Tal día como hoy de hace 19 años fallecía a los 96 años Rafael Alberti, poeta y miembro destacado de la llamada generación del 27. Miembro activo del Partido Comunista de España, se exilió tras la Guerra Civil Española. Vuelto a España tras la instauración de la monarquía, fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 1983 y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz en 1985. Fue Premio Cervantes el año 1983. Alcalde honorario de El Puerto de Santa María. Publicó sus memorias bajo el título de ‘La Arboleda Perdida’. No pudo el 'insigne poeta gaditano', como le consignan las enciclopedias, el querido Rafael de sus amigos de fin de siglo, cruzar el Rubicón del milenio. Así se lo proponía feliz al soplar sobre las velas de la enorme tarta que presidía cada uno de sus últimos cumpleaños. Soplaba feliz y optimista, puede que ausente.
Quiso ser torero y pintor antes que poeta Rafael Alberti Merello. Nacido el 16 de diciembre de 1902 en El Puerto de Santa María en el seno de una católica buena familia con ancestros florentinos. Sería pronto un poeta comunista, pero trataron de educarle en el temor de Dios con los Jesuitas, que trataron de formarle entre 1912 y 1917. Con quince años se plantó en Madrid con ínfulas de pintor cubista al que se le abren con éxito de crítica y público los salones del Ateneo de la calle del Prado. [Y él pintaba. Iba al Prado y copiaba. Fue la salud la que le llevó a las sierras -Guadarrama- y el reposo lo que le condujo a la poesía. Pintar la poesía / con el pincel de la pintura. Las primeras que escribió hicieron Marinero en tierra -el niño de El Puerto haciéndose adolescente en el Madrid de la sierra. ]
Su inquietud le hace saltar sin tránsito de los pinceles a los versos, y el pintor-poeta debuta en revistas como 'Horizonte' o 'Alfar'. Pronto cabalgaría, según su propia expresión, «sobre las nubes con los ángeles e hidroplanos», o se sumergiría «en el mar con sirenas y marinos». Es decir, que se da por entero a la poesía en una convalecencia transcurrida en la serranía a sus atónitos veinte años. De su peripecia vital obtendría con los años una saga biográfica que deleitará a generaciones, 'La arboleda perdida'. [Había nacido casi con el siglo, en 1902, y vino a morir cuando se acababa, y aún le dio tiempo para su último libro en que había trabajado: una nueva versión de La arboleda perdida. Había vivido todo el siglo de un español universal. Esperanzas y ruinas. Las primeras que escribió hicieron Marinero en tierra -el niño de El Puerto haciéndose adolescente en el Madrid de la sierra- y le dieron el Premio Nacional de Literatura en 1924-1925.]
Su espíritu militante y comprometido, que cristalizaría en la guerra civil, despierta bajo la dictadura del General Primo de Rivera. Alberti ve actuar los caballos de la dictadura en las vísperas de la II República. Plasma el despertar de su conciencia cívica en 'Sobre Los Angeles' verdadero revulsivo y ajuste de cuentas con tintes surrealistas. «Comprendí diría que la poesía que hacíamos no era válida, que teníamos necesidad de otra cosa. No puedo tener las venas en un sitio y la sangre en otro».
Alberti fue precursor y antorcha de su generación en este compromiso. Escribe entonces compulso «poesías como manifiestos» que pegaba en las paredes de las casas madrileñas. «Eran poesías duras y anárquicas, plagadas de palabrotas y protestas», explicó.
Nacía un espíritu rebelde que estallaría en su plenitud con el advenimiento de la República y su ingreso en el Partido Comunista en 1931. Dos años antes había conocido a María Teresa León, compañera inseparable y abnegada esposa en el exilio hasta que la enfermedad minó sin remisión su salud. Contrajo matrimonio con ella en 1931. Pasa Alberti la guerra a pie de trinchera pero con ánimo atento a las musas. Su personal llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía, 'Verte y no verte', aparece en 1935. Entretanto, se ocupa del secretariado de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, funda las revistas 'Mono Azul' y 'Octubre' y trata de salvar de la catástrofe bélica el Museo del Prado. Sostiene, como García Lorca, el 'teatro de guerra'.
El abismo del exilio se abre para Alberti y María Teresa como para tantos otros perdedores, durante 38 años en su caso, cerrado con una frase esperanzadora a su regreso : «Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta como símbolo de paz y fraternidad entre todos los españoles». Exilio difícil y fructífero de casi cuatro décadas que transcurrió por París, Roma y Buenos Aires. Veintitrés de estos años transcurrirían en la capital de Argentina.
De vuelta a Europa se instala en el corazón del popular Trastévere romano. Por su apartamento de vía Garibaldi pasaron legiones de amigos, entre ellos Ungaretti, Passolini, o Vittorio Gassman. Allí acumularía los tesoros de toda un vida. Una colección de manuscritos y recuerdos que a su vejez le costarían más de un dolor de cabeza. Hubo disputa con la Diputación de Cádiz por el legado. Un triste pleito con final feliz para la fundación Alberti con el beneplácito del poeta.
En las primeras elecciones legislativas después del franquismo, en 1977, fue elegido diputado en la lista del Partido Comunista de España. La muerte de María Teresa León en 1988 marca el inicio de un persistente declive físico. Un año antes había sufrido un accidente de tráfico que le mantuvo inmovilizado varios meses.
Todavía en la Sevilla de la Expo'92 estrenaba 'La Gallarda', una obra concebida en 1944 y pensada para el exclusivo genio interpretativo de Margarita Xirgú. La pieza toma ahora un impostado carácter de testamento literario.
Sin sillón en la Academia, sí obtuvo Alberti el mayor reconocimiento literario, el Cervantes, que se adjudicó en 1983. Antes había sido distinguido con galardones internacionales como el Lenin de la Paz (1965) y el premio Roma de Literatura (1991), además del Nacional de Teatro (1980). Había renunciado al otro gran galardón de las letras españolas, el Príncipe de Asturias, debido a su fuertes convicciones republicanas. | Texto: Miguel Lorenci.