“Adoro la provincia de Cádiz por multitud de razones y también por alguna que otra sinrazón que no sabría explicar, salvo con la voz y la marea bastante bajas. Me gusta su ubicación, la rosa loca de sus vientos, sus calmas y sus temporales, sus playas, especialmente cuando están desiertas, su naturaleza salpicada de lugares de belleza extraordinaria.
Me gustan sus pueblos, sus ciudades, llenas de Historia y de historias. La luz cegadora de sus mañanas y la luz dorada de sus atardeceres. La luz de este sur del sur es absolutamente mágica, incluso mitológica: Desde la ‘Alejandría de Barrameda’ donde desemboca el ‘Nilo’ de Andalucía y los Tartesios adoraron a las bestias de Gerión, hasta las columnas donde Hércules vigilaba la entrada al Jardín de las Hespérides. Desde sus entrañas habitadas ya en épocas protohistóricas a sus templos paganos sumergidos sobre los que luego se alzaron mezquitas o delirantes catedrales.
Adoro todas sus fértiles tierras de sarmientos y sus atalayas serranas, sus marismas, su fauna, su Arte, su sal y su bruma amarga; su caprichosa geografía llena de contrastes y su fabuloso mundo submarino donde —no se lo digáis a nadie— yacen escondidas en secreto las arterias de la Atlántida.
Adoro Cádiz porque es ombligo del mundo, puerta y, a la vez, dramática trampa también para navegantes del triste sino y tiempo en que vivimos, condenado a la esperanza. Justo ahí, cerca del faro de Punta Carnero y de cala Blanca, entre Tarifa y Algeciras, donde ni los delfines ni las aves entienden de fronteras y de noche cantan las sirenas, hay una tierra de nadie desde la que se divisa todo el estrecho de Gibraltar y la unión de dos grandes mares y dos grandes continentes.
Ese “Ponto Euxino”, esa ósmosis atávica del planeta, ese principio y final del mismo mundo donde los puntos cardinales enloquecen a las brújulas, ese es justo el lugar, la idea, el verbo donde entiendo las múltiples razones, e incluso las sinrazones, por las que adoro y comprendo el variopinto universo que se encierra y se derrama cada vez que susurro la palabra“