Rosario Díaz Torres, Charo, ha sido médico de familia en el Centro de Salud ‘Federico Rubio, durante 15 años: entre el 2000 y el 2015 hasta que por razones de salud hubo de prejubilarse. En su consulta en El Puerto ha tenido un cupo de 1600 pacientes que la recuerdan con agrado y lamentan que no esté ya con ellos como médico de familia. Pero, Charo sigue preocupada por las enfermedades y los enfermos y preside en su localidad natal, Chipiona, la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer. El Ayuntamiento de Chipiona la ha homenajeado el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, por su labor humana y profesional.
Charo nació el 11 de diciembre de 1958 en Sanlúcar de Barrameda, en casa de su bisabuela. Dicen que esos días nevó en Chipiona y no ha vuelto a ocurrir desde entonces. Es la mayor de las hijas de Rosario la Trompera y Paquirri. La tercera de 6 hermanos. Se crió en el fértil pago de Esparragosa en Chipiona, con ricas tierras para el sembrado de verduras y flores. Sus raíces profundizan tanto en Chipiona como en Sanlúcar.
Desde pequeñita, siempre ayudó en casa, ya que sus padres trabajaban de sol a sol. Con 4 o 5 años ya cambiaba los pañales de su hermano pequeño y le daba el biberón. Como era chiquitita, se subía a un cajón para alcanzar el fregadero, cerrar la olla exprés y poner el guiso que su madre le dejaba preparado. En estos años, la pequeña Chari aprendió a leer, aunque no tenemos conciencia de cómo lo hizo, a la luz de una palomita, que más adelante la acompañaría innumerables noches de lectura y estudio.
| Con su marido, Jesús Martín Bernal.
Por fin a los 8 años, comenzó a acudir a la escuela de Santo Domingo, en La Jara, (Sanlúcar) donde había días en los que la maestra aparecía, y días que no. Hasta allí se desplazaba a pie nuestra protagonista, lloviera o tronara, con el agua por las rodillas si era necesario. Después, a los 10 años, fue ella misma a hablar con las Calasancias, para estudiar en en el colegio Divina Pastora, de Chipiona. Empezó a ir y venir en bicicleta a diario, llevando a su hermana más pequeña con ella y sufriendo por dejar a la mediana de las tres interna en el cole. De vuelta en casa, no dejaba de atender las tareas que se le asignaban. Siempre fue una buena alumna, y continuó estudiando en el Instituto Pacheco en Sanlúcar, donde coincidió con el que sería su novio, Jesús Martín Bernal “el Gatito”, al que conocería finalmente en el Club Parroquial. Poco después pasó a Cádiz, a estudiar en las Carmelitas. Allí se preparó para comenzar la Universidad.
De todas las carreras, se decidió por Medicina, ya que la vocación la llamaba. No podía ser de otra forma, siendo hija de quien era: su madre, Rosario ‘la Trompera’, sin estudios, atendía los partos, ponía las inyecciones y curaba las heridas de todos los vecinos del pago.
Sus padres, trabajando todo el día, animaron a todos sus hijos a estudiar y formarse en lo que más les gustara. Les dieron la oportunidad a todos ellos en un tiempo en el que otros solo habrían pedido que comenzaran a trabajar cuanto antes. Supieron ver lo más adecuado para sus hijos y se esforzaron por darles el mejor futuro. Charo no ha dejado que esto se olvide nunca, y siempre lleva por bandera la gran visión de su madre sobre todo; una mujer adelantada a su tiempo, que supo ver más allá y luchar por ello, aunque eso supusiera a veces un sacrificio mayor del que hoy podamos pensar. Este espíritu pervive en ella, que ha tenido siempre la misma actitud hacia sus hijos.
| Facultad de Medicina de Cádiz.
Los años de carrera fueron duros. Una de las pocas mujeres de su clase en la Facultad de Medicina en Cádiz, llegada del campo, tuvo que luchar contra los prejuicios de algunos profesores, demostrando su valía constantemente. Era becaria, y eso en aquel entonces significaba que necesitaba mantener una media bastante buena para conservar esa beca que le era imprescindible, dada la situación en casa. A veces incluso le faltaban algunas pesetas para folios o bolis, pero esto no la desanimaba, siempre se ha crecido ante los retos.
Estudiaba con sus compañeras de lunes a viernes en la residencia de seglares de la gaditana calle Torres, para poder ir el fin de semana a visitar a su novio a Chipiona. Él, en el rato que libraba del Supermercado, la recogía a las tres y media en “el frenazo”, cuando se bajaba del autobús, y la llevaba a casa. Dice que llegaba muy contenta. Ella echaba una mano con las tareas domésticas y con el campo hasta que él volvía a descansar y podían dar un paseo. Muchos en el pueblo hacían comentarios maliciosos; eso de tener una novia estudiando fuera no era para nada lo habitual en aquel momento. Pero esto nunca la detuvo para formarse, ni a él para mantenerse a su lado. Se veían un ratito en el fin de semana, y hablaron por teléfono a diario durante los 6 años que duró la carrera, él se iba a una cabina cuando terminaba en el trabajo. Confiaron el uno en el otro y se apoyaron en todo momento, como hacen hasta el día de hoy.
