Al entrar al salón se sienta y me quedo de pie mirándolo, le pregunto por la isla griega de Chios. Así comienza a emerger el voluntario que llegó de Grecia.
Nuestro portuense echó la solicitud el 12 de marzo para colaborar con la organización del País Vasco, Salvamento Marítimo Humanitario, y el 16 ya estaba en la isla citada. En esta, se cuenta con la presencia de varias ONGs como KALSA, DROPS, por ejemplo, que se encargaban de la ropa, de la comida, etc. Al llegar, él se suponía que iba a estar un par de días de preparación y de adaptación, pero la falta de personal y el incesante flujo de personas, hace que se tenga que salir a navegar sin apenas instrucción.
| Situación de la isla de Chios, fronteriza por agua con Turquía, pertenecientes a las islas del norte del mar Egeo.
En la isla solo tenían una embarcación de rescate. El personal de salvamento estaba formado por un único patrón y otros dos voluntarios que "no eran marineros" pero ponían todo el coraje. Cayetano, al contar con más experiencia, estaría de guardia con el patrón para todos los avisos. Mientras, los otros dos se turnaban entre sí para cubrir el grupo de tres que sale a navegar. Por suerte, contaban con un equipo de cuatro sanitarios en tierra, bastante buenos en lo suyo.
Tan solo horas después de llegar, ya un compañero le avisó al ver una Pick Up a eso de la medianoche: "Esta noche tenéis trabajo, esos son los carroñeros, roban los motores de las pateras y los mandan de vuelta a Turquía. Si le pintas una "x" a un motor, a los tres días te lo vuelves a ver en otra goma". Media hora después salió el equipo, acababa de llegar la primera. Tras esta estarían 26 horas seguidas de maniobras, descansar cuatro horas escasas, y otras 25 más, otro leve respiro y otras 18 horas. Se van sumando las horas a un ritmo inabarcable que acaba agotándote física y mentalmente.
Llegaban más de diez embarcaciones al día, con una media de entre 70 y 80 personas en cada una. En esos barcos, puedes ver todo el espectro social, desde bebés con diez días de vida a abuelas de ochenta y cuatro con hipotermia severa. "…Hasta en silla de ruedas. En barcas hinchables, con motores falsos, sin tanques de gasolina, sin capitán. Van la mayoría del trayecto a la deriva", remarca Cayetano inquieto en el sillón del salón, lleva unos minutos subiendo el fervor de la narración a medida que avanza en la historia.
Al preguntarle por el protocolo de actuación se aturrulla por un momento, y me llama "Espérate, ponte aquí y pon el portátil, te voy a poner en situación". Pone el estrecho de Chios con Turquía, y comienza a describir las maniobras, las millas de cada costa, las leyes marítimas, los problemas con la frontera entre medio. Entra en situación y se vuelve más complicado seguirle el hilo, pero todo en consonancia suena como suenan las epopeyas reales, a tragedia.
La organización tenía contactos al otro lado de la frontera, que hacían de puente con los refugiados, y estos, los primeros días, mandaban las ubicaciones de las embarcaciones a través del móvil. El equipo de salvamento salía a buscar en un área cercana a la última señal recibida, por lo que se facilitaba el trabajo. Esto es gracias a que la mayoría de los que venían en las embarcaciones eran sirios, que por lo general tienen un poder adquisitivo considerable, y algunos tienen móviles de última generación, que aprovechaban además para hacer señales luminosas en medio de la noche y facilitar así su visibilidad.
| La línea negra es la frontera marítima entre Grecia y Turquía, países históricamente enfrentados.
Hay que especificar que el equipo de salvamento tiene capacidad de acción hasta la ficticia línea fronteriza que separa aguas europeas de aguas turcas. A veces la misma marea acercaba con suerte la patera a la embarcación de rescate, pero si no, no se podía hacer nada. No puedes entrar con un barco de rescate europeo en aguas turcas, pues el precio de esa acción es ser juzgado por trata de blancas, es decir, tráfico de personas.
