| Un joven Pedro Muñoz Seca
El crítico Enrique Díez Canedo se refirió a su indisoluble matrimonio escénico con Pedro Muñoz Seca con cierto retintín irónico: "Rara vez afronta solo la responsabilidad de una comedia el señor Pérez Fernández. Las más une su nombre al de Muñoz Seca, con quien ha llegado a confundirse hasta el punto de que muchos le tienen por el Ángel de luz y otros por Ángel de tinieblas del fecundo ingenio por quien llegó a tomar cierto auge el llamado 'astracán'. El misterio de las colaboraciones parece impenetrable. Los más juiciosos dicen que poco va de Pedro a Pedro".
Entre sus obras con Pedro Muñoz Seca destacan Por peteneras (1911), el alegato antirrepublicano El EX... (1933), La plasmatoria (1936), original astracanada en que Juan Tenorio irrumpe en una sesión mediúmnica espada en mano buscando venganza de Gregorio Marañón, ofendido por las teorías sobre su homosexualidad que ha divulgado en un ensayo, las comedias Los últimos frescos (1917), Lolita Tenorio (1919), La pluma verde (1925), Los extremeños se tocan (1927), Marcelino fue por vino (1927), La Lola (1928), La Perulera (1930), Jabalí (1933), así como las zarzuelas Seguidilla gitana (1926), con música de Ángel Barrios, y La cursilona (1930), con música de los maestros Fuentes y Navarro, la astracanada lírica en un acto El presidente Mínguez (1917), com música de Pablo Luna, entre otras.
| La pluma verde, portada ilustrada por el portuense Manolo Prieto.
También colaboró más ocasionalmente con Luis Fernández Ardavín (con el drama lírico El señor Pandolfo, (1917), con música de Amadeo Vives), José Gomero, Fernando Luque, Rogelio Pérez Olivares o Enrique García Álvarez. En solitario compuso un puñado de obras, entre las que destacan la comedia ¡Arriba los corazones! (1922) y los sainetes El oro del moro (1918) y El tío catorce (1931). Estrenó la revista La orgía dorada en 1928.
| Los Pericos: Pérez Fernández y Muñoz Seca.
Como su amigo Pedro Muñoz Seca simpatizó con el llamado bando nacional durante la Guerra Civil y se ocultó por el riesgo de ser ejecutado (como efectivamente sucedió con Pedro Muñoz Seca en noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama). Tras la misma, sin su habitual colaborador, su estrella dramática declinó rápidamente, aunque estrenó algunas comedias (Don Bartolo, 1942; Los chatos, 1946) y juguetes cómicos por cuenta propia.