Las menciones a la pesca en el río Guadalete a lo largo de la historia son muchas y han sido trabajadas por autores como el desaparecido historiador portuense José Ferrer Andrade, que señala que la división entre aguas dulces y saladas se encuentra, en este río, en las inmediaciones del jerezano puente de la Cartuja. Esto dará lugar a que tradicionalmente la pesca en aguas de la parte salada sea notable en esta zona y, especialmente, durante la primavera, debido a la mayor abundancia de peces—. Dando lugar a una actividad que ocupará a muchas personas y que dio abundante surtido a los mercados de poblaciones cercanas como Jerez o El Puerto de Santa María. Otros autores, como Joaquín Portillo, apuntan a que ya a mediados del siglo XIX se pescaba en el río desde el puente de la Cartuja hasta El Puerto de Santa María.
A día de hoy puede sorprendernos, pero antiguamente, en múltiples ríos de la geografía andaluza, era habitual la pesca y esta conformaba una actividad de subsistencia que mantenía a muchas familias humildes de la región. En Andalucía Occidental, uno de los peces más habituales y emblemáticos que podíamos encontrar en estos ríos era el sábalo y, por ello, pescadores de la zona de Sevilla y de Coria del Río utilizaban un tipo de arte denominado "sabalar", que consistía en una red rectangular formada a su vez por otras tres redes: una central más tupida y dos exteriores superpuestas. Este tipo de red podía colocarse de varias formas a lo largo y ancho del río, pero la importancia del sábalo no quitaba que en el Guadalete no pudiéramos encontrar otros peces como los albures, barbos, róbalos o las anguilas.
| El monasterio de la Cartuja de Jerez sobre las aguas del Guadalete.
Por otro lado, en el río Guadalete la pesca está documentada, al menos, desde el siglo XVI, pues ya en 1560, 1571 y 1573 se detectaban problemas entre los vecinos de Jerez y El Puerto derivados de la pesca en el río. También sabemos que esta pesca se realizaba en las inmediaciones del monasterio de la Cartuja, en los meandros del Guadalete, desde el siglo XVIII. La pesca, por tanto, suponía una actividad reseñable desde estos siglos y, por ello, un viajero llamado Bowles escribirá lo siguiente sobre la economía jerezana del siglo XVIII:
"La ciudad de Xerez, que llaman de la Frontera… Logra grandes dehesas, donde apacientan muchas yeguadas que crían innumerables potros y caballos de gran fama. Tiene molinos que rentan 34 ducados, otro tanto la pesquería de sávalos".
Este panorama de esta pesca tradicional de sabaleras, que eran las artes que se utilizaban para la pesca en el río Guadalete, perdurará hasta bien entrada la década de los años veinte del siglo pasado. Su origen podría estar en las denominadas Jábegas, que son las artes de playa evolucionadas que, además de envolver el pescado, rastrean el fondo para hacer su captura con el sistema de cerco.
| Pesca de sabalera en el río, según José Ferrer Andrade
Este esquema de la Jábega corresponde, en esencia, al aspecto de una sabalera del río Guadalete, la forma de pescar consistía en un cabo atado a un palo de una de las dos bandas, que se dejaba en tierra. Este cabo recibía el nombre de pauda y el hombre que lo manejaba era el paudero, una embarcación describía un semicírculo la zona, soltando el resto de la red, cuya boca se abría por tener corchos en la parte superior y plomos en la inferior. Una vez calada toda la red, la embarcación debía anclarse debido a que esta operación se iniciaba cuando la marea empezaba a bajar y no se empezaba a cobrar hasta que la bajamar comenzaba, por lo que la red quedaba en el río durante cuatro o cinco horas.
Los peces, que subían río arriba y contra corriente, quedaban apresados en esta red debido a que se disponía mirando hacia la desembocadura del río. Para sacar las redes del agua, la barca se dirigía hacia la orilla, donde estaba el paudero que tiraba. En esta operación debían intervenir varias personas y se aprovechaba tanto la fuerza de la corriente del río como el impulso de la bajamar. Este tipo de pesca fue prohibida por un reglamento que regulaba la pesca en el Guadalete en el año 1919, pues consideraba que este estilo de pesca era de arrastre y no de cerco. Esta prohibición sigue una tendencia que limitaba las pescas de arrastre y que puede rastrearse hasta el siglo XVIII, ya que por su funcionamiento ya se consideraba que resultaban muy dañinas para la conservación de los fondos, así como de los peces. En cambio, las redes de cerco, conocidas y usadas desde antes del siglo XVIII, eran toleradas porque envuelven a los bancos de peces y, por ende, son menos destructivas debido a que las crías del pez podían escapar, teniendo presente que con una red de arrastre esto no era posible.