A veces Cayetano se veía en la obligación de llevar las situaciones al límite por la incapacidad de permanecer impasible ante semejante incongruencia humana. Aprovechándose de que no llevaba GPS en el uniforme, se echaba un cabo al hombro, se tiraba al agua y ayudándose en lo posible de la corriente, conseguía llegar nadando a la patera y así engancharla para poder remolcarla con el barco de salvamento.
De vuelta en mi salón, al oírlo lo miré, y esgrimió de golpe "Si, si, si, supongo que se pasa mal. Yo ahí, he estado que decía, se acabó, de aquí ya no salgo", dice a la par que simula que flota boca abajo. "Pero de verdad, que en ese momento no lo pensaba, Barba Negra me decía todo el mundo allí. Salíamos a la mar con condiciones climatológicas bastante duras. Hemos salido de rescate en plena madrugada, con temporales de película. Pero hay que salir ahí, quedarte en tierra conlleva dejar ahogarse a personas en esa mar brava como un miura".
Al llegar los refugiados a tierra es cuando los sanitarios tienen que ejercer su labor, entrando en conflicto en ocasiones con la policía militar, que exigía tres euros por pasar consulta. Parece ser que para ser una persona coherente en situaciones como estas, a veces hay que llegar a cuestionar lo establecido.
Cuatro días después de su llegada, el 20 de marzo, entra en vigor el tratado por el cual, la Unión Europea expulsaría a Turquía a todos los inmigrantes que lleguen de forma irregular a las islas griegas. En teoría se realizarían las deportaciones 15 días después, el 4 de abril, y se comprometían a realojar en Europa un refugiado sirio por cada expulsión, hasta completar la primera tanda de 72.000 personas.
Si antes del tratado la situación ya era mejorable, tras este la realidad se torna dantesca. Vial era el campo militar donde se acogía a los refugiados, en la zona de vigilancia de Karfas (Chios), se componía de casas prefabricadas, tiendas de campaña y sacos al raso, con una capacidad para 700 y se ocupaban de ese número exacto de personas, pero estaba abierto. Esto quiere decir que se podía atender y abastecer a las más de 3.000 refugiados que estaban allí en realidad, gracias a una ONG vasca, ZAPORIAK, que aseguraba una verdadera ración de comida por persona al día. Tras el 20 de marzo, se convierten en centros de reclusión, no se puede entrar ni salir, y es cuando vemos el significado de esas vallas de tres metros. Estas personas se siguieron alimentando gracias a que los voluntarios de la isla siguieron introduciendo las raciones durante las noches, a escondidas, a través de un agujero que encontraron en la valla.
"Desde que yo llegué allí, todos los que llegaron antes del día 20 se registraron como después de ese día, que es cuando entra en vigor el tratado. Todos ellos iban a ser deportados. Los que llegaban después, tal como los traíamos a tierra, los deportaban los militares sin darles ningún tipo de atención humanitaria, como si nunca hubiesen tocado Europa. Eso si los encontrábamos nosotros ¡claro! He visto a personas llegar sangrando, a un afgano le limpié la herida, ver una herida de bala y decirme ¡Turkish Police! ¡Turkish Police! Imagínate".
Lleva un rato ya exaltado, dando vueltas en círculos tratando de condensar toda esa experiencia, que cada vez parece estar aflorando más y mostrando las partes más oscuras de la realidad de esta hermandad de naciones que tenemos en el mundo.
Volviendo a Chios, el cambio en el comportamiento y del ambiente en aquel estrecho al otro lado del mediterráneo hizo que los refugiados tuviesen miedo a todos, hasta al equipo de salvamento, que no tenían nada que ver con todo ese protocolo antihumanitario. Dejaron de llegar ubicaciones al móvil del equipo, no hacían señas si los veían en alta mar, todo eso aumentaba las posibilidades de que quedaran a la deriva en mar abierto. Si no, la mafia los metía en un barco con piloto automático y hasta que encallaran.
