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3.870. Vicente Sánchez Arena. Portuenses ilustres de la calle (II)

| Vicente Sánchez Arena, con una placa de policía.

Vicente Sánchez Arena fue el segundo de los ocho hijos que tuvieron Vicente y Manuela. Nació  siendo un bebé muy rollizo pesando 4 kilos, el 10 de Septiembre de 1948 en su casa de toda la vida, en la calle San Juan, 9.  Pero, en el momento de nacer, la comadrona y una tía suya que estaba ayudando en el alumbramiento, ya se dieron cuenta de que venía con graves problemas respiratorios debido a las dos vueltas de cordón umbilical que llevaba alrededor del cuello y sobre todo, a una especie de grueso “velo” que le cubría toda la cara. Consiguieron reanimarlo  y que viviera  junto a nosotros 57 maravillosos años a pesar de la importante falta de oxígeno que su cerebro había sufrido.
Su crecimiento, como es lógico fue bastante lento y complicado, consiguiendo dar sus primeros pasos a partir de los cuatro años, pero una vez que se soltó ya no hubo nadie que lo parase.
| El puesto de El Caimán.

En el puesto de su padre llamado  “El Caimán” o “Vicente Loliti”, correteaba por la Plaza de Abastos; allí empezó a  relacionarse con todos los portuenses y aprendió a fumar colillas. Su padre viendo el riesgo de poder coger alguna que otra enfermedad al fumar esas colillas que el recogía, decidió hacerles sus propios cigarrillos y así fue como empezó a fumar.

ETAPA PREESCOLAR.
En esta etapa sus progenitores, debido a que por aquel entonces no existía ningún colegio ni centro especializado para estos niños, decidieron ir a hablar con el director del colegio “San Agustín” donde estaban matriculados sus otros hijos exponiéndole el problema, accediendo durante un período de prueba. 

| En la imagen inferior, el segundo de la fila superio izquierda, durante su periodo escolar, al principio de AFANAS.

El primer día de colegio, Vicente iba muy contento junto a sus hermanos camino del colegio, una vez allí, viendo lo que tenía que hacer dijo que no, que a él no le gustaban ni los números ni las letras, que a él lo que le gustaba era pasear por El Puerto,  bajar al muelle del vapor y tocar las palmas, por lo que ni trabajaba ni dejaba trabajar a nadie. Ante ésta situación el director y el claustro de profesores decidieron compartir la tutela de Vicente durante un tiempo, alternándoselo  en sus aulas con el fin de que los otros profesores pudieran impartir sus clases con más tranquilidad.

| Vicente, entre el presidente de AFANAS, Manuel Delgado Almisas y sus padres, Vicente y Manuela. | Foto Rafa.

LOS COMIENZOS DE UNA NUEVA LABOR SOCIAL.
Años más tarde un grupo de padres, --entre los que se encontraban los de Vicente-- con hijos disminuidos psíquicos, cansados de no ver ningún futuro para sus hijos, decidieron formar una asociación para buscar una solución para ellos, junto al cura Ramón Sánchez Montaño, Mercedes Carbó, “La mamá del millón”; Manolo Delgado Almisas y un sinfín de personas más continuaron trabajando para conseguir un lugar que atendiera a estos niños.

Al final llegaron  a un acuerdo con la Orden de las Concepcionistas, quienes cedieron un espacio en la esquina de las calles Pozuelo y Larga, junto al Convento. A este colegio se le puso de nombre, en homenaje a la ‘mamá del millón’ «Mercedes Carbó, AFANAS», con quien aparece en la fotografía inferior.

Conforme fue pasando el tiempo fueron descubriendo las necesidades de los usuarios del centro, lo que les llevó a habilitar un aula en un taller de montaje de cajas de cartón con el fin de poder fomentar en ellos unos hábitos tales como: responsabilidad, utilidad, psicomotricidad… Aunque también hay que añadir que aquí tampoco consiguieron que Vicente montara ni una sola caja de cartón, alegando que eso era muy aburrido y que él quería ser ¡Portero del colegio!

TRAYECTORIA PROFESIONAL.
Tanta ilusión tenía con ser el portero del colegio que al final Manuel Delgado le consiguió un uniforme de portero con gorra de plato incluida, pasando  de esta manera a ejercer sus funciones en la portería a pesar de las advertencias de la madre de Vicente, la cual les avisó que Vicente no servía para esas funciones debido a que no podía estarse quieto en un mismo sitio durante mucho tiempo: Vicente se pasaba más tiempo en el Taller de Monís --donde arreglan todo tipo de electrodomésticos y especialmente termos--  o bien en un bar que había cerca.

| Vicente, uniformado de portero, en esta ocasión sin la gorra de plato.

