Desde que llegué para iniciar las investigaciones arqueológicas en la ciudad fenicia del Castillo de Doña Blanca siempre ha habido dificultades. Primero las que hubo con el propietario de la colina del Castillo de Doña Blanca. No fue fácil su comienzo. Y hubo de intervenir en la primera campaña un familiar jesuita del propietario, D. José Luis Osborne Domecq. Y las siguientes pagando un arrendamiento, por así llamarlo, a precio de oro, por el solar que se iba a investigar. Hasta que en 1988 se expropió y se nos liberó de este sacrificio.
Y en la necrópolis, de un propietario del terreno pedregoso de Jerez, D. Luís Romero Morales, hubo que sudar tinta para comenzar el túmulo 1 y el hipogeo 1. Bien sabe mi amigo el abogado y humanista D. Luís Suárez Ávila los días que se pasaron y las artimañas empleadas para que se nos concediese el permiso para excavar los dos enterramientos.