María Rosa García García, ‘Niña Pastori’, vive con su familia en El Puerto de Santa María. Aprendió a cantar antes que a cocinar. A los ocho, su voz encandiló a Camarón. Y a los 20, preparó sus primeras lentejas. Ahora se desenvuelve en ambos mundos, el de la gastronomía y la música, como sólo ella sabe: con el arte de la mezcla y el sabor de la bahía de Cádiz. A sus 40 años ha grabado 10 discos. Varios son de oro y platino. Presume de tener cuatro Grammy Latinos.
La alboronía es la madre de todos los pistos. [En El Puerto , José María Solano López de Letona abrió a finales de los años 80 del siglo pasado un restaurante con dicho nombre: ‘Alboronía’, en la calle Santo Domingo, en la planta baja de la casa que fue de Eligio Pastor Nimo, hoy propiedad de una Romero Caballero].
| Casa de la calle Santo Domingo, donde José María Solano López de Letona tuvo su restaurante 'Alboronía' a finales de los 80 del siglo pasado.
Un guisado que debe su nombre a Burán, la esposa del califa Al-Ma’mún. Una tapa coronada por una anchoa en aceite y un boquerón en vinagre. El matrimonio perfecto. Sabor andalusí con un toque marino. Una tosta que es a la gastronomía lo que Niña Pastori a la música. Pura mezcla. Un sofrito de géneros: soleás, bulerías, rumbas, baladas, pero siempre flamenco. El que sale de su voz. Distinto, ecléctico. Que va de la melodía más profunda al ritmo canalla del Tú me camelas. Si la alboronía alegra el paladar, las canciones de la cantaora de San Fernando pretenden calar en lo más hondo. Y muchas han logrado quedarse en el imaginario popular. A sus 40 años ha grabado 10 discos. Varios son de oro y platino. Presume de tener cuatro Grammy Latinos. Que levante la mano quien no la conozca.
3.003. José Manuel Pinto gana un Grammy Latino con Niña Pastori.
Se llama María Rosa García García, hija de la Pastora y del José, la única niña de cinco hijos. Aprendió a ser una artista gracias a su madre, una cantaora cañaílla, y a su bisabuela, conocida como la Inés la del Pelao. A los ocho años se subió por primera vez a un escenario. A los 12, encandiló con su cante al gran Camarón de la Isla, isleño como ella. Aunque su verdadero padrino fue Alejandro Sanz, que le ayudó a lanzar su primer álbum. Desde entonces, Niña Pastori es una de las voces más reconocibles del panorama musical español. A finales de este mes presenta Bajo tus alas, su último disco, producido por Julio Jiménez, Chaboli, el amor de su vida, padre de sus dos pequeñas. “Con el que escucho todo tipo de música. Ahora nos ha dado por la clásica y la electrónica”, cuenta mientras adereza con sal el sofrito que se va cuajando a fuego lento. “La alboronía es gloria bendita”, dice la cantante. Ella suele pedir esta tapa en el Ventorrillo del Chato, uno de los restaurantes con más solera de San Fernando, enclavado en la playa de Cortadura, en el fino hilo de tierra que separa el Atlántico de la Bahía de Cádiz.
| Alboronía.
“¿No te has dado cuenta de que muchos nombres del flamenco tienen que ver con la comida? Son dos mundos muy relacionados, dos maneras de expresión. Para mí la gastronomía es importantísima. Es como cuando invitas a alguien a tu casa. Una toma de contacto. ¿Cómo no le vas a sacar ná de comer?”, cuenta la gaditana. Lleva un largo vestido de flores que deja a entrever el bajo de una enagua de color pistacho. “Estoy como las abuelas”, bromea desde la parte techada de la azotea Forus Barceló, en la madrileña zona de Tribunal. “Es que hace un frío horrible hoy en Madrid”. Llegó anoche de El Puerto de Santa María, donde vive con su familia. Ya empieza a oler la cebolla frita. “¡Cómo suena eso ya!”. Se le escapan unas palmas. Hora de echar la calabaza. “Me encanta. Yo la suelo preparar en crema y luego le añado unos chipironcitos fritos por encima”. Se le hace la boca agua con solo decirlo. “Mi problema es que a mí me gusta mucho comer de todo, no soy exquisita”, reconoce. Pero si hay que confesar, María admite que siente pasión por los caldos. “Algo calentito para calmar el cuerpo. Un pucherito de pollo con hierbabuena. Sobre todo, cuando estoy de gira o promoción. Llegar a casa y tomarme una taza de consomé me da la vida”. Por no hablar de los boquerones en vinagre: “Y los mejores están en Madrid”.
| Niña Pastori, de pequeña, junto a Camarón.
Niña Pastori se inició en los fogones con las lentejas. “Me enseñó mi madre, que nunca me había puesto a cocinar, pero luego me vine a vivir sola a Madrid con 20 años y me dí cuenta de que no me sabía nada”. Un plato que tiene grabado en la memoria son las patatas fritas con huevos de su bisabuela. “Mis hermanos y yo todavía soñamos con aquel sabor”. Como le sucede a su música, el paladar de la cantante es puro eclecticismo: no entiende la vida sin picante, se vuelve loca por el sushi y le pirra un buen plato de cuscús. | Texto: Sacha Hormaechea. El País.