Esto recrudeció las relaciones entre todos los agentes que entran en acción, aunque hay uno que durante todo el relato siempre sale ganando, la citada mafia. Presente en toda la isla puesto que la ubicación geográfica, casi una península de Turquía, la hace perfecta para establecer su lucrativo negocio. Cada persona que se monta en una barca para cruzar de Turquía a Grecia paga unos 1.300 euros, si hay temporal se abarata el precio. Si se hace números veremos que como dice Cayetano "son muchos ceros a la derecha los que manejan las mafias".
En los últimos días en los que nuestro voluntario estuvo allí, se reactivó el flujo de botes que llegaban a tierra. Utilizaban nuevas rutas, cada vez más al sur, por lo que tienen más riesgo de que la corriente los arrastrara hasta sacarlos del mapa.
Es un ciclo: llegan, los deportamos y vuelven a venir. El equipo de salvamento sacó al mismo adolescente sirio de una patera, dos veces, en una semana. Y decía que prefería intentarlo diez veces y no conseguirlo antes que seguir allí. "Cada día que pasa un niño en un campo de refugiados es un día menos de educación, donde el único aprendizaje que tienen es la guerra". Sin cortar la narración, entendemos que se está haciendo tarde y vamos saliendo de mi salón hasta llegar a la calle. Empezamos a orbitar un centro conversación en la puerta de la casa esperando que Barba Negra ate los últimos cabos.
Me explica que siguen viniendo, que son tres millones de personas las que esperan al otro lado, y si tienen dinero, porque si eres pobre te comes la guerra. Tras el cambio de la situación en aquellos mares griegos, empiezan a pasar por Sicilia y Lampedusa, y la siguiente parada es el Estrecho de Gibraltar.
Antes de irse me sonríe, suelta una sola carcajada seca, y torna medio cuerpo. Prosigue: "En realidad, cuando me monté en el avión de vuelta dije, estoy loco. Allí la situación te hace duro de emociones, el instinto de supervivencia. Tú has hecho periodismo de guerra en Palestina, sabes de que te hablo. Es aquí en frío donde te das cuenta de todo lo que has vivido. He sacado a bebés muertos con diez días de vida. Ya cuando llegué, a veces me costaba dormir. Hace unos dos o tres días me desperté y estaba llorando tío, dentro del sueño, no me acuerdo por qué, pero me despertó María, mi pareja, diciéndome que estaba llorando... Muchos de los otros, allí a veces perdieron el control y me dicen que ellos están con terapia. Pero no sé, yo ya estoy mejor y sé que hice todo lo que pude, allí que es donde importa, reaccioné como debía".
Traga saliva y con ella intenta llevarse al estomago las palabras para poder digerirlas.
"Allí tienes a un niño con 50 días en los brazos y te das cuenta que no pesa mas de 6 kilos. Aquí, ahora, te das cuenta que el recuerdo de un niño muerto con 50 días de vida pesa mucho más que eso, es tanto lo que pesa que es capaz de aplastar el presente". Me estrecha la mano, termina de girar los otros 90 grados que le faltaban y empieza a enfilar la calle.
Lo observo desconcertado irse por el fondo de la calle levantando el brazo para despedirse, pues las últimas palabras las dijo con la mirada tan perdida como el futuro de quienes allí quedaron. Finalmente, con el cielo lleno de nubes negras y comenzando a llover torna la esquina. Sopla fuerte el Levante. Me vuelvo dentro al salón, con el cuerpo espongiforme y el estómago escalfado. Y me siento a escribir.
Supongo que, a las personas normales, las verdaderas epopeyas nos dejan la noche en vela, y pensar que los sirios y afganos la pasarán navegando o andando de frontera en frontera cruzando continentes. Mientras mi amigo, ejemplo hoy y lo que debiese ser un estandarte contemporáneo, y no los que tenemos. Mi amigo Barba Negra pasará la noche durmiendo para llorar las gestas en sueños, porque cuando está despierto un héroe no puede ser vulnerable, si quiere intentar que la tragedia no siga campando a sus anchas. | Texto: Ricardo Oliva Daza.
Fui maestro suyo y me siento orgulloso de ello y de cómo ha evolucionado como persona.
Tani, un hombre en el buen sentido de la palabra bueno, con permiso de Don Antonio. Ah y buen poeta.