El 7 de septiembre de 1911, --hoy se cumplen 106 años-- el diario Heraldo de Madrid publicaba en su edición de la noche una crónica titulada “En la provincia de Cádiz: San Fernando.- Puerto de Santa María.- Jerez”. Era autor del reportaje Celedonio José de Arpe Caballero, un notable periodista y literato que había comenzado su labor periodística en La Crónica Meridional, de Almería. | En la imagen, el camino de Urdax, hoy avenida de la Estación. Al fondo los jardines del hotel Duques de Medinaceli, a la izquierda entrada a las bodegas de Jiménez Dávila.
El lugar y el año de nacimiento de Celedonio J. de Arpe no están del todo claros. Así, por ejemplo, el escritor almeriense Francisco Cuenca Benet lo incluye en su Biblioteca de autores andaluces (1921) como nacido en Cádiz en 1873, mientras que en otra obra posterior (Teatro andaluz contemporáneo, 1937), el mismo autor asegura que Arpe había venido al mundo en Sevilla, en 1868.
| Celedonio José de Arpe
Lo cierto es que Celedonio José de Arpe falleció en Sevilla en 1927. En una necrológica (La Voz, 19 enero 1927) podemos leer que Arpe fue “uno de los veteranos del periodismo, en el que ingresó muy joven. Fue redactor de El Resumen en época en que dirigía este periódico D. Augusto Suárez de Figueroa, y después, al fundarse Heraldo de Madrid, entró en esta Redacción y a ella perteneció durante más de treinta años, muchos de ellos con el cargo de redactor-jefe. Posteriormente fue redactor-jefe de La Prensa, hasta hace pocos años, en que el delicado estado de su salud le obligó a abandonar las tareas activas del periodismo y concentrarse en su carrera administrativa como funcionario de Hacienda. Poeta inspirado y versificador fácil, Arpe escribió varios libros de poesías y algunas obras teatrales, que lograron gran éxito”.
Llegada a El Puerto de Santa María
Celedonio J. de Arpe llegó en tren a El Puerto de Santa María procedente de San Fernando, ciudad que celebraba entonces —julio de 1911— sus fiestas del Carmen. En su visita a El Puerto —“la ciudad solitaria y triste, la que vio hundirse en su río Guadalete el poderío visigodo”— le va a acompañar Luis Pérez Gutiérrez, director de la Revista Portuense y vicepresidente de la Comisión Provincial.
| Luis Pérez Gutiérrez, director de la Revista Portuense en 1911.
“Nos conviene la compañía —escribe Arpe—, porque Luis Pérez, factótum del Puerto, es uno de los hombres más populares y queridos allí, de los que gozan de verdadera general simpatía y de los que saben hacer los honores de la hospitalidad con sin igual distinción”. Mientras espera a Luis Pérez, Celedonio José tiene tiempo para saludar a “otro amigo queridísimo”, el procurador y ex alcalde portuense Ramón Varela Campos. Este se lamenta del estado de abandono de la ciudad, lo que suscita el siguiente comentario del periodista: “Lo de siempre: las malditas divisiones políticas, las minucias que separan a unos y otros con perjuicio evidentísimo de las poblaciones”.
| Ramón Varela y Campos.
Tras despedirse de Ramón Varela, Arpe se traslada al penal de la Victoria, cuyas dependencias recorre con el director, Eduardo Méndez: “Salí encantado de la disciplina, de la sumisión, de la humildad de aquellos infelices, que en un momento de extravío se labraron su propia desgracia. Entre ellos los hay dignos de que la ley dura de otros tiempos se convierta hoy en ley compasiva por medio del indulto”.
| Lavadero de la Prisión Central de El Puerto.
Terminada la visita al penal, el periodista del Heraldo de Madrid se dirige al cercano complejo bodeguero propiedad del criador y exportador de vinos Ramón Jiménez Dávila, al que se accedía por el camino de Urdax (actual avenida de la Estación) y se comunicaba con bodegas y vivienda en la calle Larga, donde hoy día se ubica la urbanización Bodega Sagrada Familia.
| El camino de Urdax, hoy avenida de la Estación, visto desde los jardines del Hotel Duques de Medinaceli. A la izquierda, el Paseo y Jardines de la Victoria, a la derecha el complejo bodeguero, hoy viviendas Sagrada Familia.