Pero sobre todo hay que destacar el gran sentido de la responsabilidad que poseía Vicente debido a que, siempre que se iba cerraba la puerta con llave para que nadie se pudiera escapar del centro, teniendo que ir un día su padre a buscarlo de bar en bar… ¡Eran las cinco y media de la tarde y los niños y profesores del Colegio sin poder salir. Y los padres en la calle esperando a que sus hijos salieran!

CENTRO LODELMAR.
Más adelante en 1978 decidieron poner en marcha el primer centro ocupacional avícola para los alumnos más mayores, haciéndose cargo de su dirección Luis Benvenuty y  bautizando al centro con el nombre “LoDelMar” en honor a una hija del emprendedor presidente, Manuel,  llamada Loli Delgado Márquez.

En este centro le dieron un trabajo a Vicente que aún le gustó más que el anterior de portero, fue el de ¡Guarda y policía a la vez!,  y todo el que se acercaba por allí para hablar con DonLu --apelativo cariñoso con el que solían llamar a Luis Benvenuty Morales, era interrogado primero antes de entrar y si a él no le parecía correcto, por supuesto que no lo dejaba entrar.

EL CAMIÓN DE LA CALLE SAN JUAN.
Estando un día en la barbería que había frente a su casa, vio como el conductor de un camión dejo la puerta del vehículo abierta;  sin pensarlo se montó y le quitó el freno de mano y  el camión se fue calle San Juan abajo con Vicente dentro. Todos los que estaban en la barbería tuvieron que salir corriendo detrás del camión hasta conseguir pararlo. De milagro no pasó nada. Las palabras de Vicente al salir del camión, fueron: "--¡Ojú quillo, que camión más raro, va pa'tras!".

| Vicente, delante de un SEAT 1500 en la calle San Juan.

Otra anécdota digna de resaltar es que en la calle Larga había por aquél entonces un comedor social y los días que a Vicente en sus paseos matutinos le entraba hambre, ni corto ni perezoso se acercaba al comedor diciendo: "--No tengo ni padre, ni madre y mi abuela con la que vivo no me da de comer”, consiguiendo así que le dieran de comer unas cuantas veces, hasta que decidieron indagar y averiguaron que Vicente no era huérfano, sino que poseía una familia muy numerosa en la que no habría para caprichos, pero que un plato de comida no les iba a faltar.

MÚSICA E IGLESIA.
Era un entusiasta de las bandas de música, no se perdía ninguna actuación y siempre lo veías acompañando a las bandas, bien fuera en algún recorrido celebrando alguna festividad o bien en algún concierto. Tal era su empeño en querer aprender a tocar el tambor que todas las tardes después de dormir su siesta se subía a la azotea de su casa y con una lata y unos palos se ponía a tocar, su padre viendo lo constante y lo persistente que era, decidió regalarle un tambor. Con el tambor en la mano se volvió más exigente consigo mismo porque decía que las notas ya se parecían más a  las que él oía, sobre todo las notas de su semana santa, su música favorita.y ahí fue donde el conseguía sacar toda la música que   le gustaba, la que llevaba dentro.

| En la fotografía, Vicente junto al Cristo del Perdón, situado debajo del campanario de la Iglesia Mayor Prioral. | Foto Iñiguez.

En cierta ocasión decidió salir de penitente con la cofradía de los Afligidos, aunque era devoto de todas, ésta era su preferida. Cuando llegaron a la estación de penitencia en la Iglesia Mayor, se encontraba tan cansado que le dio la vara  al compañero pidiéndole por favor que se la aguantara porque iba al servicio. Vicente ya no apareció por ninguna parte, se pusieron todos a buscarlo y al final lo encontraron en su casa durmiendo plácidamente. También a escondidas de su madre se subía al campanario y tocaba las campanas de la Iglesia Mayor. Cierto día alguien  avisó a su madre que Vicente estaba tocando la campana grande ‘La Gorda’: Manuela le mandó un mensaje, «--Dígale que si  no vuelve ahora mismo subiré al campanario a por él». Nunca más subiría a tocar las campanas. 

| En la fotografía de la izquierda, Vicente en una caseta de feria, junto a la imagen de su torero, José Luis Galloso.

LAS FIESTAS.
Era un gran aficionado a todas las fiestas: las corridas de toros y las bandas de música. Antes de llegar las estaba anunciando un mes antes, bien fuese cantando o tocando el tambor.  Una  vez quiso salir de “cabezudo” en unas fiestas, conocedor todos de su afición a los toros, le dieron la cabeza de un toro para que saliera con ella. Cuando Vicente se la colocó y vio lo que pesaba, se la quitó enseguida y la dejó tirada en medio de la calle pensando que habían querido tomarle el pelo, diciendo que eso pesaba mucho y que él no era tonto. Gran aficionado a los toros, no se perdía ninguna corrida en especial la de su "Niño Galloso", este era el número uno para él pero eso si, Vicente iba a las corridas siempre gratis, alegando que a él no se le permitía pagar. | En la fotografía de la izquierda, Vicente en una caseta de feria, junto a la imagen de su torero, José Luis Galloso.