Una vez terminados sus estudios, Charo hizo el juramento hipocrático en Cádiz en 1983 y empezó a coger pequeños contratos --trabajando muchas veces sin medios adecuados--, ahorrando para su casa. A la vez, su novio seguía en el Supermercado y en el bar de su hermano, con la misma intención. Comenzaron a construirse una casa (así se hacían las cosas antes, ibas construyendo en la medida que ibas pudiendo) y por fin fue al altar del brazo de su padre, un bonito 6 de octubre de 1985.
La nueva pareja se fue en autobús de luna de miel por Italia, pasando por media España y Francia. Ella, precavida como siempre, había dejado currículums en varios lugares pues buscaba un trabajo estable. Quiso la casualidad que la llamaran en esos días para ejercer como profesora y no pudiera incorporarse por estar de viaje. Esto podría haber cambiado la historia de Charo tal y como la conocemos hoy. Pero no fue profesora, fue médico. Es médico.
| Con Jesús, su marido y sus hijos Laura y Jesús.
Tras unos años de matrimonio, tuvo dos hijos: Laura y Jesús, a los que crió con cariño y procuró inculcarles los mejores valores que una madre pueda transmitir: responsabilidad, solidaridad, compasión, humildad, generosidad, honradez, amor, respeto y trabajo duro. Montó su propia consulta privada, que tuvo que cerrar en unos años porque su niña pequeña le reclamaba más tiempo. Sacrificó, como tantas mujeres, parte (pero solo parte) de su carrera para conciliar su vida familiar. Durante treinta años, sus hijos siempre han escuchado las palabras de su abuela por boca de su madre: “--Como decía mi madre: ‘En esta vida, solo tendrás lo que tú te trabajes’ ".
Su hija Larua afirma que “--Nos ha dado (junto con mi padre) libertad para formarnos en lo que nos ha gustado en todo momento, nos ha apoyado para no rendirnos y siempre querer ser mejores en lo nuestro. Se sacrificaron por nosotros, sin poner ni una pega, para que pudiéramos acceder siempre a la mejor educación, animándonos a aprender y disfrutar. Preguntaba la lección a cualquier hora del día o de la noche, siempre que se lo pedíamos. Se interesaba por nuestras tareas y trabajos, estaba pendiente de nuestros exámenes y siempre alerta a las dificultades que pudiéramos tener”.
Simultáneamente, Charo no paraba de formarse, de hacer cursos y preparar oposiciones hasta que definitivamente sacó su plaza fija. Antes obtenerla, trabajó en muchos Centros de Salud de la zona: desde Rota hasta Jerez, en el barrio de ‘El Chicle’. Qué momento tan bonito cuando pudo elegir quedarse en El Puerto de Santa María, en el Centro de Salud ‘Federico Rubio’, donde había hecho amistades verdaderas. Y eso que a aquellas oposiciones no acudió en las mejores circunstancias, por razones de salud. Allí permaneció desde noviembre de 2000 hasta septiembre de 2015, donde tenía un cupo con una media de 1.600 pacientes.
| Centro de Salud 'Federico Rubio'.
Se siguió formando durante toda su carrera profesional, llegando a conseguir la calificación de Experta en muy poco tiempo, a pesar de estar pasando por malos momentos de salud. Mientras tanto, cuidaba de todo su entorno: las visitas y llamadas de amigos y familiares para consultar temas de salud han sido la norma en su casa. Siempre los ha recibido y ha seguido el viejo dicho: “si puedes curar, cura; si no puedes curar, alivia; si no puedes aliviar, consuela”.
Con los años, por ley de vida, sus padres se hicieron mayores. Esos que lo habían dado todo por ella años atrás la necesitaban y ella no los iba a abandonar. Supo atenderlos en todo momento, en cada necesidad, fuera pequeña o grande. Se desvivió durante años por cuidarlos y mimarlos en todos los aspectos hasta los últimos momentos de sus vidas, como solo ella sabe, como ellos merecían. Aprendió a lidiar con la enfermedad, siempre poniendo al mal tiempo buena cara para que sus padres no se preocuparan. Todo esto, durante tantos años, sin desatender su carrera y su casa, haciendo malabares para repartirse y que todos estuvieran conformes. Incansable como es, le faltaban horas en el reloj para poder hacer todo lo que planeaba cuidadosamente, más los extras que surgieran cada día. Pero nada se quedaba en el tintero al llegar la noche, pues no lo podía permitir, la necesitaban, y ella no estaba dispuesta a dejar a nadie atrás aunque ello supusiera perder su tiempo de ocio.
| Con sus compañeros del Centro de Salud Federico Rubio, en una comida de Feria.