Igualmente, hay que considerar que, en ocasiones, las diferencias entre la red de arrastre y de cerco no quedan nítidamente definidas porque dicha distinción corresponde a un criterio clasificatorio y, a la hora de la verdad, tradicionalmente podían utilizarse redes tanto para un tipo de pesca como para la otra. La prohibición de las redes de arrastre generó una gran protesta entre los pescadores del Guadalete y los que estaban agrupados en el Gremio de Pescadores de Río, sociedad localizada en la casa del Centro Obrero portuense (situada en calle Descalzos de esta localidad), convocaron una manifestación. Tras ella, comenzará un período de diálogo entre este grupo, junto con diversos sectores simpatizantes de la pesca del Guadalete, frente a los representantes de las autoridades hasta que, finalmente, todo termine con el fin de la prohibición. Igualmente, este conflicto nos puede servir para establecer el comienzo del fin del antiguo sistema de pesca sabalar en el río.
| Pesca con zarampaña. Ilustración: Entorno a Jerez.
La Guerra Civil marcará un profundo cambio en el modelo de la pesca en el Guadalete, ya que veremos aparecer un nuevo sistema que se extenderá hasta 1970, año en el que se dejará de practicar este tipo de pesca. Entre los cambios que se dan en este período hay que destacar dos: el uso de la zarampaña y la adjudicación mediante subasta pública del emplazamiento de los pescadores en el río. La zarampaña es un arte autóctono del Guadalete que, sin embargo, podemos encontrar de forma similar en otros ríos del Mediterráneo. Este tipo de pesca se realiza aprovechando las mareas y la estación, antes de la primavera, para capturar los peces con la extensión de la red, que permite que no hagan falta ni plomos ni corchos.
La estructura y el funcionamiento del arte, o de la red, es aparentemente sencillo, ya que se clavan dos pértigas en ambas orillas del río, que sostienen la red con fuerza por medio de unos cabos. Otros dos cabos, que sostienen otra banda, cuelgan de otras dos pértigas, pero estos pueden moverse gracias a un sistema de poleas. Al ser tan grande el peso de la red, tenía poca maniobrabilidad y una barca iba al encuentro de estas redes e iba depositando en su interior los peces que eran capturados; sábalos, lisas, doradas, etc. El pescado que por esta época se capturaba era, por tanto, muy bueno debido a que el río no soportaba la contaminación que tiene a día de hoy.
La maniobra al completo duraba alrededor de unas cinco horas y media, desde el inicio de la llenante de la marea hasta la pleamar. La red podía calarse en el Guadalete hasta cuatro veces diarias aprovechando las mareas.
Subasta de puestos de pesca en El Puerto
La pesca del sábalo venía regulada y dirigida desde el Ministerio de Agricultura y por la Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial, desde 1952 a 1967. La subasta de los puestos de la pesca se anunciaba mediante edicto expedido por la Jefatura de la zona, radicada en Sevilla, dicha subasta se celebraba en el Ayuntamiento del Puerto de Santa María. El Ayuntamiento era el intermediario entre los pescadores y la jefatura, por lo que el presidente de la subasta era el alcalde, aunque esto solía delegar el acto a su primer teniente de alcalde, que a su vez nombraba a un concejal.
Sabemos que los vecinos de El Puerto, por alguna causa, dejaron de disputar su participación en las subastas de sábalo a partir de 1955. No significa esto que no hubiera vecinos de El Puerto trabajando en la pesca fluvial, pero dichas empresas solían ser de Jerez o de El Portal. En estas empresas, primaba el negocio familiar que había sido transmitido entre los miembros de una misma familia. En el caso de Jerez, los pescadores vivían en la zona oriental de la ciudad, la situada más próxima al Guadalete, muy cerca de la Cartuja. Estos barrios eran pobres y marginales, de chabolas y casas bajas, aunque comienzan a urbanizarse a finales de los años 50.
La pesca a partir de 1955 se concentra en el curso bajo del Guadalete, en los alrededores de El Portal hasta la altura de Jerez, de forma que los vecinos de El Puerto van abandonando paulatinamente esta práctica, que fue más importante para ellos a principios de siglo. Podemos decir, por tanto, que la pesca en el Guadalete había pasado a ser una pequeña industria en decadencia y quizás por ello los vecinos de El Puerto dejaron de acudir a las subastas públicas debido a que orientaron su actividad hacia otros tipos y modelos de pesca. Finalmente, hay que apuntar que, en este momento, la pesca de arrastre en el mar había adquirido una gran importancia para la ciudad y, por eso, quizás ya no resultaba tan rentable o no tenía tanto interés acudir a las subastas de pesca fluvial que se realizaban en El Puerto.
De todas formas, debemos considerar que, alrededor de los años 50, la pesca en el Guadalete podía mantener en régimen de subsistencia a unas seiscientas personas, aunque en los años 20 debió ser una cantidad mucho mayor, ya que la pesca sabalera, frente a la zarampaña, requería una mayor fuerza de trabajo manual. Esperamos, por tanto, haber invitado a la reflexión en torno a esa riqueza perdida en el Guadalete. Antes de la construcción de las infraestructuras que vemos a día de hoy a lo largo del río, y de la contaminación que sufre, podíamos ver una gran cantidad de peces que remontaban las aguas para desovar y llegar a sus afluentes. Esta riqueza permitió la pesca hasta agotamiento del río a la altura de los años setenta, pero, quizás, con un cambio en nuestra actitud, podamos algún día recuperar esa diversidad perdida. | Texto: Emilio Ciprés.