En la plaza de Abastos, esquina con Sierpes, se encuentra uno de los restaurantes con más historia (conservada e intacta) de El Puerto. Vicente Sordo Gómez, segunda generación y padre del actual propietario del negocio, Vicente Sordo Fernández, es uno de los principales responsables de continuar con el legado de su padre, Vicente Sordo Díaz. "No te olvides de tu cuna, si no, estarás perdida", expresa tras la barra con voz queda. Él, que con 12 años comenzó a trabajar en el Bar Vicente "en la pileta, hecho un brazo de mar", en 50 años, continúa ejerciendo la misma función. "Nunca he subido de rango, sigo en la pileta".
Su padre siempre le aconsejó que estudiara, "pero como sacaba tan malas notas... trabajé desde muy chiquitito". Lo mismo le dijo a su nieto 'Tito': "Vicentito, estudia, que esto no es futuro". Sin embargo, este último sí que le hizo caso. Estudió Ingeniería Técnica Forestal, en la Universidad de Huelva, pero "todo se fue a freír espárragos con la crisis. Cerraron muchas empresas privadas, dejaron de contratar a gente, pararon oposiciones... Así que tuve la suerte de tener el bar y aquí estoy". Por suerte o por desgracia, todos han dirigido las riendas de un bar con arte —su fachada data del año 1881, además de albergar numerosos carteles de fiestas populares de la localidad—, e historia. "El abuelo sabía que la familia vivía del negocio, todos nos nutrimos del bar. Él siempre decía: primero Dios y después los Santos".
Como buen montañés, Vicente S. Díaz sabía que el trabajo sin esfuerzo y dedicación, no existía. Natural de Camijanes (Cantabria), bajó al Sur con 15 años, porque así lo quiso su hermano Maximino. "Mi tío regentó restaurantes muy famosos en El Puerto como La Fuentecilla y El Resbaladero, uno de los más famosos de Andalucía en aquella época, y en Jerez, El Colmado, La Vega, el Casino de Jerez". Su padre, de chicuco —apelativo que tenían los jóvenes que venían del Norte—, trabajó en dos de estos negocios (El Resbaladero y La Fuentecilla) y en el Bar Pavoni, antes de comenzar a dirigir el bar Los Pepes en 1950.
Desde su origen en 1917, el bar ha sufrido tres grandes cambios. En sus inicios, era un establecimiento de vinos, café y licores que José Ruiz Sordo, conocido como El Rubio, bautizó como Las Mellizas, por sus hijas Nieves y Paquita. Luego, en 1945 traspasó su negocio a José Sánchez Sousa, quien estuvo regentando el bar junto a su hijo bajo el nombre de Los Pepes. Y por último, cayó en manos de la familia Sordo, parientes lejanos del primer propietario, José Ruiz Sordo. Vicente Sordo Díaz emprendió, como hicieron sus paisanos montañeses, y quiso darle su propia personalidad al negocio, sin hacer demasiados cambios. Si bien llamó a su negocio Bar Vicente, por las calles se escuchaba siempre: "Vamos al bar de Los Pepes". Costumbre que el propio Vicente asumió incluyendo Los Pepes como subtítulo en su establecimiento.
Con Vicente al frente, el bar abría los 365 días del año, desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche. Cocinaba, atendía las mesas, preparaba bebidas... Hacía de todo. "Papá era un cocinero extraordinario y fue él que enseñó a Inmaculada, la actual cocinera que lleva más de 40 años con nosotros", comenta Vicente S. Gómez, al tiempo en que su hijo destaca: "Y ahora mismo lo más importante aquí es ella, que es como si mi abuelo se hubiera reencarnado en Inmaculada".
Hace unos cuatro años que Vicente S. Díaz dejó vacía su silla del bar. "Yo lo llamaba ojo de halcón, como la máquina del tenis, porque el hijo puta tenía 90 años y no se le iba una. Con un ojo miraba su diario y con el otro todo lo que ocurría en el bar", comparte 'Tito' entre risas. "Era una persona excepcional, súper generosa, cariñosa..., se emocionaba con lo más mínimo y era súper compasivo. Me da mucha pena que mi hija no lo haya conocido...", agrega.
Su padre, Vicente S. Gómez, aún recuerda el olor de esos filetes de ternera que le preparaba con sus dientes de ajo y sus patatas fritas. "Él, todas las tardes, me preparaba las cenas en el bar, y recuerdo que un día me hizo unos filetes con patatas fritas —que no los he vuelto a comer como lo hacía él— que me dejó en el saloncito de dentro. Yo me demoré jugando con mis amigos y cuando entré a por la cena, en el plato solo había patatas fritas. Papá, ¿dónde están los filetes?, le pregunté. Y claro, al parecer alguien entró al servicio, con bastante gazuza (hambre) y se los metería en los bolsillos del abrigo. Yo incluso miraba hacia el techo, a ver si alguna araña voladora se los había llevado", narra con una sonrisa.
Hoy, a pesar de las consecuencias de la crisis, el Bar Vicente Los Pepes no ha perdido su esencia. De ello puede dar buena cuenta sus clientes habituales, fieles consumidores de desayunos monumentales que solo se encuentran en calle Abastos, esquina con Sierpes. Huevos revueltos, tortilla francesa con chorizo o con bacon, diferentes tipos de pan, como el mollete de Antequera, que traen recién hecho a diario, con chicharrones con pringá, carne mechada, lomo a la plancha, jamón de york... "Pidas lo que pidas no te vamos a decir que no, porque al estar en la plaza de Abastos, salgo y te lo compro", incide 'Tito'.
Tampoco quedan atrás sus famosos guisos del día, con productos frescos que también compran en el mercado. Raya en pimentón, rape en pan frito, marrajo en amarillo, atún encebollado, bacalao en tomate, lulas en salsa, carrillada, carne de toro guisada, menudo, berza de tagarninas, alubias con almejas y coquinas... Y el plato estrella de la casa: las albóndigas con tomate de Inmaculada. "Son súper famosas y están exquisitas. Como yo no llevara un saco de albóndigas al piso que tenía en Huelva, mis compañeros no me abrían la puerta", ríe.
Si bien el abuelo Vicente no dejó el bar hasta el día de su muerte, su hijo Vicentito confiesa que solo piensa en su jubilación. "Él lleva 50 años trabajando todos los días, normal que esté harto de esto. Pero te digo, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, ¿sabes?", apunta 'Tito', que maneja las llaves del fuerte familiar desde 2010. "Pienso que es el sitio donde he nacido, donde he aprendido a andar, a montar en bicicleta, donde conocí a mi primera novia… Yo amo este lugar", concluye | Claudia González Romero | Fotos: Bar Vicente.
Más información del Bar Vicente en Gente del Puerto:
Nótulas, núm. 14, 977, 1.225, 1.891.