Nacido en Albuñol (Granada) en 1833, el vinatero Ramón Jiménez Dávila fallecería en El Puerto el 4 de abril de 1912, es decir, menos de un año después de que Celedonio J. de Arpe publicara la crónica de la visita a sus bodegas. De su matrimonio con la sevillana Rosario Mateos Garabito (1846-1921), el bodeguero dejó nueve hijos: cinco mujeres y cuatro varones (estos continuarían el negocio con la denominación “Hijos de R. Jiménez Dávila”). Pueden encontrarse datos sobre Ramón Jiménez Dávila y sus bodegas portuenses en la página electrónica de su bisnieto Fernando J. Jiménez Magnoni.
Pero demos paso ya a la transcripción del encomiástico relato de Celedonio J. de Arpe, titulado “La bodega de Jiménez Dávila”: “Goza el Puerto de gran fama por sus numerosas y excelentes bodegas de vino, donde abundan amontillados, manzanillas y moscateles que nada tienen que envidiar a los mejores de Sanlúcar y Jerez. Entre esas bodegas destácase hoy, y justo es dedicarle unas cuantas líneas de elogio, la que merced a la amabilidad de su propietario, Sr. Jiménez Dávila, tuve el gusto de visitar.
De poco tiempo a esta parte, la bodega de Jiménez Dávila, fundada en el año 1860 y que siempre fue famosa, ha logrado ponerse a la cabeza de las principales del Puerto de Santa María. Ninguna tiene tanto movimiento comercial como ella, y en ninguna se almacenan caldos tan variados ni de tan exquisito gusto. Allí tienen, y doy fe de las excelencias de los líquidos, jerez de dos a cinco añadas, jerez superior de seis añadas y jerez extra superior de siete añadas, cuyos precios por arroba fluctúan entro 10 y 22 pesetas.
| Bodega Victoria
Hay también jerez oro, jerez oro superior, jerez oro extra superior, jerez oro fino y jerez oro oloroso, entre cuatro y diez añadas, y cuyos precios son de 16 a 40 pesetas arroba. En jerez fino tienen amontillados para todos los paladares, desde el amontillado III, de ocho añadas, hasta el amontillado añejo de catorce, y que valen de 25 a 75 pesetas los dieciséis litros.
En manzanilla y madeira hay también una riquísima variedad, y lo mismo sucede con los vinos de Málaga, Pedro Jiménez, tintilla, jerez dulce, pajarete, moscatel y porto.
| Publicidad de amontillado fino 'Rosa Blanca'
En vinos extra selectos hay amontillado Balbaina, amontillado Nobleza, moscatel Casa Real, amontillado Alfonso XIII, amontillado Reina Victoria, Pedro Jiménez N. P. U. [Nec Plus Ultra] y amontillado Imperial (añada de 1754), cuyos precios, respectivamente, son 100, 200, 100 (?), 200, 250, 200 y 300 (?) pesetas cada caja de 12 botellas.
Y doy estos pormenores de precios porque quiero que en toda España sepan, como ya lo saben las naciones americanas, especialmente los Estados Unidos, que del Puerto de Santa María, y sobre todo de la Casa R. Jiménez Dávila, salen vinos superiores y baratísimos, que lo mismo pueden ir al humilde porrón del menestral, que a la cristalina copa de Bohemia del aristócrata.
| Etiqueta amontillado 'Medalla de Oro'
Y ahora sigamos hablando de otros vinos, que son los que verdaderamente han dado la justa fama de que disfruta la Casa Jiménez Dávila. Me refiero a las especialidades, a los famosísimos amontillados Medalla de Oro, Rosa Blanca, Rosa Encarnada, Rosa Amarilla y Rosa Aterciopelada, todos los cuales son producto de la viña “La Rosa”, la más espléndida, la mejor cuidada, la más selecta, de todas las viñas del Puerto.
Se comprende que a ella vayan todos los esfuerzos, todas las atenciones, todas las solicitudes, todos los esmeros, de sus afortunados propietarios, pues de allí sale el oro fundido que se transforma en medallas, como las de las Exposiciones de Chicago [1893] y San Luis [1904], o en libras esterlinas, de menos valor, sin ningún género de duda, que el líquido hermano que las solidificó.
Solamente con el amontillado Medalla de Oro tiene bastante la Casa Jiménez Dávila para que no decaiga su prestigio y para que la exportación a los mercados nacionales y extranjeros continúe en la forma progresiva en que se viene realizando. Inútil creo añadir que en toda Exposición donde Jiménez Dávila ha llevado sus excelentes vinos merecieron éstos altas y envidiables recompensas” | Texto y transcripción: Bernardo Rodríguez Caparrini