Decía, nos honró con su visita nuestro simpático alcalde, tan amable, acompañado de la esbelta concejala de Fiestas en funciones, Ana María Arias, custodiada por una unidad del Cuerpo de Bomberos, que le hizo un pasillo de honor hasta la caseta, así como el Peralta de El Puerto y su criminólogo de cabecera. En ese momento se nos habían acabado las tortillas y los pinchitos. Mi mujer que estaba tras la barra tuvo que improvisar cocinando una jirafa disecada. Al alcalde, y a toda su comitiva, les encantó el pellejo de jirafa. Dejaron al bicho a la altura de un gorrión de patinillo. Con lo que tiene que hartar una jirafa metía en lonchas de pan bimbo. Se la comieron entera. Todo lo que sea gratis, pa adentro, pero las autoridades del Tempul nos buscan por tráfico de animales.
Ana María Arias, tan fina y con un pañuelo estampado al cuello para cuidar la voz, pidió sin embargo un vasito de puchero. Como también se nos había acabado, mi mujer le puso una pastilla de Avecrem con dos picos ye-yé en un plato. Arias se quejó de que los picos eran tan antiguos que hasta el muñeco del paquete venía sin guitarra eléctrica, sólo con una gaita. El concejal de fiestas de Conil, a quien le han dedicado la Feria, se comió la última fuente de cazón que nos sobró la noche de la velada, pero de la del año 2015. Al tío le encantó nuestro estilo al pil-pil con moho. Todos se marcharon contentos y nuestra junta de gobierno está eligiendo el Eructo de Plata, que se lo están disputando entre los concejales de fiestas de ambas poblaciones. Al final tuvo que pagar la factura mi cuñado, que quiso pagar también la mediática cuenta pendiente que habían dejado algunos concejales en el Bar Sol y Sombra, junto a la Plaza de Toros. Pero lo hizo muy gustoso porque vota al PSOE y consiguió en buena lid la concesión de bolardos de rotonda.
Después de dos días de cubatas, rebujito, cervecita y vino fino, qué quiere que les diga, no sé lo que es un ángulo recto. Se me acaban ya los euros y mi presupuesto no es que sea corto, es que ya no tiene ni dobladillo que cogerle. Le pasa más o menos como a los presupuestos del Ayuntamiento, me dijo el otro día mi cuñado que trabaja en El Puerto Global, que tiene nombre de campeonato de baloncesto ruso. En mi caseta cofrade ‘El Catavino Lloroso’ (les recuerdo la dirección, calle Miguel del Pino, pero en la acera pringosa de resina), estoy estos días a verlas a venir.
Para entretenerme menos mal que está ahí ese paseo de enganches que esta tarde voy a poner patas abajo. Si me siguen por la avenida principal podrán contemplarme garboso con mi pony, un bicho de siete años, cabreao, que tengo pastando en la parcela de un cuñado mío en la Hijuela del Tío Quieto (como yo), en la cuarta rotonda. El pony es feo, lo reconozco, y tiene endodoncia en la última muela, entrando a la derecha. Pero tiene arte. Ha salido a mí. Tú le dices al pony, "eh", para que tire adelante, y va el tío y se acuesta. Creo que es pura raza Lo Mónaco. Qué le gusta una cama de paja, con perdón.
Como este año la feria va dedicada a Conil, a mi pony lo he rebautizado con el nombre de Messeguer, en honor al jugador centrocampista del Conil Club de Fútbol. Los andares de Messeguer, del pony se entiende, son como los de Yola Berrocal cuando ha salido del quirófano, o sea, lamentables, pero me voy a presentar al concurso de enganches. Como no tengo dinero para un charré, he adaptado un carrito de Supermercados Carmela. Me voy a poner mi traje corto color mohoso techo de ermita de Santa Clara. Mi mujer me va a acompañar, pero no vestida de amazona, sino que va a llevar su traje de volantes y marcha atrás, color río Guadalete. Vamos a dar el espectáculo. Seguro. Como vea a nuestro simpático alcalde (el de los pactos por favor) o a la Arias, que tiene apellido de queso de Burgos, les invito a subir. Envidia me van a tener los carruajes de Terry. | Texto: Emilio Gutiérrez 'el Libi'