Hace dos años, el 1 de febrero de 2016, por motivos de enfermedad, se vio forzada a abandonar su trabajo de manera permanente. Esto supuso un duro golpe, ya que la vocación es muy importante para ella. “--Recuerdo --habla su hija Laura-- ver lágrimas en sus ojos el día que volvimos de la inspección después de que le anunciaran que no iba a volver a trabajar como médico nunca más. Solo deseaba seguir viendo a sus pacientes, con los que llevaba tantísimos años, y a los que recuerda con afecto, por sus nombres. Me consta que el afecto era correspondido, y se ve en las muchas muestras con que le obsequiaban: tarjetas de felicitación en su santo, su cumpleaños... una abuelita tejía una manta para ella...otra bordaba un cuadro... Por circunstancias de trabajo, coincidí con algunos de esos pacientes. Fueron ellos los que me identificaron como hija de la Doctora Rosario. Emocionados, preguntaban por su estado de salud, y cuándo volvería, ya que la esperaban desde hacía meses. Me hablaban de lo buena persona y médico que era y cuánto la echaban de menos. La sensación de orgullo que sentía cuando hablaba con todos ellos, era indescriptible”.
Charo, a través de la enfermedad de su madre, tomó contacto con la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer (AFA) de Chipiona, donde comienza a ejercer de vocal en 2010 y posteriormente se atreve con la presidencia en 2013, que ostenta en la actualidad. Ha estado todos estos años trabajando con el equipo de la AFA, donde ha destacado por su perseverancia y su tenacidad, por su mente abierta y su capacidad para dirigir. No se cansa de mover cielo y tierra en pro de la asociación. Desde su llegada, el resto de la junta subraya la unidad del grupo a pesar de las muchas diferencias que hay entre ellos como individuos. Se ha cohesionado este conjunto de personas con un fin común: luchar por nuestros mayores. Esto ha permitido que el centro siga adelante. Defiende y se identifica con los cuidadores, como ella misma ha sido. Siempre habla de que son ellos los que luchan, sin ellos no tendría sentido el proyecto. Durante esta presidencia, se fundó Vita, que también presidió durante años con la misma entrega, dedicación e ilusión en un proyecto que le apasiona desde el primer momento.
Charo está siempre pendiente del teléfono, organizando y promocionando la asociación. “--¡Hay que vender papeletas, entradas, roscones...! ¿Cómo hacemos para llegar a más gente? ¡El centro necesita arreglos, hay que buscar donaciones!”. Acude a reuniones, queda con compañeros del centro o gente externa para buscar nuevas ideas, plantear proyectos... Tiene fama de inquieta, pues es perfeccionista y exigente consigo misma y con los que quiere. Este rasgo se lo recuerdan los compañeros de la Junta Directiva cada vez que mueve los dedos sobre el teclado del móvil. Pero también es algo que gusta de ella, no es pasiva y pelea por lo que quiere, motivando al resto para no cejar en el empeño.
En este tiempo sin ejercer su profesión, la AFA ha sido un apoyo importante en su vida, pues se ha volcado todavía más en el proyecto. Tanto, que parece que sigue sin tener tiempo para ocio
| La alcaldesa de Chipiona, Isabel Jurado, durante el homenaje a Rosario Díaz Torres y Carlota Martín Ruiz el Día Internacional de la Mujer Trabajadora 2018.
En el homenaje que le tributó el Ayuntamiento de Chipiona, con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora 2018, Manolo Morillo quiso acercarse a la vecina población y sumarme al reconocimiento de sus convecinos, pronunciando estas palabras en aquel acto: “Soy natural de El Puerto de Santa María. Y estoy aquí porque me he erigido en representante de los pacientes que la doctora Rosario Díaz Torres ha tratado durante su estancia profesional en el Centro de Salud Federico Rubio de mi Ciudad. Es de bien nacidos ser agradecidos. Y este acto de hoy en el salón de plenos del Excmo. Ayuntamiento de Chipiona así lo refleja al estar repleto de personas tan agradecidas como yo.
Cuando atraviesas el umbral del Centro de Salud y tu acostumbrada tensión alta se relaja, y tu azúcar se diluye porque sabes que quien está al otro lado de la consulta es una profesional que te inspira toda la confianza del mundo, te tranquilizas porque sabes que tu bienestar está en las mejores manos posibles.
Y eso es lo que nos ha estado ocurriendo a tus pacientes de El Puerto durante el tiempo que has convivido con nosotros, Charo. Nos has dejado huérfanos de ti, pero tu sello particular como médica de familia quedará con nosotros para siempre. Personalmente te doy las gracias porque has cuidado de mí como si fuera un hijo, o un hermano tuyo. Mi delicado corazón te lo agradece de la mejor manera posible: estando hoy aquí a tu lado. Y muchísimas gracias por permitirme ser tu amigo. Que el dios de la Medicina, Asclepios, --del que no tengo duda alguna eres descendiente directa-- y el resto de los dioses del Olimpo te bendigan”.
Si eres capaz de mirar a Charo a los ojos, verás dentro la inmensidad del mar que contiene. Es sencillamente grande. Un abrazo una "Jartá"" de grande doctora.