Al único Imán al que le reconozco autoridad y al que acompaño en sus oraciones rockeras andaluzas desde hace más de 40 años, camino del águila o donde haga falta, es a Imán Califato Independiente, aquel grupo made in El Puerto que a mediados de los setenta enarboló la bandera de la buena música en una Andalucía que entonces no pasaba de ficción autonómica y hoy es, dicen, una realidad nacional. "No era sólo rock andaluz, era un estado de conciencia", han escrito los integrantes de aquel grupo que nos dejó dos álbumes impagables: Tarantos del Califato Independiente y Camino del Águila.
Imán es para mí, junto a Triana, Alameda y Medina Azahara, un recuerdo luminoso, la banda sonora de una adolescencia que me lleva a la playa de Las Murallas, donde algunas tardes de verano, cuando ya empezaba a anochecer y el mar era un rumor, salían de la tienda de campaña canciones como himnos que nos defendían de las inclemencias de los quince años recién inaugurados.
Es verdad que en aquellos años de libertad sin ira también sonaban guaperas a todas horas en el hit parade de la pista de coche choques de Crevillet. Un contorsionosista, hijo del maestro Dominguín y de una bella italiana, que se creía superman. Dos hermanos que parecían Zipi y Zape ya creciditos, cursis como ellos solos, que adoraban a una tal Juani. O un tío bizco que decía que era como el aire, pegado a ti, siguiéndote al andar, cuando el acoso no estaba aún tan denostado. Nosotros no les veíamos el atractivo por ningún lado y nunca llegamos a entender que ocuparan un lugar destacado en los dormitorios de aquellas novias primeras, alimentando su histeria y sus sueños eróticos. Porque además de hacer una música infame tenían, estábamos seguros, más venas que una caja de huevas.
El rock andaluz: ahí sí que confluían la pureza, la independencia, el buen gusto y el sabor a Sur. Aquella búsqueda de ilusiones, de sueños y de libertad se hermanaba con la utopía colectiva e idealista que empezaba a construirse en la tierra de los hombres sin tierra. Jóvenes de pelo largo y de ataduras cortas, hijos del agobio y del dolor, revolucionaron el panorama musical de la época, creando la primera muestra de rock genuinamente español.
Vuelve Imán en esta melancólica tarde de verano, de la mano de Manuel Rodríguez, Marcos Mantero, Iñaki Egaña y Kiko Guerrero. Vuelven, y con ellos, los cigarritos aliñados, la absenta y el saco de dormir. Y un montón de recuerdos situados en las regiones legendarias de mediados de los setenta.
Empieza a hacer cuarenta años de casi todo. | Texto: Pepe Mendoza
Sí señor. Con diferencia, el texto más bonito y emocionante que he leído de los recuerdos de aquel tiempo nuestro de Imán, Triana... Precioso e impecable de principio a fin, estimado Pepe. Y no nos equivocamos con las venas de la caja de huevas.