Durante 2018, se recibieron en APEMSA 275 llamadas por atascos en la vía pública; un 95% de ellos fueron provocados por las toallitas. El verano pasado se produjo el mas grave, en un centro educativo de la Ciudad, cuando todas sus arquetas interiores se desbordaron por el atasco. Esta costumbre de arrojar a los inodoros las toallitas húmedas, los bastoncillos y las compresas, bien por comodidad o por desconocimiento, está causando estragos en nuestras viviendas, en la red de saneamiento y en la propia EDAR Las Galeras. Porque el WC no es una papelera.
Las toallitas húmedas comenzaron a comercializarse hace unos años para los bebés, ya que son muy prácticas a la hora de cambiarles los pañales. Actualmente han evolucionado e incluso han aparecido en el mercado como sustituto o complemento del papel higiénico. Y una vez usadas, acabamos tirándolas -casi siempre- al inodoro. Esta práctica ha ido paralela al aumento de los atascos en edificios, redes de saneamiento y en la propia planta depuradora. Cada poco tiempo, aparece uno de los monstruos de las alcantarillas, formado por las toallitas que se tiran al WC sin tener en cuenta que pasa luego.
Los ciudadanos tenemos que tener claro que las toallitas húmedas no se deshacen al entrar en contacto con el agua. Están elaboradas con un material denominado “tejido no tejido”, que se obtiene con la compactación de fibras mediante diferentes sistemas, sin necesidad de cosido. Esas fibras se separan cuando se tiran al WC. Una vez en la red, vuelven a unirse y crean grandes madejas.
Podemos vivir sin ellas, pero las consumimos por toneladas. Lo que pagamos al comprarlas es lo de menos. En cuanto las toallitas húmedas terminan en el WC, empiezan a costarnos miles de euros en depuración de aguas. Una factura que pagamos entre todos los portuenses. Parece que se trata de un problema generacional. Precisamente son los colegios de la Ciudad los que tienen mayores problemas de atascos por el uso de toallitas. Todo el esfuerzo humano y económico que ha realizado la Empresa Municipal de Aguas de El Puerto y por tanto, todos los portuenses, para modernizar la red de saneamiento se está poniendo en peligro por esta costumbre.
El problema empieza cuando la toallita se tira al retrete. El primer bloqueo suele producirse en la conexión con la red de alcantarillado de la propia vivienda. El año pasado se recibieron 275 avisos de particulares por atascos en la red provocados, en su mayoría, por las toallitas.
En 2018, hasta las Galeras llegaron 395 Toneladas de sólidos; la práctica mayoría: toallitas, bastoncillos, compresas, preservativos etc. Además, las toallitas también pueden acabar en el río y en el mar. Cuando se producen fuertes lluvias, se emplean los aliviaderos para que no se acumule en las calles. Incluso hay pescadores que indican que encuentran toallitas en sus redes.
Parece que, en cierta manera, los grandes fabricantes se van concienciando. Muchos incluyen ya indicativos en los envases en los que se deja claro que las toallitas no se pueden arrojar al WC. Ahora hay que empezar a concienciar a la población, que se había acostumbrado a tirarlas por el inodoro.
Obviamente, este no es un problema que afecta únicamente a El Puerto de Santa María, sino que se hace extensivo a todo el mundo. Precisamente, desde Europa ya se aboga por que los países pongan en marcha cambios legislativos y normas técnicas para prohibir la venta de toallitas húmedas, productos de aseo personal o sanitarios que se presenten como desechables y no son biodegradables. No vale para nada que el proceso de un producto biodegradable dure años, porque su desaparición tiene que ser en las pocas horas que está en la red.