Que un descreído ateo como yo escuche con paciencia a Johny predicarle estas cosas sobre dioses y liturgias y sonría, es algo que, visto desde fuera y guste o no, conmueve. Y no me cabe más que reaccionar amable, que reconocer mi admiración por la gente como Rocío, como Daniel, que alrededor de unos valores políticos, religiosos, éticos o sociales, son capaz de cambiar su vida y ponerla al servicio de la comunidad. Como hizo Johny. Me parece un milagro --de los suyos-- o un proceso de transformación cualitativa, de acumulación dialéctica --un milagro de los míos--, desde mi filosofía salpicada por el marxismo. Esta es su historia. | Foto: Jorge Miró