| Rafael de León, Concha Piquer, Manuel López-Quiroga y Antonio Quintero.
Candelaria la del Puerto
Candelaria, la del Puerto,
es la rosa de la playa,
un jazmín entre los labios
y en los ojos todo el mar.
Y en cuestiones de cariño
a los hombres tiene a raya,
porque sabe dar desplantes
y es mujer buena y cabal.
Antonio, el de Punta Umbría,
le dijo que la quería,
pero Candela lo rechazó,
y el mozo en los mostradores,
apuestas hizo de amores
y una calumnia le levantó.
Y en las olas de espuma de la bahía,
una copla bailaba de noche y día.
Candelaria, la del Puerto,
anda y mire usted, dice
que el querer nunca ha conocido,
y aunque afirma que eso es cierto,
¡ay, válgame Dios!,
por lo menos yo no me lo he creído.
Y si no, ¿quién fue aquel mozo
que llegó de El Arahal
y con ella junto al pozo
platicó de madrugada?
¿A que poner centinela
en las tapias de su huerto,
si después hay quien se cuela
silencioso como un muerto?
Y hasta le abre con cautela,
con su mano la cancela,
Candelaria, la del Puerto.
Candelaria, la del Puerto
ante el falso testimonio,
en lugar de echarse luto,
se ha vestido de color.
Y la gente la miraba
ir del brazo del Antonio,
que gastaba en sus caprichos
más dinero que un milord.
El pueblo dijo y redijo
que fue por mor de un alijo,
de unos brillantes y de un collar.
Y Antonio, el de Punta Umbría,
con un tiro, ya sin vida,
lo echo a la playa la bajamar.
Y en la oscura bahía
cuando hay levante,
sobre el agua sombría,
se mece un cante.
Candelaria, la del Puerto
no sabe de nada,
para contestar,
que si fue un delito;
y lo jura y es bien cierto,
que en tocante a amor,
nunca discutió
con el tal mocito.
Una copla levantaron
contra mí como un puñal,
y las olas se encargaron
de vengarme del cantar.
Soy yo misma carcelera
de las tapias de mi huerto,
y si alguno se atreviera,
por mis vivos y mis muertos,
que lo mismo que las fieras,
contra todos se defendiera,
Candelaria, la del Puerto.
Averigüe usted,
dónde está el parné
con el contrabando.
Lo pueden buscar
desde Gibraltar
hasta San Fernando.
Ni diamantes, ni pulseras,
ni zarcillos, ni collar,
yo no arrío mi bandera
por tan poco capital.
Voy vestida de cristales
con el alma al descubierto,
quien se acerque a mis umbrales
no dirá que no le advierto,
que entre lirios y rosales,
ha sembrado también puñales,
Candelaria, la del Puerto.
Quintero, León y Quiroga.
Fantástica Dña.Concha