Don Mendo y Magdalena son unos amantes que cuando llega la Feria de Primavera y Fiesta del Vino Fino se sueltan la melena en la noche de las luces y de las primeras copas de fino sobre el albero de la velada, aprovechando esos primeros reencuentros que saben todavía a sorbito de caldo caliente con una matita de yerbabuena de la noche de los cohetes del año pasado, para con un guiño cómplice posar para el Diario por su lado más fotogénico, y perderse luego cada uno por su lado haciéndose los longuis entre las casetas del Real de la Feria hasta el martes por la mañana donde los cuerpos no aguantan ni una mirada de soslayo.
Pero la historia de esta Feria de la Manzanilla, perdón, del Vino Fino, la cambia el ingenio inigualable de la pluma del autor portuense Pedro Muñoz Seca que, con La venganza de don Mendo, obra maestra (dentro de su género) del teatro español, es capaz después de cien años de remover los cimientos de nuestra fiesta por excelencia con sus personajes danzando por nuestras casetas.
Don Mendo, haciendo gala de su centenaria juventud que le ha hecho más pícaro si cabe, en una revirá huyendo de su amada Magdalena que tiene más peligro que Raphael desenroscando bombillas, y que le ha puesto los cuernos en la mismísima portada de la Feria con un tal Don Pero Collado, Duque de Toro, ha cogido tal mosqueo que se ha ido directo a los corrales de la caseta “El arte de picar” para que le vayan poniendo al día con esa suerte de la lidia por si llega el momento.
Está claro que la velada se convirtió en un suplicio para Don Mendo Salazar y Bernáldez de Montiel, Marqués de Cabra, ya que sin saber cómo se ha visto envuelto en un tumulto feriante propiciado por Don Juan, Don Tirso y Don Crespo “…los nobles pravianos que los tres son primos, porque son hermanos” y ha acabado dentro de la caseta “La madrugá” teniendo que pasar la noche envuelto entre cajas de fino de El Puerto y de infusiones de manzanilla bajo la atenta mirada de un tal Clodulfo a modo de carcelero.
A las claras del día ha logrado escabullirse con la ayuda de Moncada su amigo más formal, y han urdido entre los dos un plan, que si logran llevarlo a cabo, Don Mendo se vengará, y a la ocurrente Magdalena le entrará tal enfado que me huelo acabará dentro del “Jaleo” con una “Pañoleta” y con una “Peineta” diciendo así me veo.
Pero mientras la Feria destila luz y color entre rebujitos, tortillas y pimientos ella baila muy dispuesta jaleada por el juglar Bertoldino, Doña Ramírez y la Marquesa de Tarrasa que, con una mijita de guasa le dice en la caseta del “Rey de Copas”, ten cuidado Magdalena que a pique de un repique te veo fuera de la verbena y con dos banderillas como horquillas en tu linda y luenga melena.
Trasiegan por “El Chumi”, “La Cayetana” y “La Veracruz” y se masca la tragedia porque Don Mendo disfrazado de trovador, al que llaman Renato el justiciero, quiere darle un revolcón escondido en “El Quinto Pino”, y no será a piñazos, no, sino más bien con vino fino que es como se arregla en la Feria los litigios del corazón.
Metida en “La sin problemas” la joven ya está acoplada con el de Toro, pero no contenta con ello y “Con muscho arte” se escaquea y de camino comparte su prosapia con uno que de la corte vino bebiendo vino de carácter Alfonsino, que no se llama Gabino y que tampoco hace ascos “al corazón de suaves pétalos” que por delante le pone la lozana casquivana en la incipiente Feria de El Puerto.
| Detalle del cartel de la Peña 'El Revuelo' de Adrian Ferreras 2018
El trovador Renato/Don Mendo tampoco le anda a la zaga y en la caseta “El Revuelo” se lía sin miramiento con una “mora digna de su amor,/ pero a quien no puede amar/ porque un hálito traidor/ heló en su pecho la flor/ aún antes de perfumar!”. De “La Mezquita” procede y por Azofaifa responde, y una tal Berenguela que estaba en pleno “revuelo” le afea su atrevimiento por liarse con descaro con el joven Renato que no es de su jalifato y que está muy bien para pasar el rato.
Se masca el melodrama. Cada uno por su lado con su cohorte acuesta se dan de bruces en la puerta y se cuelan en “La Amargura” con cinco pinchos morunos, una jarra de cerveza, tres de rebujitos y dos medias de fino “La Draga” amarradas con una “Guita” que barruntan fin de fiesta…
«Trovador, soñador: un favor./ ¿Es a mí?/ Sí, señor. Al pasar por aquí a la luz del albor he perdido una flor./ ¿Una flor de rubí?/ Aún mejor: un clavel carmesí. Trovador, ¿no lo vio?/ No lo vi./ ¡Qué dolor! No hay desdicha mayor?para mí que la flor que perdí; era signo de amor. Búsquelá y si al cabo la ve,?démelá./ Buscaré, mas no sé si sabré cuál será./ Lo sabrá, porque al ver la color de la flor pensará: ¿Seré yo el clavel carmesí que la dama perdió?/ ?¿Yo, decís?/ Lo que oís. En aqueste vergel cual no hay dos no hay joyel ni clavel como vos./ Quedad, señora, con Dios.»
La Feria recién empieza y no es de buenos anfitriones ante tan ilustres personajes de la literatura teatral española creados y recreados por un paisano nuestro permitir que la acaben antes de tiempo. Que la vivan. Que la beban y nosotros que los disfrutemos dentro de otros cien años ¡Viva la Feria de El Puerto!