Quien lo iba a decir. Siempre creí que seguiría viendo al Caco en la esquina del Bar La Perdiz; abandonado a su suerte y relajado tras ese trasiego por la calle, que fue su vida. Algo se ha escrito sobre sus amplias facetas profesionales, menos sobre esa parte humana y generosa, que lo acompañó durante su trayectoria y a la que quiero referirme.
Hacía unos días, antes del fallecimiento de Francisco Pérez Bernal (Caco) a mediados de 2014, recordaba con mi madre la llegada de mi padre a El Puerto. Y coincidía, de cabo a rabo, con lo que se cuenta de Manuel Martínez Alfonso. Y no era para menos, ambos llegaron a nuestra Ciudad, en busca de sus respectivas plazas de profesores del Instituto Laboral, con apenas unos días de diferencia. Y allí, en la estación de ferrocarril, el primer encuentro de ambos fue la enjuta figura de Caco, quien los acompañaría hasta la pensión Loreto, encuentro siempre grato de artistas, toreros y gente de bien llegada a El Puerto.
Y no queda ahí la cosa, resulta que mi padre, buen tertuliano, llegó a entablar una entrañable amistad con Caco. "Tanto es así --me decía mi madre--, que en la primera feria que iba con tu padre de novios, se presentó acompañado de otro hombre y me puse negra. Era ‘el Caco’, que así le llamaban, y no se movió de nuestro lado, aunque luego nos lo pasamos bien. Era una buen a persona".
En su paso por El Puerto dejó innumerables muestras de gratitud. Siempre estaba presto a cualquier llamada. No tenía hora. Su deambular, con esa cartera bajo el brazo, su semblante tranquilo y su media sonrisa no dejaba a nadie indiferente. Recuerdo su exquisito trato y su esmerada educación autodidacta.
Mantengo aún en el recuerdo la última conversación, en la acera de la calle Larga --su particular despacho humano--. “--Bartolomé, cómo recuerdo a tu padre, me enseñó tanto que a veces pienso que fue injusta y prematura su muerte". Me emocionó tanta dulzura, en un hombre al que había conocido y tratado, ávido de tantas batallas mundanas. Aprendió de los palos que tocó --que fueron casi todos--, y sacó la mejor de las conclusiones: "ser en la vida, -como decía León Felipe- romero. Romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos. Ser en la vida romero, sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo. Ser en la vida romero, romero..., sólo romero". Un abrazo allá donde estés, amigo Caco | Texto: Enrique Bartolomé
Buena gente el Kako, lo conocí desde niño y siempre servicial no servil, Dios lo tenga con Él
¡Madre del amor hermoso!
Pues a mi me gusta
Madre mía esos filtros "artísticos"... no hacen ningún bien ni a la página ni a la persona en cuestión.