Y es que este último fin de semana --para algunos-- El Puerto de Santa María ha sonado que daba miedo y olía que daba asco. Para otros --más “in situ”-- el olor es lo que daba miedo y el sonido lo que daba asco. Sea de una forma u otra, lo innegable es que es una inyección económica para hosteleros, autónomos y Paqui, la hermana de la cuñada de mi hermano, que alquila el chalé a seiscientos euros el fin de semana.
Una bolsita de aire para que nuestros emprendedores y empresarios puedan coger aire hasta el siguiente llano. También, por qué negarlo, es una alegría ver las calles hasta la bandera. Aún más teniendo pendiente de un hilo que los taurinos este verano en El Puerto quizás tengan que hacer voto de silencio obligado y no escuchemos sus “ole” ni veamos asomar sus pañuelos blancos, debido a misticismos político-burocráticos y “sus grietas”. Unos días tanto ruido y otros tan poco, qué mal repartido está todo desde el primer día de enero. El domingo algunos esperaban a los moteros en la rotonda de los Toros de Osborne, para despedirlos con un “--Hasta el año que viene, bonitos; tanta alegría y paz llevéis como dinero y silencio dejáis”.
Lo que sí ha continuado --a pesar de la marcha de los moteros-- ha sido la huelga de limpieza. Huelga que ha dejado nuestras calles divinas como escenario para alguna película apocalíptica. Ratas incluidas.
Que las ratas campan a sus anchas en esta Ciudad no es nada nuevo, el problema está en que ahora esas ratas tienen motivos para mancharse zapatos y camisas con tanto desperdicio.
Hay que tener en cuenta que, aunque muchos han puesto el grito en el cielo por el estado de la Ciudad, nosotros los portuenses --aunque nos quejemos-- sabemos mejor que nadie trajinar con la basura. Es el día a día de quién tiene un contrato de mierda, con unas condiciones basura para ganar una porquería de sueldo. La cochambre de un tejido industrial, prácticamente inexistente, al que le llegan las sobras. Realmente estos problemas de basura, aunque pasen desapercibidos, se sufren a nivel nacional porque todo viene y pasa por los mismos vertederos.
Sin embargo, a la gente de a pie, a la gente de la calle, no nos queda otra que rebuscar entre tanta desperdicio político, económico y social. Solo rebuscando, uno es capaz de rescatar la justicia y la dignidad del fondo.
Acuérdense de esto el próximo 26 de mayo cuando tengan el voto en la mano, no sea que se confundan y lo tiren a la basura en vez de depositarlo en la urna. Aunque la confusión tenga argumentos y esté más que justificada.
La buena noticia es que, pase lo que pase cuando saquemos la basura el día 26, podremos beber para olvidar en nuestra apreciada y maravillosa Feria de Primavera y Fiestas del Vino Fino. | Texto y viñetas: Alberto Castrelo.