Según la historia de la Tierra, en el mar apareció la sopa macrobiótica, proteínica, de la que procede la Humanidad. Análogamente, en una analogía interesadamente localista, El Puerto también nació en el mar. Mejor dicho, en las orillas del Guadalete, que es salino a su paso por el Castillo. Y sigue aferrado a la mar, a pesar de los fluctuantes tiempos separatistas, gracias a su Bajamar, que es el barrio que sirve de cordón umbilical entre El Puerto y la mar. /Foto: Lolale.
En la apariencia inmensurable del mar, con su poder de generación de musas y de sentimientos, hay que descubrir a la mezcla química de que está formado, generante de otra bioquímica. El mar es agua, cuantitativamente hablando, en donde aparecen otras muchas sustancias disueltas, y organismos pululantes entre los que destaca el fitoplancton. Sin embargo, a la hora de la representatividad y la de dar el santo y seña del mar, aparece la sal, que es como la cualidad química por excelencia del mar, esto es, como lo más destacado de su personalidad.
Antigua postal con salinas portuenses.
Y estamos hablando entonces de esa cristalina especie, semiviva, portuense, porque forma parte de su enjundia ciudadana siendo inorgánica, que aquí nace, crece y muere, exportada a otros lugares. El mar está inevitablemente unido a su salinidad, que es un concepto químico asociado ineludiblemente al mismo, y ambos están siempre presentes en la vida portuense.
Descansando en la Bajamar. /Foto: Light+Shade.
El mar en El Puerto es como su fitoplancton, sutilmente omnipresente aunque invisible, percibiéndose solo en los más escondidos sentidos. El fitoplancton encarna la vida primaria de los océanos y sin ésta, el mar estaría muerto como el agua en la nieve. También sin el mar, El Puerto estaría muerto, como pueblo sin sal. Y sigue vivo, milagrosamente, por su Bajamar, que le presta, todavía, el aliento necesario para permanecerlo entroncado a su marinería.
Capilla, ventana y rótulo. /Foto: Jilda.
La Avenida de la Bajamar, es además la antesala del portuense viento de Levante, que se hace marino en la Bahía. En su tiempo, toda la marinería vivía en la Bajamar y aledaños, ampliada domésticamente hasta Plaza de la Herrería. Junto con la Pescadería, que nutría la vida de las gentes, con angustias incluidas, ambas eran enclaves indispensables en el devenir de los ciudadanos. Dicha calle fue aculadero del Vapor, y sigue siendo vigilante de salinas, cuna de la Puntilla y fitoplancton del Puerto. /Texto: José López Ruiz
Está es la Historia. Todos los Portuenses, deben y tienen que conocer, su río y su mar.
Yo la viví, por suerte. Mi padre era Carpintero de Ribera, y nos contaba cosas de "la mar" de su río y de los Barcos de Pesca y sus marneros.