Hay dos maneras de estar en el mundo. Como pistolero de un poblado de Oeste en el que las diferencias se dirimen por las bravas y, llegado el caso, a balazo limpio, como un western en el que se masacra a los indios, se dispara contra el pianista del salón y se ahorca sin juicio a los forasteros después de salir de misa. O bien como vecino del barrio de uno, como la casa común en la que nadie es más que nadie, las flores del patio lucen para todos y el puchero por muy escaso que sea llega a todas las mesas.
Las amigas de la Red de Acogida de El Puerto viven en el barrio de un mundo en el que aún resuenan los ecos sagrados de aquella vecindad antigua en la que la vida tenía el sabor antiguo de la fraternidad. Generosas y valientes, salen cada día muy temprano a la casapuerta de la vida a baldear el tiempo estancado de un presente hostil con los que menos tienen, a encalar y enlucir historias heroicas de viejas militantes de cuya grandeza tan poco saben las nuevas generaciones. ¿Quién dijo que todo está perdido?
El sábado 14 de diciembre, a las 12 del mediodía, en el número 7 de la calle Gatona de El Puerto de Santa María, han organizado un evento solidario que han llamado Abriendo Fronteras, y en el que presentarán una Red de Acogida que ayudará a los menores extranjeros que tienen que salir al cumplir la mayoría de edad del Centro de Acogida en el que han vivido hasta entonces. El inicio de una nueva vida sin el apoyo ni de sus familiares ni de la Administración, quedando fuera del régimen protector del que han gozado hasta entonces, solo puede ser posible, lamentablemente, gracias a Asociaciones no gubernamentales y a la generosidad de vecinos como las quince familias portuenses que actualmente acogen a otros tantos chavales que llegaron a nuestra ciudad buscando un futuro mejor. Chavales que molestan por ser pobres, pues es sabido que a los racistas, en el fondo, apenas si les preocupa el color de la piel sino el de los billetes que lleven o no lleven en la cartera. Las fronteras, está claro, se inventaron para los que no tienen nada, pues los ricos gozaron siempre del único pasaporte que se ha revelado eficaz desde el inicio de los tiempos: el dinero.
A las puertas, siempre abiertas, de la Navidad, las amigas de la Red de Acogida portuense nos interpelan con esta hermosa iniciativa. Tantos siglos celebrándola y aún no nos hemos enterado que Jesús es un africano pobre que llega, hambriento y desesperado, desde el otro lado del mar, preguntando si hay sitio para él en la posada. Ellas están convencidas de que sí. Que hay cama, comida, formación y esperanza en este barrio nuestro, en la casa de vecinos de El Puerto. | Texto: Pepe Mendoza.
Mil gracias por tus palabras!