VICENTE EL POLICÍA.
Vicente tenía muchas aficiones, pero la que más le gustaba o con la que más se sentía identificado era “ser” o mejor dicho “creer” que  pertenecía al cuerpo de la policía  como brigada secreta, esta fabulación suya era muy respetada por todo el cuerpo de policía debido al gran cariño que le profesaban. Su  misión consistía en parar a las personas por la calle y muy seriamente les pedía que se identificaran,  a la vez que se presentaba y se levantaba la solapa de su chaqueta para que vieran su placa imaginaria. Como es lógico, las personas les seguían la corriente pero, más de uno sí que pensaba que bien podía ser perfectamente un chivato de la policía, por lo que se cuidaban muy mucho de hacer cualquier manifiesto delante de él.

Normal era también, verlo muchas veces sentado en el asiento de detrás del coche de policía haciendo las rondas habituales por las calles de El Puerto, e incluso una vez, lo subieron en un helicóptero para hacer una ronda aérea. Aunque en cierta ocasión entró un nuevo agente destinado en la comisaría, el cual desconocía que Vicente entraba en las dependencias como Perico por su casa y decidió encerrarlo en el calabozo con el fin de darle un escarmiento, actitud que luego tuvo que lamentar el agente.

| Vicente, de antidisturbios, en la puerta de la Comisaría a pie de una furgoneta policial.

Le gustaba mucho la defensa personal e iba mucho al Club Tadeo para ver las clases y los entrenamientos, un día le dijo Tadeo que se apuntara a las clases, que él  iba a enseñarle, diciéndole Vicente que no, que él no se apuntaba porque no estaba loco, que él sólo miraba. A lo que el profesor extrañado le preguntó, que qué quería decir con lo de loco, soltándole Vicente muy seguro de sí mismo que todos los que estaban allí, estaban locos por que llevaban el babi de los locos  (se refería al Judo-gi: casaca, pantalón blancos y cinturón) y que él como no estaba loco no se ponía  un babi de esos.

Los domingos iba a la playa con su familia, le gustaba dar una vuelta por la orilla porque decía que así veía a los guayabos. Cierta vez el tiempo pasaba  y no llegaba. Alarmados la familia se distribuyó para buscarlo. Al no encontrarlo se les ocurrió ir a la caseta de la Policía Pocal y allí estaba Vicente comiendo un bocadillo y tomando un refresco. La policía les comentó que había llegado diciendo que se había perdido pero que no dijeran su nombre por megafonía hasta que no se terminara de comer el bocadillo.

Vicente era una persona pacifica,  cariñosa y muy divertida, pero habían algunos desalmados  que le gastaban bromas muy pesadas. No había quien lo dejase sin su paseo diario por el centro y a pesar que siempre llevaba dinero y tabaco le encantaba pedir tabaco y que le dieran dinero. Cuando pusieron el euro se negó a llevar dinero, pero no a que se lo dieran llevándoselo a su madre y diciéndole:  «--Mami  me lo han dado, yo no lo he pedido». A pesar de que no entendía de horas, tenía un reloj para cada día aunque siempre se ponía el que le regaló su tío.

Vicente en los últimos años de su vida contrajo una enfermedad derivada del fuerte tabaquismo que padecía. En esta última etapa, estando ingresado, pudo comprobar el gran cariño que le profesaba todo el mundo, su habitación era un continuo goteo de visitas a cualquier hora, tanto de amistades y familiares como del alcalde e incluso del comisario de policía. Nos dejó  el 31 de octubre de 2005  esta gran persona, divertida,  cariñosa y muy querida a su vez., pero seguro que donde esté ahora estará hablando de  su Puerto y de todos los portuenses. | Texto: Rosa Sánchez Arena. Fotos: Familia Sánchez Arena.

2 comentarios en “3.870. Vicente Sánchez Arena. Portuenses ilustres de la calle (II)

  1. Francisco Sánchez González

    Hole mi primo Vicente el de mas arte del mundo y cariñoso como el solo cadaves que me veía por el puerto me abrazaba fuerte mente quería a todo el mundo descanse en paz mi querido primo

  2. Pedro Salas

    Pues si que era frecuente verlo desfilando en semana santa.
    Sin ser amigo suyo, lo recuerdo con mucho cariño.
    Se puede decir que es un portuense de los que dejan huella imborrable en nuestros recuerdos. No pasó desapersibido y tuvo una vida de leyenda.
    Descanse en paz.

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