Nativitas, palabra procedente del latín que significa nacimiento. Precisamente las fiestas navideñas empezaron a celebrarse tal como las conocemos hoy día a partir de la Edad Media, para que los fieles cristianos prestasen menos atención a las fiestas paganas del solsticio de invierno y más a las celebraciones religiosas. | En la imagen, Manuel Sánchez Muñoz, 'el Corcha', natural de Medina aunque afincado en El Puerto de Santa María, fallecido en la década de los sesenta del siglo pasado.
Mi primer contacto con estas evocaciones fue en la calle San Juan, concretamente en la azotea de la casa de mis padres. Mi abuelo Manuel Sánchez Muñoz, 'el Corcha', fue mi primer gurú navideño. Ya jubilado de tantísimas noches de intemperie al raso con sus muchas lunas, mantenía el contacto con la madre tierra y la naturaleza animal a través del gallinero y la conejera que teníamos en la solana de la casa, como había en tantas otras del Barrio Alto porteño.
| El candié (del inglés candy, caramelo y egg, huevo) era un reconstituyente propio de nuestra tierra. Su creación está ligada a la producción de vinos del marco de producción vinícola del Jerez, que se preparaba con la yema de un huevo, azúcar y vino oloroso o dulce, todo batido. En Mexico se denomina 'polla'.
Los huevos frescos del día se convertían en esta época del año en reconstituyentes candiés de vino dulce mezclado con una yema de huevo y con su puñaíto de azúcar fina por todo lo alto. El primer trago te daba un poquito de repelús, pero cuando se arrastraba por la garganta en todo su esplendor, y te traspasaba hasta el tuétano de los huesos, se te ponían los cachetes coloraos y el vigor propio de la edad se renovaba hasta caer rendidos en las noches donde la Electra-Peral Portuense reconvertida en Sevillana de Electricidad nos mantenía bien a oscuras las calles empedradas del barrio.
| Una copa o brasero de carbón, cisco y picón.
Para paliar el frío, el abuelo Manué tenía su buena carga de leña que acopiada durante el verano y que recogía por el camino de El Caracol atajando hacia las entrañas de El Puerto. En las noches como las de hoy, mi abuelo echaba la leña al brasero que teníamos en forma de copa, prendía el fuego, y cuando la candela se había aplacado y convertido en cisco, nos traía la copa calentita y la ponía a nuestros pies. Toda la familia, mis padres y hermanos alrededor del cubículo de latón humeante esperando a que la Navidad entrara por la puerta y se fuera por la ventana dejándola entreabierta, para que los Magos de Oriente se acordaran de nosotros cuando pasaran por la calle San Juan. Así fue y así lo recuerdo. | Texto: Manolo Morillo.
Que de recuerdos con este documento y que de coincidencias. Nací en la calle San Juan, mi padre se llamaba Manuel Muñoz. Conocí como hacía mi madre el candié que, por cierto lo tomaban los que estaban enfermos o muy delgados. Mi padre hacía picón para sacar unas perras, y hacia mi madre la ¡carboná! que era encender el carbón en la copa o brasero (como éramos pobres, en una lata) para que una vez se fuera la flama, meter la copa en la habitación y calentarnos las noches frías de invierno.