladino: pedimos, pedimos y pedimos. Tenemos las ganas de deseos pero no la actitud para conseguirlos, porque muchos queremos que aparezca el genio sin frotar la lámpara.